Opinión
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No Sólo de Pan...

De lágrimas

A

un con pan o incluso tortillas de maíz en la mesa, es imposible vivir cuando antes de comerlos la garganta se cierra y brotan naturalmente las lágrimas de la pena interiorizada que no sólo no acaba sino resurge por todos los rincones del mundo, el continente, el país, la ciudad, el círculo próximo, hace ya décadas, pero sobre todo esta semana, ayer, hoy…

Llanto por Siria, escogida por el imperio y sus aliados europeos e israelí para probar sus armas en lo que creen es su camino predestinado hacia el dominio de una parte del mundo que se les había escapado. Llanto por Lula, víctima (con Dilma Roussef) de uno de los más escandalosos montajes, no se sabe si más hipócrita que cínico, de los campeones de la corrupción autoconvertidos en sus sedicentes jueces. Llanto por Cuba tan pequeña en piso y alta en valentía. Llanto por Venezuela, defendida por sus mejores hijos e hijas (gracias, doctor Pablo González Casanova, por sus páginas de ayer). Llanto por los nuestros, tan desprovistos de alimento como de criterio, hasta ahora fácil presa de las mentiras que, esperamos, esta vez rechacen si logran despertar a tiempo para ahorrarnos otro (¿u otros?) ciclos de horror, muerte y miseria en su propia contra.

Llanto por el laboratorio que es nuestra Ciudad de México, donde dos coaliciones de partidos que ya demostraron su ineficacia experimentan los alcances de la intoxicación informativa, a fin de impedir que llegue a la alcaldía la única opción racional, pues la portadora posee sentido común en vez de intereses. Llanto por el viaje de Sergio Pitol, aunque donde se encuentre debe estar mejor que en la actual realidad veracruzana.

Llanto porque no se entiende tanta maldad en cada uno de los hombres y mujeres que la practican en despojar a los demás del pan y las tortillas, los huevos y la electricidad, los campos de cultivo, el agua limpia, los bosques y mares, contaminándolo todo con perversión diabólica. Como si ellos mismos y su descendencia no estuvieran concernidos por el futuro. ¿Deberíamos llorar también por su cortedad de entendederas?

Imagino el retumbar del planeta si pierden el poder de dañar el entorno humano y natural los megalómanos de la política: dirigentes fraudulentos, empresarios, militares, financieros, científicos locos de poder contravenir a la naturaleza al costo que sea (gracias, doctora Silvia Ribeiro, 14/4/18), todos aquellos que llorarían sus pérdidas sin, en realidad perder, lo que todo ser humano quisiera tener para vivir correctamente, mientras, por otra parte, cientos de miles de millones de personas saldríamos a festejar el fin de una época sombría y a veces francamente tenebrosa, donde hubo padres que para sobrevivir vendieron regularmente a sus hijos e hijas en varias partes del mundo, mujeres que sólo pudieron vivir vendiendo su cuerpo hasta la enfermedad y la muerte, jóvenes obligados a reclutarse en bandas enemigas del narcotráfico o en el Ejército o la policía, corrompiéndose o matándose los unos a los otros, desaparecidos reciclados en los laboratorios clandestinos de drogas sintéticas, campesinos esclavizados con sus familias en el cultivo de estupefacientes. O población de todas las edades que simplemente escarba en los basureros, duerme a la intemperie y asusta a las buenas conciencias cuando esquiva automóviles en busca de unos centavos a cambio de limpiar vidrios, vender chatarritas o hacer alguna gracia. Llanto por México entero, llanto por nuestra ciudad, desde sus alcantarillas hasta sus farolas, sus calles y servicios, sobre todo por sus árboles salvajemente tratados de la raíz a la fronda.

Llanto por las predecibles clases medias inclinadas a la derecha por ignorantes y por su miedo a los que llaman chusma, creyéndose exentas de este apelativo que les estampan los algo más ricos en cada capa, y así sucesivamente. Fenómeno cuya evidencia se revela en Acapulco. Donde, por cierto, constaté con indignación pero sin dolor, que de la capital al puerto no vi un solo espectacular de AMLO ni de Morena, ni a lo largo de las avenidas Costera, López Mateos, Puerto Marqués, Diamante y Barra Vieja.

Porque nuestro llanto, compartido por muchos y muchas, es de conciencia y lucidez sobre los alcances del mal y la indefensión de la mayoría. Mientras que las trácalas nos dan risa, porque somos muchos más los que vamos a vencer la apatía de algunos, la indecisión de otros, la desinformación de los más, los engaños, trampas y mentiras que suelen preceder a todos los fraudes. Estamos preparados: las lágrimas también sirven para luchar.