s común escuchar que en México se han perdido los valores y el respeto al estado de derecho. Que esos son los problemas estructurales de la sociedad, porque sin aquellos el país va al fracaso al ser el origen de todos los males. Aparentemente cualquier persona, si está cerca del poder y tiene dinero, puede hacer lo que se le pegue la gana sin recato, sin remordimientos o sentimientos hacia los demás.
En esas condiciones, la pregunta es ¿hacia dónde vamos, hacia dónde se encamina la sociedad? Cuando la corrupción y la impunidad se han vuelto incontrolables y la acumulación desmedida y exagerada de riqueza de unos cuantos es más fuerte que la vida en paz y que la conciencia tranquila, entonces estamos mal, se vea por el lado que se quiera.
En los tiempos actuales la opulencia y el cinismo son cada vez más evidentes ante la mirada de los que poco o nada tienen. Los protegidos por el gobierno y los beneficiarios de toda esa desigualdad no quisieran que la nación cambie, sino que el estado de cosas permanezca como está.
Esos mismos ven a los promotores de un cambio como los factores del retroceso y como los enemigos de la estabilidad y por eso tienen temor a las transformaciones, porque están cómodamente instalados en las mieles del imperio. Esos consideran a los partidarios de las innovaciones, no como sus adversarios políticos, sino como sus enemigos mortales a quienes quisieran destruir o eliminar. Por supuesto que eso se ha convertido en obsesivo y enfermizo para ellos, ya que carecen de todo sentido de responsabilidad social. De acuerdo con José Mujica el ex presidente de Uruguay, el filósofo estoico romano Séneca decía que pobres son aquellos que precisan mucho
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En el periodo electoral actual muchos de esos políticos y empresarios que se sienten derrotados, han aumentado su agresividad y su perversidad, mostrando lo peor de su condición humana. Así tenemos videos del PRI promovidos por la vulgaridad y abyección de su presidencia y de algunos dirigentes para complacer los intereses más oscuros de empresarios igual o peor de corruptos que ellos, atacando a diferentes personas y líderes con la pretensión de desprestigiarlos, sin darse cuenta que el pueblo y los verdaderos miembros de su partido los rechazan y los desprecian y que no pueden frenar el avance de la historia ni los cambios que inevitablemente se avecinan.
Las estrategias de los que van abajo en las campañas políticas y en las encuestas los hacen vociferar y rebajarse al nivel que verdaderamente tienen: porros y golpeadores corrientes que no merecen representar a quienes quieren y respetan sinceramente a su país, y no a los ilegítimos intereses de quienes no representan más que su egoísmo. Es más, en su irritación y desaliento están buscando impulsar a como dé lugar las llamadas reformas como la laboral o la energética, con una prisa exagerada que sólo refleja su conveniencia y la de aquellos que los mueven a impulsarlas para cometer cada vez más errores, atentados y arbitrariedades.
Algunos de los empresarios, administradores y líderes más corruptos del país han convertido la política en un sistema sucio y perverso para controlar y detener a sus enemigos. Al mismo tiempo, saben que no van a permanecer más en el poder, porque el pueblo los rechaza y está esperando un cambio de estrategia y de guía para conducir el destino de la nación hacia una etapa de mayor igualdad y bienestar. Esto es, hacia un sistema sin corrupción y sin la explotación irracional de los recursos del país, con un objetivo soberano y nacionalista y sin la impunidad que ha prevalecido hasta ahora, que, además, ha dañado mucho la imagen de México.
Es evidente la desesperación del gobierno por continuar avanzando en la contrarreforma laboral ya que con una prisa inisual sus representantes buscan aprobar un proyecto que atenta contra los derechos e intereses de la clase trabajadora, como ya lo hemos comentado en anteriores artículos y también lo han hecho especialistas en los temas laborales.
La Cámara de Diputados y el Senado deben rechazar este proyecto y esperar al cambio de gobierno, además de evitar conflictos de trabajo que pueden arriesgar aún más el crecimiento económico nacional.
Asimismo, la reforma energética ha despertado muchas críticas y comentarios negativos sobre el origen de los capitales que se están repartiendo con demasiada impaciencia los recursos de la energía nacional. Muy en especial en materia de refinación de petróleo, ya que en la actualidad México exporta crudo e importa gasolina. De ahí que se requiere una estrategia energética que beneficie principalmente a México y que el producto de las utilidades se aplique como en Noruega a mejorar la eficiencia productiva, la generación de empleos, los programas sociales y fortalecer el enorme fondo de pensiones que es la materia central para el retiro con dignidad de todas las personas.
Antes de terminar la administración de Enrique Peña Nieto, por iniciativa propia debe parar la reforma laboral y dejar al próximo gobierno la negociación de los cambios que se requieran, así como cancelar todos los contratos de protección patronal que son la clara muestra de la descomposición moral de un gobierno, al fomentar mediante ellos la desigualdad, la marginación y la pobreza.
Si se aprueba irresponsablemente esta ley durante estos últimos días o semanas, entonces veremos en plenitud la degradación de los derechos de los trabajadores, además de poner en peligro la posibilidad de firmar un Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Es tiempo de frenar la ignominia y la traición contra la clase trabajadora y el pueblo de México.