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México SA

Hacienda no da una

Bola de cristal inútil

Se anima para 2019

R

esulta envidiable el sempiterno optimismo –o la cara duda, que para efectos prácticos es lo mismo– de los tecnócratas que controlan el país desde hace tres décadas y media. Nunca pierden la sonrisa, por mucho que su bola de cristal no funciona, pues en dicho periodo todas sus proyecciones sobre el crecimiento económico del país fueron erróneas, y por mucho.

En seis sexenios al hilo (36 años de modernidad, producto de 12 secretarios de Hacienda, todos ellos itamitas, como profesores, alumnos o practicantes) nunca atinaron a tal pronóstico, pero ahora, a punto de finalizar la administración peñanietista se dan el lujo de proyectar un crecimiento económico de hasta 3.5 por ciento… en 2019, es decir, para cuando ya no estén donde están. No pudieron con el cargo ni con el encargo, pero, ya entrados en gastos, su optimismo les alcanza para el próximo año.

En el caso del sexenio de Peña Nieto, el resultado fue por goleada: 6-0 de seis fallaron seis, y van por el 7-0, pues en los denominados Precriterios 2019 la Secretaría de Hacienda –que por ley debe entregar al Congreso– “anticipa que (…) en 2019 el producto interno bruto (PIB) de México crezca entre 2.5 y 3.5 por ciento”.

¿Será? Un paseo temático ayuda a entender el por qué de la duda. Para 2013 originalmente el gobierno peñanietista prometió una tasa de crecimiento de 3.5 por ciento, porque las reformas estructurales no habían sido aprobadas; para 2014, ya con tales reformas palomeadas por el Legislativo, la oferta fue 3.9 por ciento; en 2015 la estimación era de 3.7; en 2016 de 3.6; en 2017 de 3, y para cerrar sexenio, en 2018 de 3 por ciento. Y de pilón ofrecieron, con la energética en funcionamiento, dos puntos porcentuales adicionales al crecimiento (en cada uno de los dos últimos años de la administración) que fortalecerán el sólido rumbo económico del país.

Entonces, si los genios de Hacienda hubieran cumplido con su propia oferta, el promedio anual de crecimiento económico del país, con Peña Nieto en Los Pinos, sería de 3.45 por ciento, y de 4.12 por ciento si se incluye el citado pilón, que resultó inexistente. Una proporción como la mencionada no solucionaría los crecientes problemas nacionales, pero cuando menos hubiera honrado el compromiso de EPN, en el sentido de que su gobierno incrementará el crecimiento potencial de la economía mexicana a 5.3 por ciento hacia 2018.

Pero bueno, como el hubiera no existe, entonces la economía mexicana creció como siempre: de forma inercial y en proporciones raquíticas. Contra los citados pronósticos, en 2013 la tasa de crecimiento fue en 2013 de 1.1 por ciento; 2014, 2.1; 2015, 2.5; 2016, 2.3; en 2017, 2.3, y en 2018 no pasará de dos y piquito. Así, como promedio anual el crecimiento fue de 2.1 por ciento, con todo y reformas.

Simplemente como referencia, en el México premoderno (de Lázaro Cárdenas a José López Portillo) todos los inquilinos de Los Pinos cuando menos registraron un año de sus respectivos sexenios con crecimiento superior a 8 por ciento. Por ejemplo (todas las cifras son del Inegi), en 1936, con Cárdenas en la residencia oficial, la economía creció 8.2 por ciento; con Manuel Ávila Camacho, en 1941 lo hizo 9.68 y en 1944, 8.04; con Miguel Alemán, en 1950 avanzó 9.72 por ciento; con Adolfo Ruiz Cortines, 8.48 en 1955; con Adolfo López Mateos, 8.11 en 1960 y 11.01 por ciento en 1964.

También con Gustavo Díaz Ordaz, 9.42 por ciento en el ignominioso 1968; con Luis Echeverría, 8.23 en 1972, y con José López Portillo, en 1978, 8.96 por ciento, en 1980, 9.23 por ciento, y en 1981, 8.53 por ciento. Todos los citados devaluaron el peso y la mayoría robó a manos llenas, tal cual ha sucedido de Miguel de la Madrid a la fecha. López Mateos (1964) tiene el registro más alto de crecimiento económico del México institucionalizado: 11.01 por ciento, a razón de casi un punto porcentual por mes; es decir, el triple de lo que Miguel de la Madrid, con su giro de 180 grados logró crecer en el sexenio completo.

Ya con los modernizadores salvando al país, el resultado fue para mal. El mayor crecimientoeconómico con Miguel de la Madrid se registró en 1984, con una tasa de 3.41 por ciento, aunque en el balance sexenal el promedio anual fue de apenas 0.34 por ciento. Con Carlos Salinas el mayor avance fue en 1990, con 5.18 por ciento, pero con promedio anual en el sexenio de 3.9. A Ernesto Zedillo le fue peor: su mejor año, 1996, con una tasa de 6.78 por ciento, pero el promedio no pasó de 3.5.

El mejor resultado de Fox se registró en 2006, ya de salida, con una tasa de 4.78 por ciento, pero el promedio anual fue de 2.3. Con Felipe Calderón el mejor logro fue en 2010, con una tasa de 5.5 por ciento, aunque los especialistas explicaron que se debió al rebote del desplome de 2009, cuando la economía se hundió 6.5 por ciento. Así, el promedio anual se ubicó en 1.9 por ciento.

Y con EPN el mejor año fue 2015, con 2.5 por ciento, para un promedio anual en el sexenio de 2.1 por ciento. Ello sin olvidar que, oficialmente, no hay crisis. La inercia, pues.

Por cierto, ayer el candidato tricolor que no es tricolor, José Antonio Meade, prometió que, en el hipotético caso de llegar a Los Pinos, vamos a romper la inercia comenzando por lo económico. No habrá nada de inercial para el destino del país; vamos a ganar por nuestros aciertos y no por los errores de los adversarios. Ajá, pero como secretario de Hacienda en dos sexenios (el de Calderón y el de EPN), la inercia en materia de crecimiento fue la norma y los aciertos brillaron por su ausencia. Entonces, ¿por qué no la rompió desde entonces?

Las rebanadas del pastel

A la redacción de México SA llegó una carta de OHL México, la consentida del actual gobierno. No dudo que sólo sus directivos creen en la siguiente versión, pero de todas formas el consorcio también tiene derecho de réplica. Va la parte medular, firmada por Esperanza Araiza, gerente de Comunicación Corporativa: “En su columna (27 de marzo de 2018) se señala que ‘… OHL –la casa blanca, Malinalco y otras…’. Al respecto me permito precisarle que OHL México no tiene ni ha tenido ninguna relación con los casos que menciona. De igual manera, ante los adjetivos que emite sobre la empresa, le comento que OHL México ha enfrentado una campaña de desprestigio que ha tenido como único objetivo el de tergiversar los hechos y confundir a la opinión pública en detrimento de la compañía”. Servida.

Twitter: @cafevega