Fuenteovejuna, hoy y aquí
a muy conocida obra Fuenteovejuna, de Lope de Vega, está basada en hechos reales ocurridos en esa localidad, en 1476, y narra la historia de un pueblo que se une y levanta contra la injusticia y atropellos del poder, representados en la figura y autoridad del comendador. A más de 400 años y miles de kilómetros de distancia, con las necesarias adecuaciones de tiempo y espacio, la historia parecería repetirse en un lejano país llamado México, cuya vasta extensión podría llamarse Fuenteovejuna.
En nuestra Fuenteovejuna contemporánea se desenvuelve la historia de hoy que, gracias al talento de Fernando Bonilla en su doble papel de dramaturgo y director, nos coloca frente a una realidad de horror en la que el comendador ha dejado de ser un individuo para convertirse en ese pulpo colectivo que se conoce como narco y crimen organizado que, por supuesto, está íntimamente ligado a las esferas públicas de poder.
Arriba –literalmente, en unos balcones escenográficos–, la clase
política contempla y dirige todo. Abajo, su representante, el capo (comendador) y sus sicarios, auténticamente hacen lo que les da la gana y son el poder real en los muchos y extensos territorios que dominan.
Ante la impunidad de los criminales y la complicidad oficial, no queda otra salida para la gente, sino crear su propia Fuenteovejuna, su todos a una, y combatir así a sus depredadores.
Esto es lo que hace vigente la Fuenteovejuna de Lope de Vega que Bonilla retoma y recrea espléndidamente, utilizando incluso el verso en algunos pasajes y combinándolo con los modismos y acentos propios del norte mexicano, donde las acciones se desenvuelven, pero que igualmente podrían suceder (de hecho, ocurren) en cualquier otra parte del territorio nacional.
Manejando muy bien la dualidad de personajes, comendador-capo, Ortuño-sicario, Laurencia y Frondoso, villanos-pareja de chavos y Alcalde-doctor (en claro homenaje al doctor José Manuel Mireles, fundador de los grupos de autodefensa, policía comunitaria de Michoacán), el director se apoya en un estupendo elenco. Sin demérito para los demás, quienes se multiplican interpretando varios personajes, destacan Héctor Bonilla (Mireles) y Carlos Corona (capo), así como un equipo técnico igualmente de primera: Tenzing Ortega, iluminación y escenografía; Libertad Mardel, máscaras y vestuario; Leonardo Soqui, música original, y Juan Carlos Beyer, asesor de verso, quienes nos dan una versión en la que hábilmente se entrevera lo duro del relato con momentos de necesario relajamiento gracioso, ya que, como ocurre en la cotidianidad, la vida continúa y los pueblos tienen una enorme capacidad de resiliencia.
Denuncia clara de un estado de cosas existente, Algo en Fuenteovejuna, nombre que Bonilla dio a su versión, no es, sin embargo, panfleto, sino una obra de teatro perfectamente bien estructurada y escenificada que, por un lado, demuestra la perennidad de un clásico cuando lo es de veras y, por otro, la posibilidad de, sin desvirtuarlo, otorgarle toda la contemporaneidad de cualquier tiempo.
Algo en Fuenteovejuna que merece ser vista por todos, se presenta jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 19 horas y domingos a las 18 horas en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del Centro Cultural Universitario de la UNAM, en Ciudad Universitaria.