as nuevas generaciones de posguerra, bautizadas como sesentayocheras, fueron hijas de la explosión de un capitalismo expansivo, cuyos parabienes anunciaba una época de cambio social. Las viejas estructuras se tambaleaban. La juventud irrumpía en el escenario cuestionando la autoridad en todas sus formas. Las primeras instituciones en sufrir el embate fueron la familia, la Iglesia, las universidades, los partidos políticos y el poder político. Eran tiempos convulsos.
En Europa occidental el movimiento estudiantil se reinventaba, demandando cambios en la selección del profesorado, el claustro, los planes y los programas de estudios. Las vetustas universidades enfrentaron las reformas, no sin antes dar una batalla que hizo saltar por los aires las estructuras ancladas en el siglo XIX. Nuevas licenciaturas, sobre todo en el área de las ciencias sociales, entraron en el escenario. La sociología se convirtió en una de las carreras más demandadas, junto con antropología y ciencia política. Sus profesores cobraron importancia, sus obras serían de consulta obligada. Nombres como Wright Mills, Michel Foucault, Henry Lefebvre y Marcuse fueron relevantes para el movimiento estudiantil de los años 60. En América Latina la disciplina crecía al amparo de Pablo González Casanova, Theotonio dos Santos, Florestán Fernández, Enzo Faletto, Antonio García, René Zavaleta Mercado, Fals Borda, Gerard Pierre Charles, Silva Michelena, Fernando Henrique Cardoso y Rodolfo Stavenhagen.
Mientras tanto, la presencia de las mujeres se hizo notar con fuerza. Su voz cambiaba el escenario. La llamada revolución sexual desafiaba el machismo en sus formas más pedestres. La moda lo notó de inmediato. La transgresión de los colores, el pelo largo en los jóvenes, la minifalda, el bikini y el uso de los pantalones se adueñaron de las calles. La cultura de la represión se disolvía. Una sociedad hipócrita, con doble moral, se defendía reprimiendo todo atisbo de cambio. El amor libre, el sexo sin ataduras y la comuna eran formas de repensar las relaciones de pareja. Los estereotipos de la mujer sumisa, dedicada a las labores del hogar, madre abnegada, se hizo trizas. Las mujeres entraban en las universidades, terminaban sus estudios y demandaban participación. Abrían espacios. Muchas profesiones perdieron la exclusividad de ser cotos reservados para hombres, sobre todo las ingenierías. En los sindicatos de clase tomó fuerza una demanda hasta ese momento marginal: igual trabajo, igual salario. El feminismo llegaba para quedarse.
La música también revolucionó las estructuras de la métrica. Beatles, Rolling Stones, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Bob Dylan abanderaron la generación de los 60. Los cantautores irrumpían poniendo patas arriba, con sus letras, el orden de las cosas. El antimperialismo, las luchas obreras, la represión, los asesinatos raciales y las demandas de igualdad se tarareaban, siendo hit parade en emisoras de radio. Violeta Parra, Joan Báez, Jaques Brel, Paco Ibáñez, Daniel Viglietti, Víctor Jara, entre otros. En Brasil se imponía, en medio de la dictadura y la represión, la música popular de Caetano Veloso y Gilberto Gil. Fueron los inicios del tropicalismo. Los poetas se reivindicaron en el compromiso. Pablo Neruda y Mario Benedetti fueron enarbolados por la generación de los sesentayocho. La literatura marcó cambios. En América Latina, el realismo mágico. García Márquez, Julio Cortázar y Vargas Llosa inauguraban un ciclo, en el que participaban Carlos Fuentes, Juan Carlos Onetti, Ernesto Sábato y José Donoso. Fue una década de politización, reivindicaciones ciudadanas y luchas democráticas.
La Iglesia católica se tambaleaba. Una nueva visión de la fe y el compromiso apegado al pueblo, a los pobres, a las luchas sociales se imponía. El Concilio Vaticano II (1962-1965), bajo la batuta del pontífice Pablo VI, marcó la salida. En América Latina había crítica profunda. La conferencia episcopal de Medellín (1968) y más tarde Puebla 1979 completan las transformaciones del largo 68. Entre sus efectos estuvo, en Chile, la toma de catedral por sacerdotes jóvenes y laicos demandando un sacerdocio junto al pueblo y sus luchas
. Cristianos por el socialismo y el nacimiento de la Teología de la Liberación son el resultado de sus debates. Luego vino la contrarreforma con Juan Pablo II. Los años 80 dejaron atrás el optimismo de los 60. Se persiguió a los teólogos de la liberación.
Los acontecimientos se suceden. Los años 60 latinoamericanos fueron atravesados por la influencia de la revolución cubana. Las guerrillas, el nacimiento de la nueva izquierda, la guerra contrainsurgente. La represión al movimiento obrero y estudiantil fueron sus señas. La matanza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, es la sinrazón de la década y señala el principio del fin de un ciclo que se extiende hasta el primer lustro de los años 70 con el golpe de Estado en Chile en 1973. La derecha se reorganizaba. Los años 70 son los años del neoliberalismo.
Las luchas antimperialistas, el llamado a la unidad entre obreros y estudiantes se disipaba lentamente. El terremoto de los años 60 acabó reconstruyendo un capitalismo que asimilaba su crisis. Los asesinatos de Kennedy y Luther King; de Lumumba, en el Congo, en 1961; el Che Guevara, en Bolivia, en 1967, junto con la invasión de República Dominicana por los marines en 1965, y la soviética a Checoslovaquia en 1968 dejaron huella profunda en la década siguiente. Violencia y represión. Los largos 60 acumularon experiencias que hoy están presentes en el imaginario de las luchas sociales. Pero no cabe idealizarlo. Fue una larga década, hubo muchos sesentayocho; entre otros, el mayo francés, demasiado sobrevalorado. Tanto, como sus personajes. La mayoría, militantes del desencanto y la derecha.