n su reportaje sobre la Montaña rebelde de Guerrero (México Indígena, número 2, nueva época, noviembre de 1989), Javier Aranda Luna escribió acerca del Pueblo de Dios: “Las prácticas religiosas también han sido un factor importante en los flujos migratorios de los últimos años en la Región de la Montaña. El Pueblo de Dios, creado hace apenas cuatro años en los límites de Oaxaca con Guerrero, es quizá la prueba más palpable al respecto. La fundación de este pueblo fue producto de las visiones que un pastor de cabras tuvo cerca de Santa Cruz Fandango, madero clavado en una de las cimas del cerro del Gavilán, que se encuentra, yendo a pie, a cuatro horas de Alcozauca.
“Juan Crecencio Reyes asegura que hace dos décadas, al descansar a la sombra de un ocote, cerca de la cruz vio al Hijo del Hombre caminar con su túnica, su cabello largo y su barba inconfundible, acompañado de uno de sus apóstoles, y que cerca de ellos vio aparecer la imagen de una cruz que del blanco pasó al verde y después al amarillo. Por supuesto ningún sacerdote aceptó su versión, pero con los años la gente de varios lugares empezó a llegar para saber un poco más de las visiones de ese hombre que ahora ‘ya no es como todos los hombres’, pues su destino desde entonces, nos dicen sus seguidores, ha sido escuchar de lo alto sobre las noches y los días que vendrán a través del sueño para que el futuro se cumpla como el irrevocable ayer.”
Junto a dos fotografías del lugar increíble, captadas por Elsa Medina, Javier Aranda proseguía: “Las peregrinaciones después de 1984 ya no regresaron a sus lugares. Algunos de sus integrantes se quedaron en tiendas de plástico y costales y poco a poco fueron construyendo una capilla y luego otra hasta crear ocho, a la par que edificaban sus casas con troncos y con ramas, con adobe y piedras. Cualquiera puede quedarse a vivir allí a cambio de acatar las reglas básicas (dictadas por la divinidad a través de Juan Crecencio) como son no ingerir alcohol, no fumar, no pelearse con las mujeres y evitar la violencia a toda costa. A los nuevos pobladores no les interesa que la Iglesia católica los reconozca. Los curas, dicen, son viciosos, beben, tiene trato carnal con las mujeres, fuman y no siguen el mandato del Altísimo. ‘No nos quieren pero tampoco los queremos’. Por eso y por hambre han abandonado sus tierras en otros sitios de Guerrero, Oaxaca e incluso Campeche. Llama la atención encontrarse en un cerro casas ordenadas, calles delimitadas por piedras blancas y la ausencia de basura. La limpieza del lugar es extrema y contrasta con la de sus pobladores: detrás de cada peregrinación, un grupo de adolescentes y niños tienen la tarea de recoger los pétalos que a su paso dejan los peregrinos”.
Javier expuso la materia del portentoso mensaje de la Ermita de la Vitrina Polarizada y de todo aquel culto apocalíptico: Los milagros son fotografías de su vidente que guardan con celo en el lugar santísimo, cuya única ventana tiene un vidrio polarizado. Su pacifismo los ha hecho ver con simpatía al gobierno municipal que encabeza Othón Salazar y aseguran que Juan Crecencio profetizó que en las elecciones de este fin de año (1989) la izquierda volverá a ganar el municipio
. Así fue. El profeta acertó, auxiliado por un renacido fervor cardenista tras el robo de las elecciones federales de 1988, y como consecuencia de la marea roja
que ya inundaba la Montaña de Guerrero hacía 10 años.
Días de amor y aventura. ¿Te acuerdas? Con la luz de tu parte, el mundo era una nuez abierta en tus ágiles manos. El primer día, a nuestra llegada, ayudamos a trasladar un herido de bala. Se respiraba un aire de revolución, resistencia, atrevimiento. Othón era una figura histórica, mítico líder magisterial, preso político, quien ya mayor había regresado a su pueblo para dar impulso a un ayuntamiento popular (en 1979 comunista, antes de disolverse el PC) que él no presidiría hasta dos o tres periodos municipales después, en 1988. Entonces comenzaba la estrategia contrainsurgente del PRI al injertar en Alcozauca la temible organización porril Antorcha Campesina.
Después de salvar azarosamente el pellejo sobre el abismo del río Amarillo llegamos a Alcozauca. Todavía hoy me sorprende con qué facilidad nos internamos en aquel ensayo general del fin del mundo, y al alba estábamos de vuelta, tan campantes, sin comprender aún que cualquier cosa puede comenzar cuando el tiempo se termina. En el Pueblo de Dios hace 29 años, el fin del mundo ya era cosa del pasado.