l presidente de Irán, Hassan Rouhani, respondió ayer a la amenaza de su homólogo estadunidense, Donald Trump, de abandonar el acuerdo en materia de no desarrollo de armas nucleares por parte de Teherán, el cual fue suscrito en julio de 2015 por ese país asiático con China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania.
Mediante ese acuerdo, Teherán se comprometió a limitar su programa atómico a aplicaciones pacíficas a cambio de un levantamiento progresivo de las sanciones internacionales establecidas en su contra.
El gobernante de la república islámica advirtió que si Washington da la espalda a ese pacto. lo lamentará como nunca en la historia
, y aseguró que en la sociedad iraní están unidas todas sus tendencias políticas, sean de derecha, de izquierda, conservadoras, reformadoras y moderadas
.
La semana pasada el presidente estadunidense amagó con retirar a su gobierno del acuerdo con Teherán –al que ha descalificado de manera sostenida desde que era candidato presidencial, por considerarlo demasiado blando
con Teherán– y dio de plazo hasta el día 12 del mes actual para que sus aliados de Europa occidental endurezcan las condiciones impuestas a Irán.
La exigencia de Trump es, a todas luces, imposible de cumplir, pues los signatarios del acuerdo no podrían, aunque quisieran, modificarlo de manera unilateral y sin el consentimiento de la parte iraní.
Con esta circunstancia en mente, es obligado concluir que, o bien el magnate neoyorquino está decidido a violentar el acuerdo y simplemente enunció un pretexto para ello, o que el asunto del pacto nuclear con Irán es una manera de presionar a sus aliados –Alemania, Francia y Reino Unido– para obtener de ellos concesiones en otros ámbitos, posiblemente en el comercial.
Estas hipótesis se ven fortalecidas por el contraste entre la actitud de la Casa Blanca hacia Irán y hacia Corea del Norte, país con el que, tras meses de tensiones al límite y amagos bélicos de ambas partes, Washington se encamina a un acercamiento.
Cabe destacar que, al igual que la república islámica, el régimen norcoreano desa-rrolló de manera independiente tecnología nuclear, pero a diferencia de los iraníes, Pyongyang la aplicó en la fabricación de armas atómicas, las cuales, según todas las informaciones disponibles, forman parte del arsenal operativo que posee.
Si aun en esas condiciones Trump manifestó su disposición a reunirse con el máximo gobernante de Corea del Norte, Kim Jong-un a finales de este mes, mejores motivos debería tener para mostrar tolerancia ante el programa nuclear con propósitos pacíficos de Teherán.
Así las cosas, el exabrupto del presidente estadunidense en contra del acuerdo nuclear con Teherán parece una de sus ya conocidas maniobras para obtener beneficios en otros terrenos.
Pero esta clase de jugadas representa, cuando las hace el jefe de Estado de la máxima potencia militar del mundo, un factor peligroso, desestabilizador y contraproducente, por cuanto podrían llevar al gobierno iraní a emprender un programa de fabricación de armas nucleares. Porque, al final de cuentas, la guerra contra Irak de 2003 demostró que Washington es capaz de usar el pretexto de las armas de destrucción masiva para arrasar a países que no las poseen.