rupos estudiantiles de Nicaragua volvieron a manifestarse ayer en las calles de Managua, tres semanas después del inicio de las protestas por la alteración del sistema de pensiones en ese país centroamericano, las cuales fueron violentamente reprimidas, con un saldo de cerca de medio centenar de personas muertas. Como medidas de control de daños, el gobierno echó marcha atrás en las modificaciones reglamentarias que reducían las jubilaciones e incrementaban el monto de los aportes de los trabajadores, y posteriormente el Legislativo, dominado por el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), designó una Comisión de la Verdad para investigar las muertes ocurridas en el curso de las protestas, pero las organizaciones opositoras cuestionaron la creación de esa instancia y exigieron una investigación a cargo de representantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de la Organización de las Naciones Unidas.
La radicalización de la protesta queda claramente ilustrada por los posicionamientos del poeta y sacerdote Ernesto Cardenal –antiguo aliado del FSLN y posteriormente perseguido por el presidente Daniel Ortega– y del escritor Sergio Ramírez –quien durante la primera época de gobierno de la Revolución Sandinista fungió como vicepresidente–, los cuales señalaron en días pasados: queremos una república democrática, no diálogo
y que en el país de Rubén Darío el alzamiento desarmado
debe conducir a un cambio de sistema
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Por si no fuera suficiente con la indignación causada por las estrategias represivas gubernamentales, a las manifestaciones de ayer se sumaron los campesinos agraviados por las obras preliminares del frustrado canal interocéanico que habría de construirse a través del lago Cocibolca y el río San Juan.
Pero, más allá de razones inmediatas y descontentos específicos y sectoriales, las protestas en Nicaragua parecen expresar el hartazgo social ante las formas de gobernar patrimonialistas, arbitrarias y frívolas de Ortega y de su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, y ante la degeneración programática del FSLN, el cual encabezó en 1979 el derrocamiento armado de la vieja dictadura dinástica de los Somoza y fue derrotado en las urnas por la oposición de derecha 11 años después. Aunque el FSLN volvió a la Presidencia en 2007 como resultado de su triunfo electoral en los comicios del año anterior, diversas voces han señalado que regresó ya no como una organización sandinista sino danielista, en alusión al caudillismo que caracteriza a su principal dirigente.
Así, a pesar del aparato de control corporativo construido por el régimen en los pasados 11 años, cabe preguntarse si logrará sobrevivir al descontento generalizado sembrado por su propio desempeño y que, ciertamente, viene como anillo al dedo a los nunca depuestos afanes injerencistas de Washington en Nicaragua.