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Interpretará Cancionero italiano, de Hugo Wolf, en el Palacio de Bellas Artes

El tenor Francisco Araiza celebra el nuevo auge del lied a escala mundial

Ver recitales de ese género es cada vez más común, sostiene en entrevista con La Jornada

Grandes instituciones se han dedicado a promoverlo y eso explica ese resurgimiento, opina

 
Periódico La Jornada
Jueves 17 de mayo de 2018, p. 5

El lied (canción lírica) vive un nuevo auge en el mundo, destaca el tenor Francisco Araiza, quien hoy interpretará en el Palacio de Bellas Artes Cancionero italiano, de Hugo Wolf, uno de los ciclos de lieder más complejos de la música de concierto.

“Estamos percibiendo el resurgimiento de esta disciplina. Ya es más común ver recitales de lied, y sobre todo, las grandes instituciones se han dedicado a promoverlo. Sin duda, el género tiene un nuevo auge”, sostiene.

El cantante precisa que durante la segunda mitad del siglo XX se creó una especie de vacío en torno de esa expresión, a pesar de que se mantuvo su enseñanza en los conservatorios y escuelas de música.

Esto se debió a que extrañamente los grandes intérpretes de la posguerra no se ocuparon de preparar a las siguientes generaciones y cuando intentaron subsanar esa falla ya era un poco tarde, explica.

Cuando ellos desaparecieron de los escenarios, se generó un vacío que de alguna manera comencé a rescatar y, después de mí, otros intérpretes, como Thomas Hampson y Diana Damru.

Abrir brecha a voces mexicanas

Nacido en Ciudad de México en 1950, Francisco Araiza es uno de los cantantes de ópera más reconocidos en el mundo.

Con 45 años de trayectoria profesional, fue el responsable de abrir brecha para las voces mexicanas en los más importantes escenarios del orbe.

En entrevista con La Jornada, el también docente se define como un intérprete de lied, género al que se conoce como la disciplina de los reyes, y en el cual fue educado en México, teniendo como mentores a Ernesto Roemer y Erika Kubacsek.

Según Araiza, es una disciplina que requiere de muchas pericias. Primero, de un instrumento muy especial, de gran calidad, y, segundo, de una pericia estilística a prueba de balas, aclara.

Comencé a ser educado con repertorio mozartiano. Ese corset estilístico es el más fuerte que existe. Implica aprender a moverse en esos marcos tan estrechos de expresividad y de virtuosidad técnica vocal, a pintar con la voz con el pincel delgado y no con la brocha gorda, pero sobre lo que requiere es de una gran investigación, todo lo relativo a la obra y a los compositores, y con todo ese arsenal de información entrar a la obra para diseccionarla, analizarla en lo más profundo, hacerla de uno y volverla a formar, añade.

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La soprano croata Marija Vidovic y Francisco Araiza, durante la charla del tenor mexicano con La JornadaFoto José Antonio López

“Ese es el punto en esta disciplina de los reyes, que es la única que permite la opinión propia. Entrenado de ese modo, salí de México a cantar ópera, estudiándola de la misma manera que estudiaba mis lieder, y eso me dio mucha ventaja, no sólo en el terreno analítico, sino en el vocal, el expresivo y el atlético del canto operístico.

Años de estudio y experimentación

Respecto de Cancionero italiano, Araiza aclara que la versión que presentará en la sala principal del Palacio de Bellas Artes, al lado de la soprano croata Marija Vidovic, es distinta a la de Hugo Wolf, de quien comenta que su biografía es muy complicada, polifacética y con gran melancolía, acompañada por un sufrimiento constante.

La diferencia tiene que ver con la secuencia de interpretación de las piezas, pues la versión original del autor está organizada conforme al orden que mantienen los 46 poemas de un par de libros en los que se inspiró, los cuales versan sobre una historia de amor juvenil.

La propuesta de Araiza es resultado de varios años de estudio y experimentación; aporta un sentido lógico y conceptual a esos textos, al acomodarlos de manera diferente que permite establecer una historia y un diálogo entre los cantantes que protagonizan esta obra: una mujer y un hombre.

Él compuso esta obra como le llegaron los poemas. Así, escribió el primer libro, después tuvo su problema de cinco años (una depresión), luego regresó con más madurez y un poco mentalmente fuera de control; se dio cuenta, al final, de que el ciclo no tenía un contenido dramatúrgico palpable.

(El Palacio de Bellas Artes se ubica en avenida Juárez, esquina Eje Central Lázaro Cárdenas, Centro.)