Cannes.
or primera vez en mucho tiempo, el festival de Cannes ha inaugurado su sección oficial con una película satisfactoria, Todos lo saben, coproducción franco-hispana-italiana, dirigida por el estimable iraní, Asghar Farhadi, quien ha trabajado por primera ocasión en un idioma, el español, que le resulta desconocido.
Aunque no está a la altura de sus anteriores Una separación (2011) y El pasado (2013), el cineasta explora nuevamente la dinámica torcida de una familia, en este caso una española que se reúne en un pequeño pueblo para celebrar una boda. A ella asiste Laura (Penélope Cruz), quien vive en Argentina con su familia; ella se rencuentra con un ex novio llamado Paco (Javier Bardem), pero todo parece cordial. En pleno festejo, desaparece Irene (Carla Campra), la voluntariosa hija adolescente de Laura, quien resulta ser secuestrada por unos maleantes que piden una fortuna.
Dicha crisis es suficiente para desencadenar resentimientos, reclamos y revelaciones que van en aumento. Las repercusiones del secuestro afectan incluso a la posición de la familia frente al pueblo entero. Mezcla de melodrama familiar y whodunit, la película mantiene la tensión del relato gracias al buen oficio de Farghadi y al profesionalismo de un reparto de primera que incluye, además, al argentino Ricardo Darín y los españoles Eduard Fernández, Bárbara Lennie, Elvira Mínguez y Ramón Barea, entre otros.
También pude ver, haciendo malabares con los extraños horarios, la película inaugural de la Quincena de Realizadores, que celebra su 50 edición. (Fue a partir de los disturbios de 1968 que se decidió crear una sección paralela para promisorios realizadores). El turno le tocó a la producción colombiana Pájaros de verano, que también tiene inversión mexicana, danesa y francesa. Dirigida por Ciro Guerra y su compañera, la productora Cristina Gallego, la película recrea en cinco partes, o cantos, el surgimiento del narcotráfico en la región de La Guajira en los años 60.
Autor de la memorable El abrazo de la serpiente (2015), Guerra adopta un tono mitologizante para narrar lo que es, en esencia, una historia de gangsters latinoamericanos (o específicamente, indígenas). La película sigue la curva dramática del género –éxito inicial, proceso de corrupción, escalada de violencia, guerras con bandas rivales y venganza– para narrar lo que sucede con una familia de indios wayuu que descubren el fácil negocio de venderles mariguana a unos gringos, hecho sintomático si los hay.
Guerra y Gallego mantienen casi todos los diálogos en dialecto, lo cual ayuda a diferenciar a los fuereños que hablan español. El ritual es muy importante en la comunidad wayuu, así como el honor familiar. En ese sentido, la tragedia es inevitable, pero los realizadores adoptan un tono sobrio que evita los excesos violentos de las películas de narcos.
(En este caso, la participación mexicana se dio con el productor Nicolás Celis y su compañía Pimienta Films, así como la estupenda música del compositor Leo Heiblum).
Muy ocupado se ha mantenido a Martin Scorsese en este festival. El martes fue la personalidad que a dúo con Cate Blanchett, presidenta del jurado, declaró inaugurado el certamen. Este miércoles presentó la versión restaurada de Enamorada, el clásico de Emilio Indio Fernández, también estuvo presente en la función de Calles peligrosas dentro de la Quincena (sección que la estrenó en 1974) y recibió el premio honorífico Carroza de Oro, que se otorga en la misma sección.
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