l complejo de Edipo, la leyenda griega sirve para confirmar la validez universal de la hipótesis anticipada con ocasión de la sicología infantil. En nuestros sueños se atestigua que la explicación de la tragedia griega está en cada uno de nosotros. Máxime en estos meses en que todos intentamos matar al padre –Presidente– desplazado en hasta el momento vencedor en las agresivas encuestas electorales. El rey Edipo que ha matado a su padre y desposado a su madre, no es sino la realización de nuestros deseos infantiles… de acuerdo con la infancia vivida. No hay nada nuevo bajo el Sol.
Es así como se proyecta en el plano interasíquico y más concretamente en la pantalla del sueño el gran conflicto entre civilización e instinto: el hecho de que la leyenda de Edipo proceda de un material onírico arcaico, cuyo contenido es el desorden doloroso introducido en las relaciones con los parientes a raíz de los primeros impulsos sexuales, encuentra una indiscutible indicación en el texto mismo de la tragedia de Sófocles. Yocasta misma es quien explica a Edipo su propia historia como sueño típico y universal: son muchos los hombres que se ven en sueños cohabitando con su madre. Quien no se asusta de tales pesadillas soporta fácilmente la vida
.
A lo cual Freud concluye: “La leyenda de Edipo es la reacción de nuestra imaginación ante estos sueños típicos; deseo de la madre, muerte del padre, y así como estos sueños despiertan en la vida adulta sentimientos de rechazo, tiene la leyenda que acoger en su contenido, el horror y el castigo infligidos a sí mismo por la propia delincuencia.
“Todo salta a la vista, pero no nos ayuda nada para explicar los sueños de muerte de los padres en personas cuya piedad filial es intachable desde siempre. Pero estamos preparados por las discusiones anteriores para hacer remontar los deseos de muerte contra los padres a la primera infancia.
“Si los hombres modernos resultan tan conmovidos por Edipo rey, como los griegos de su tiempo, quiere decir que la tragedia griega deriva su fuerza no del contraste entre destino y voluntad humana, sino que su eficacia depende de la índole particular del material en que tal contraste se realiza. Debe haber en nosotros una voz interior dispuesta a reconocer el poder coactivo del destino de Edipo… Su destino nos conmueve porque habría podido ser el nuestro, porque el oráculo ha pronunciado, antes de nacer nosotros, esa misma maldición.”
Freud, a propósito de Hamlet y Macbeth, dice: “Igual que todos los síntomas neuróticos –y el sueño mismo– pueden ser interpretados, e incluso lo exigen para su plena comprensión, así también toda creación poética surge de más de un motivo y de más de una solicitación al alma del poeta y se prestan a más de una interpretación” (Paul Ricoeur, Una interpretación de la cultura, Siglo XXI Editores, página 167).
O sea lenguaje edípico formulado en términos de abrirse paso: escritura interna
en estado de formación que se estructura de variedad y diferenciación, integración y disgregación. Nada vuelve a ser igual a nada. Ni es fijo ni central. Movimiento de escenarios que se vuelve a recorrer el ciclo fantasmal de estar y no estar a la vez. Juego de tiempos y espacios que son y no son. Falta de fijeza de las cosas, incesante transformación enloquecedora que hace de cada instante en cuanto realidad síquica; vida pasional-muerte. Inquietante fluir inasible de un nada nace, si nada muere, todo se transforma, incansable mutación que capta el ojo, sin respuestas, ni curvas, sólo observación y preguntas, nuevas retranscripciones y nuevas preguntas. Perfecta imagen de la movilidad misma que proviene del inconsciente nunca captada. Conocer que nunca es total, sólo parcial. Un no conocer propio, el conocer no se da al hombre.