e entrada, tratemos de olvidar el desafortunado título impuesto en México a la cinta más reciente de los franceses Olivier Ducastel y Jacques Martineau, Theo y Hugo en la misma tina (Theo et Hugo dans le même bateau, 2016), considerando que hay una sugerencia más interesante en otra versión que también circula (Theo y Hugo, París 0:59’) o en el guiño a una película de Jacques Rivette, Céline et Julie van en barco (1974). Dicho esto, el Festival Mix de Diversidad Sexual de Cine y Video presenta ahora el octavo largometraje de estos dos cineastas muy poco conocidos en México, cuya filmografía incluye obras tan notables como Drôle de Félix (2000) o Jeanne o el chico formidable (1998), que abordan de modo original las relaciones homosexuales y el sida.
En Theo y Hugo, el espectro de la enfermedad está continuamente presente en el registro cronométrico de hora y media (duración de la cinta y de su trama en tiempo real, de las 4:27 de la madrugada al despegar del alba, a las 5:59 en un París desierto) que han elegido los cineastas como posible tributo a la película de Agnès Varda, Cleo de 5 a 7, de 1962, donde el miedo a un padecimiento mortal también acompañaba a la protagonista (Corinne Marchand) en un París para ella ya muy ajeno e indiferente. Ducastel y Martineau optan ahora por el territorio de la noche, muy en contraste con sus ficciones anteriores y sus atmósferas hedonistas al aire libre, o sus incursiones eventuales en la comedia musical. Lo que esta vez presentan en un arranque muy arriesgado, y para algunos espectadores algo desafortunado, es una exploración de la noche parisina del ligue homosexual, exhibiendo durante los largos 20 minutos iniciales del filme, la afiebrada rutina erótica de un bar nudista gay parisino, L’Impact (en locación real) donde tienen su encuentro sexual el tímido joven Theo (Geoffrey Couët) y su más avispada conquista Hugo (François Nambot), sin saber el primero que su compañero de ocasión se encuentra, contrario a él, infectado con el VIH (virus de inmunodeficiencia humana).
Quienes pudieran descalificar la cinta Theo y Hugo, o incluso abandonar la sala de cine, perturbados por su intensa coreografía de sexo explícito bañada en fuertes tonalidades rojas y azules y acompañada de música techno, se perderán de uno de los relatos más sugerentes y encantadores que ha ofrecido el cine de temática gay en los últimos años. A la salida del bar, avanzada ya la madrugada, a bordo cada protagonista de una bicicleta rentada, lo que sigue, en un tono menor y más amable, es un ritual de cortejo seductor empañado por la revelación de una fatalidad posible. Los cineastas no ignoran que desde los tiempos del sida como inapelable sentencia de muerte, las cosas han cambiado, y mucho, en el terreno de la prevención y la terapia del padecimiento. La película ofrece, con un leve enfoque didáctico, una actualización muy pertinente de dicha situación. Los protagonistas viven el breve lapso de su comunión amorosa entre dos territorios que en apariencia se excluyen mutuamente, la clínica de prevención de enfermedades contagiosas y el club de fortuitos encuentros sexuales, y en esa escasa hora y media de angustias y deambulaciones nocturnas, hay lugar también para el reconocimiento pleno de lo mucho que dos seres tan opuestos pueden tener en común: la zozobra compartida que desemboca en la solidaridad, el encuentro casual con otros seres marginales en la calle que, como ellos, navegan en un mismo barco de soledad y desesperanza, el abandono sensual a la poesía de un París al filo del alba que deja de ser un territorio hostil para mostrarse como el cobijo inesperado para esos dos parias sexuales que en plena juventud parecen danzar insomnes entre los linderos de la vida y de la muerte. Cuando parecía que el cine no podía ya ofrecer una narrativa original sobre el sida en su apaciguamiento actual como enfermedad crónica eficazmente controlable, Theo y Hugo plantea, en el efímero encuentro amoroso, la persistencia del miedo irracional y del prejuicio colectivo, las nuevas estrategias clínicas para prevenir un horror antes inexorable, y sobre todo el enorme capital de empatía emocional que se produce en una gran ciudad que, por espacio de una hora, parece ya sólo tener una población de dos personas.
Theo y Hugo se exhibe en el contexto del Festival Mix en la Cineteca Nacional, en la sala 7, hoy a las 21 horas y sábado próximo, a las 16:30 horas
Twitter: @Carlos.Bonfil1