Segundo debate, segundo...
Listos para el gran show
En pos de votos a costa de todo
ara dentro de un par de días seremos testigos, por segunda vez, de un acto que según nos han dicho, reviste una especial importancia para la vida democrática, aunque después de mirar esos episodios, uno se pregunte si la tan anunciada democracia se construye con base en las descalificaciones, los insultos y las ocurrencias.
Y después de cada uno de esos ejercicios, resulta que las encuestas llaman triunfador al que más insultó, al que puso en aprietos a la, o los otros, al que nunca fue capaz de denunciar a las autoridades las atrocidades cometidas por los contrarios, pero ahora, frente a las pantallas de televisión, se levanta como juez implacable y sentencia, sin juicio de por medio.
Pero hay más: la feria de ideas sin proyecto, las ocurrencias sin rumbo, toman su lugar en una retahíla de promesas que salen de la boca de los candidatos como si el llegar al gobierno fuera una suerte de subasta en donde el que más ofrece es el que gana. Más apoyo a los de aquí y los de allá, leche de vaca para los niños, nunca más las imitaciones que los dañan; cruzadas constantes contra los baches, o hasta el cercenar libertades. ¡Cualquier locura por un voto!
No obstante, el espectáculo vende. La gente, nos dicen los especialistas en tortura televisiva, lo exige, quiere ver a sus candidatos ensañados contra el o la adversaria, pero luego, al final cuando se da como ganador al más cruel, a la o el carnicero, uno debería preguntarse si ese saco de agresiones y violencia podría ser quien nos gobierne.
Desde luego, para esa pequeña guerra, cada candidato tiene a su propia crew de sadistas sofisticados a los que les han dejado de importar si son verdades o mentiras lo que le harán decir a sus candidatos, y corean gustosos el daño que le puedan causar al objeto de sus ataques. Dañar es el objetivo.
Y cada uno cuenta con su equipo. Se entrenan por horas, por días para el ataque y el contraataque. Analizan los hechos y los chismes para meditar cuál de ellos está más afilado y puede causar mayores estragos, y hasta cancelan actos para poder recibir el entrenamiento que, además, cuesta muy, muy caro, pero que es considerado un mal necesario.
Todo eso es un debate, y claro, pasa por la televisión porque es un espectáculo que no le da a los electores una idea clara del rumbo que podrían tomar los candidatos en el ejercicio de gobierno, pero los divierte. Por ejemplo, ahora se dice que el mejor formato es aquel en el que se pone en tela de juicio el pasado de quienes compiten, y para decirlo con claridad, la política no la hacen los santos, así que a fin de cuentas nos vemos rodeados de seres imperfectos que no dan idea clara del camino que tomarán los gobiernos. Pero todo esto es lo de menos, ¡Qué siga adelante el show, no, perdón, la democracia!
De pasadita
Bueno, y luego de debates y elecciones, quien gobierne, por ejemplo, la Ciudad de México, tendrá frente a sí una de las tareas más difíciles y peligrosas del gobierno: armar su gabinete. En ese paso, otra vez los aconsejadores tratarán de meter ideas en la cabeza de los triunfadores. Los nombres de los cuates del candidato, que también sean amigos del consejero, llevan mano, pero eso es terrible. Hay áreas en las que sólo la jefa o el jefe de Gobierno puede decidir: Desarrollo Social, Secretaría de Gobierno. Y las de seguridad: SSP y PGJ, que se tienen que dar con el beneplácito de Los Pinos, no deben tener otro ingrediente que no sea la decisión del gobernante. Las fallas en este renglón suelen ser desastrosas. Así que cuidado con los malos consejos.