Cannes.

Si hay una actriz española en ascenso vertiginoso y que no para de trabajar en proyectos muy diferentes pero todos seductores, es Bárbara Lennie. Este año llega a Cannes con dos títulos, Todos lo saben, del iraní Asghar Farhadi, que abrió el festival, y Petra, de Jaime Rosales, presentada en un apartado paralelo. Pero también estuvo en Berlín con La enfermedad del domingo, y seguramente antes de acabar el año algún otro certamen internacional estrenará El reino, donde fue dirigida por Rodrigo Sorogoyen. Definitivamente, Lennie está en su mejor momento. La Jornada conversó con ella en exclusiva.

–Pocos actores o actrices pueden hacer doblete, como usted en Cannes...

–Estoy feliz de estar aquí y con estos dos proyectos, de los que me siento tan orgullosa. Es mi primera vez en este festival y la verdad es que me ha parecido una presentación importante. Lo estoy disfrutando y aprovechando desde que puse un pie en el aeropuerto de Niza.

Momento importante

–¡Qué buen año el suyo! Dos películas aquí en Cannes, una en Berlín y seguro que otra en Venecia, Toronto o San Sebastián... ¿Es este su mejor momento?

–Sí, El Reino irá a San Sebastián seguramente. Bueno, es un momento dulce que tiene que ver con años previos de trabajo, y a veces hay suerte y las cosas salen bien, y es un poco recoger frutos de todo eso, de años de esfuerzo que han sido bastante intensos. Además, todo este tiempo he trabajado con directores quienes, de alguna manera, unos han ido llamando a los otros. Y ahora me siento en un momento en el que tengo la suerte de poder decidir lo que quiero hacer, me puedo plantear si quiero trabajar y dónde. Sí, es un momento bastante importante en mi carrera.

–¿Cree que el trabajo con Farhadi en Todos lo saben puede abrirle más puertas internacionales? ¿Le interesaría? ¿Piensa en Hollywood?

–Me encantaría. No lo tengo como objetivo, ni es mi sueño por encima de todo. Yo vivo en España, donde hay una cinematografía y directores maravillosos, pero no es como Francia. Es mucho más complicado acceder a la industria europea o estadunidense, por lo cual una película como la de Asghar, que se va a ver por el mundo, con estrellas como Penélope, Javier, Darín... Soy consciente de que es una ventana para acceder a otras cinematografías que de otra manera serían inaccesibles.

–¿A pesar de la diferencia de idiomas?

–Ya he trabajado para Pascal Ramber, en francés. Y es curioso porque aunque no hable su idioma, se percibe de alguna manera. Con Asghar teníamos siempre un traductor. El habla inglés, pero se cansa. Así que es curioso cómo alguien que está tan lejos de tu idiosincrasia es capaz de darte notas cuidando tanto todos los detalles. Ha hecho un trabajo increíble de cinco años trabajando en este proyecto. Cada mañana venía con todo el texto aprendido. Lo escuchaba en español y si le parecía te cambiaba alguna palabra. Ha sido uno de los directores más obsesivos con que haya trabajado, con lo cual aunque no hablaba español era como si lo supiera..

–Jaime Rosales también explico que para rodar Petra hizo un trabajo exhaustivo.

–Sí. Son locos (risas). Jaime también es un obsesivo compulsivo, como casi todos los directores buenos. Creo que ser director conlleva a obsesionarte con tu propia obra y pasar por encima de casi todo para conseguir lo que quieres, siendo respetuosos. Con Jaime estuvimos trabajando varias semanas, sentados en la mesa, leyendo e improvisando, acercándonos al guión de una manera muy minuciosa, y después, en el rodaje, tratando de olvidar todo lo que habíamos hecho para que en cada secuencia hubiese algo nuevo e imprevisto. En el rodaje no estaba permitido el guión. No nos dejaba pronunciar la frase como estaba escrita, porque a él le gusta improvisar en cada toma. Recoge tus palabras, las hace suyas, y las pone en su propio lenguaje.

–Qué coincidencia estar en Cannes con dos películas tan diferentes pero que hablan de los mismos temas: la familia, los secretos, la culpa, el dolor...

–Sí, ambas hablan de las dificultades y de las cosas maravillosas que tiene la familia, por concepto. Y el peso de los secretos y de la identidad. La figura de las madres, presentes o ausentes, igual que los padres. Son temas universales que han estado desde el inicio de las narrativas y nos siguen interesando. Como material dramático es inagotable.

–¿En qué se basó para componer el personaje de Petra, que es tan poderoso y carga con el peso de la película?

–Petra tiene una inquietud vital que no la deja vivir tranquila; tiene que ver con su origen, por no saber de dónde viene exactamente. Yo vengo de una familia argentina, tengo una tía desaparecida, mis padres son exiliados políticos, por lo cual el tema de la identidad y de mantener secretos para intentar sobrevivir me ha acompañado. Es algo que conozco de cerca, y después me he basado mucho en lo que era el guión como tal. Estaba muy bien escrito. Y cuando es así, te da casi todo lo que necesitas.

–La película tiene estructura de tragedia griega, pero Petra le pone toques de humor...

–Está bien que veas a Petra como un aire fresco, porque es un personaje que quiere arrojar luz después de tanta oscuridad y con tantas personas que están a su alrededor, muy metidas en la mentira y el horror. Es una familia pudiente, famosa, artistas, pero están podridos. Y ella entra allí para buscar una verdad.

–¿Se identifica con Petra?

–Seguramente en algunas cosas sí. Es un personaje muy coherente con lo que quiere, se va proponiendo cosas y las cumple. Decide dejar de pintar y no lo hace más. Y en eso me siento muy identificada. Escucho bastante mis instintos. Soy bastante kamikaze, a veces para bien, otras para mal, como Petra.

–Le interesa el teatro. No sé si le queda tiempo...

–Sí, de hecho acabo de hacer una obra que terminó hace un mes, y espero tener un proyecto muy grande para fines de año, aunque todavía no está cerrado.