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Xochimilco: ¿nuevo ejemplo de desastre ecológico?
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n cuatro ocasiones (mayo de 1991, octubre de 1993, enero de 2011 y mayo de 2012) el suplemento La Jornada Ecológica ha divulgado la importancia natural y social de la zona lacustre que todavía existe en Xochimilco, Chalco, Xico, Mixquic, Texcoco, Tláhuac y otros poblados aledaños. De cómo, pese al avance de la mancha de asfalto y los negocios inmobiliarios, todavía es un polo productivo de primer nivel con base en las chinampas y el trabajo de miles de personas que no desean ver a sus pueblos como nuevo ejemplo de desastre urbano y ecológico.

Despojados poco a poco de sus manantiales para proveer de agua a la urbe, junto a un crecimiento habitacional sin planeación alguna patrocinado desde las instancias oficiales, hacen que Xochimilco y áreas circundantes padezcan ahora graves problemas. En los textos incluidos en esos suplementos se muestra cómo tanto en la Colonia como en la era moderna, la zona lacustre de la cuenca de México se ha visto como obstáculo a un falso desarrollo económico y social que afecta a millones de personas y agrava la calidad ambiental de la región.

Al saqueo de sus manantiales se agrega el incremento de descargas de aguas negras y la reducción de las zonas de filtración de lluvia por la urbanización en lo que antes eran tierras agrícolas y forestales. En vez de alimentos, se siembra cemento y asfalto, desechos de obras y asentamientos irregulares. Por todos estos desajustes, Xochimilco puede dejar de ser Patrimonio Cultural de la Humanidad, ejemplo de una comunidad que estableció un ambiente único para crear y mantener el suelo agrícola: las chinampas y el mundo acuático y poblacional que las sostienen. Un pulmón verde y reservorio de agua, flora y fauna de primer orden. Su desaparición sería otro desastre ecológico y la pérdida de una cultura del agua que ha dado incontables beneficios a sus pobladores y vecinos.

Esa cultura se remonta a, por lo menos, mil años y tiene como expresión principal el agrosistema chinampero, islotes artificiales capaces de dar cosecha hasta siete veces al año, fruto de un amplio conocimiento de los recursos biológicos del lago y el dominio de la orografía e hidrografía de las montañas aledañas. De esta cultura se han ocupado especialistas y pobladores como Jorge Legorreta, Horacio de la Cueva, Nemer Narchi, José Genovevo Pérez, Alejandro Meléndez Herrada, Isabel Mata, Gilberto Vela, María de Lourdes Rodríguez, Jorge López, Ricardo Flores Cuevas, Martha Angélica Olivares, Gloria del Carmen Ramos, María Guadalupe Figueroa, Martín López, Beatriz Canaval, Diana R. Villarreal y la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, bajo la dirección de Alberto González Pozo, Ignacio Armilla Gil y Carlos Arriaga.

Todos ellos han señalado que cualquier programa de saneamiento y recuperación de la zona debe ser integral y que se debe considerar el legado de una cultura milenaria, las actuales formas de vida y la participación efectiva de los chinamperos y demás pobladores.

Cada sexenio las autoridades prometen salvar Xochimilco y su zona aledaña. No es así. Nuestra reportera Rocío González Alvarado informó el pasado 3 de mayo que los últimos 20 años, 60 por ciento del suelo de conservación en la delegación Xochimilco padece por el tiradero de cascajo, la invasión de tierras y los asentamientos irregulares que se expanden por cerros y chinampas. Canales secos o invadidos por lirio acuático, casas precarias o de tabique al lado de los afluentes y montañas de cascajo son hoy el paisaje de la antigua área verde. Miguel Ángel Elizalde, representante de los chinamperos, dijo nuestra reportera que de las 8 mil 500 hectáreas de suelo de conservación, casi la mitad se perdió por los asentamientos irregulares. Durante la administración delegacional del PRD, éstos pasaron de 179 a 600, donde viven unas 140 mil personas.

Como respuesta, el mandatario capitalino, José Ramón Amieva, pidió la intervención de la Fiscalía de Delitos Ambientales y que el delegado en Xochimilco, Avelino Méndez, explique qué está pasando. Algo muy simple: la impunidad y la corrupción que unen a funcionarios, inversionistas y a unos cuantos especuladores locales de tierra.