e la elección de julio próximo se ha dicho que es la de mayor importancia histórica en muchas décadas, por el gran número de electores potenciales registrados por el INE, por el gran número de cargos políticos que serán sometidos a votación; por la ingente tarea que tiene la autoridad electoral para recuperar su credibilidad, lesionada por elecciones anteriores; por la compleja faena que carga para reparar el daño que los partidos políticos, muy principalmente el PRI y el PAN, le han infligido. Lo es también por la colosal empresa organizativa que el INE ha de soportar; por el número de ciudadanos que participarán en esa inmensa empresa, y por la descomunal masa de recursos del presupuesto que los mexicanos deben pagar, y el INE gestionar, para tener una democracia apenas incipiente en su tramo básico, formal: la contienda electoral. Más allá del tramo formal y su enorme complejidad, la democracia entendida como sociedad incluyente, de iguales reales, no existe.
Pasando la estación de la pugna comicial, empezará, o no, el camino de la inclusión social, o habrá más, por muchos años más, de exclusión y desigualdad, y más de deterioro de esos lazos, hoy exánimes, que dan cohesión, esperanza y futuro a una sociedad.
Esto último, que entraña la gran decisión colectiva de inaugurar el rumbo que lleve a la inclusión, es el pensamiento que debieran tener en mente los mexicanos, principalmente los excluidos, para tomar su decisión sobre cómo transitar el día primero de julio. ¿Esa decisión derrota al miedo? ¿Pueden los excluidos derrotar a sus opresores?
Mil signos, claros síntomas, indicios perversos, y de plano filtraciones de toda índole, señalan la brutalidad de los actos ilegales que intentarán cometerse, desde las élites del poder, para congelar el cambio. ¿Cuántas intrigas oscuras se preparan, cuántas confabulaciones se traman, cuántas pérfidas asechanzas buscan degollar la única posibilidad de cambio que está configurándose después de un siglo? Si el cambio no se da, ¿cuántas generaciones continuarán andando la ruta maldita que para los excluidos es vida cotidiana?
Y si el primero de julio se abre la puerta, apenas se inaugura el inicio de una lucha que es sólo el umbral del camino sin fin de la liberación. Esa lucha querrá ser aplastada; la resistencia y la agresión de los poderosos comenzarán a desatarse para intentar detener todo lo que signifique rozar sus privilegios.
Todo ello hace distinta esta elección a cualquier otra en un siglo. Las mayorías están devastadas y exhaustas de soportar una injusticia social extrema y antiquísima como el polvo que las cubre. El hartazgo está moviendo a los excluidos hacia la rabia. Pero saben que no pueden desatarla. Y saben también quiénes son los que los han llevado a esos extremos de carencia: las élites económicas y políticas.
Hoy la cohesión del pacto de las élites por la concentración de los privilegios cede, la crisis la amenaza.
La crisis en las élites y el hartazgo de los excluidos están creando la posibilidad del cambio, y ya ha creado a Morena. Es esta coyuntura, que es una hecatombe social, la que hace de los próximos comicios, una elección única.
Si el peso específico de una votación masiva es mayor que todas las conspiraciones juntas que habremos de ver y de vivir, el cambio dará sus primeros pasos el 2 de julio.
Nadie espere de Morena que sea lo que no es. Es lo que es. Lo que la sociedad ha producido: sus militantes, sus dirigentes, sus bases activas, sus simpatizantes, sus potenciales votantes: los morenistas. Pero quienes intentamos pensar este trozo de mundo de desigualdad incontable que llamamos México, no debiéramos escatimar nunca nuestra aportación de pensamiento crítico que un gobierno morenista necesitará como el oxígeno, y habremos de hacerlo pensando en nuestra abigarrada nación, y especialmente en los excluidos.
Los morenistas, se vuelvan gobierno o no, habrán de seguir en su lucha, a brazo partido, aunque quizá en muchos años no veamos esa conjunción de condiciones que hoy hacen propicia su victoria electoral. Morena, si se vuelve gobierno, debiera buscar una reconstrucción del pacto social que vuelva a hacernos nación; que la fortaleza nacional no está reñida con la sociedad globalizada. Sólo tiene mejores armas para su inserción en el mundo.
Los señores empresarios están en contra de que ¡se revise!, técnica y legalmente, la construcción incipiente del nuevo aeropuerto de cdmx. En realidad, el aeropuerto no les es tan importante. Les importan sus ganancias. Dónde las obtengan, es lo de menos. Así será hoy, y a partir del 2 de julio, en todo: tendrán siempre dispuesto su combustible de alto octanaje para mantener 24×7 los motores de la resistencia y de la agresión contra toda medida que parezca impedir que sus ganancias siempre, a toda hora, crezcan y crezcan sin cesar. Así es la naturaleza del capital y sus capitostes. Resistirán también la construcción de un nuevo pacto social: ya lo dijo Meade: ¡las leyes no se discuten! Un abogado cabeza de chorlito.
Los políticos cuyas sucias manos han estado metidas en el nuevo aeropuerto también resisten: desvelar la corrupción allí metida los empavorece. El NAICM se va volviendo un símbolo de la podredumbre del negocio público de los gobernantes.
Bien, empieza la carrera del tramo final hacia los comicios. Mezclado con el espantoso hedor de la corrupción, empieza a percibirse un cierto airecillo de esperanza.