Opinión
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México SA

Trump-Jinping: guerra comercial

China se come a Estados Unidos

México, República maquiladora

C

omo era de esperarse, la acción de Estados Unidos generó la reacción de China, con lo que dio inicio formal la tan anunciada guerra comercial entre ambas potencias –que arrastrará al resto del mundo–, bajo la dinámica de me pegas, pues te pego más fuerte, ya que la nación asiática no teme en absoluto y luchará hasta el fin para defender sus intereses legítimos con todas las medidas necesarias, de acuerdo con el ministro chino de Comercio.

Estados Unidos tiró el primer golpe (aranceles a bienes chinos, en represalia por el supuesto robo de derechos de propiedad intelectual, que podría llegar a 60 mil millones de dólares, de acuerdo con el esquizoide de la Casa Blanca) y China lo regresó (128 productos gringos sobre los que aplicará tasas aduaneras de 15 o 25 por ciento).

Y en medio del intercambio de piedras se ubica México –que abrió todo y entregó todo–, que comenzará a navegar a contracorriente, porque la tendencia mundial es la de proteger el respectivo interés nacional, es decir, lo que hacen chinos, gringos y muchos más. Como bien lo subraya el análisis del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC, del que se toman los siguientes pasajes), para nuestro país terminó el sueño del libre comercio desregulado que subordinó la legislación nacional a los ordenamientos de los organismos multinacionales.

China, Estados Unidos y Gran Bretaña buscan reorientar los flujos de inversión productiva, de financiamiento y el comercio internacional. Su meta es que ello contribuya a mantener y elevar su papel preponderante en el nuevo orden mundial que se construye. Gran Bretaña dio un paso atrás en el proceso de integración de la Unión Europea, y si bien aún existe una fuerte batalla entre quienes desean detener el Brexit y los grupos que buscan una mayor independencia, lo cierto es que el malestar por los resultados de la globalización y la integración europea propiciaron un fuerte debate en una nación que ha sido promotora de la apertura económica comercial, pero en donde siempre ha sido bajo el precepto de garantizarle mayores beneficios. El interés nacional, ante todo.

En el caso de China se observa la constitución de la potencia que podría conducir el destino económico y político del mundo durante las siguientes décadas. El liderazgo de la nación asiática tiene planes ambiciosos y la visión de su alcance se mostró durante la última semana con el planteamiento de ampliar la permanencia en el poder de Xi Jinping. La meta es garantizar la puesta en marcha de lo que han llamado el Sueño Chino, basado en dos ambiciosas estrategias que se complementan: el proyecto One Belt, One Road (OBOR, que busca la integración económica de 70 países en Asia, África y Europa) y el Made in China 2025. El último tiene un objetivo claro: aumentar el contenido nacional de los componentes clave de suproducción a 70 por ciento (casi el doble que en 2015).

Como punto de comparación, mientras el TPP11 (sin los gringos, y supuesto plan B del gobierno peñanietista ante la posible cancelación del TLCAN) pretende disminuir el contenido nacional al liberar de aranceles a lo hecho en la región de los países que lo integran, China busca garantizar que la globalización se mantenga, pero en donde el contenido nacional de los insumos utilizados en su mercado interno aumente. En otras palabras: el mundo se abrirá para favorecer el desarrollo de China. El interés nacional, ante todo; la apertura comercial sólo es un mecanismo.

¿Cómo pretenden lograrlo? Cuentan con la ventaja de haber hecho correctamente la tarea durante los pasados 40 años (México hizo lo contrario en ese mismo lapso). Cuando Estados Unidos, Japón y las potencias europeas decidieron trasladar su producción industrial a naciones con costos laborales bajos, generalmente ubicadas en el este asiático, México, Brasil, India y algunas naciones africanas; China aprovechó la estrategia occidental para capturar los procesos de manufactura al otorgar enormes facilidades fiscales, laborales, de financiamiento y ambientales a quienes se instalaron en su territorio.

La virtud de China fue incrustarse en el ADN de la globalización capitalista con una estrategia de Estado: su objetivo, capturar toda la cadena de valor agregado, para lo cual requería calidad educativa, innovación y transferencia tecnológica, infraestructura y el desarrollo de capital humano preparado para hacer negocios en cualquier lugar del mundo. Además, no se puede soslayar que todo lo hicieron estudiando el comportamiento del mundo: sus universidades e institutos de investigación cuentan con centros de análisis donde se estudia la economía, cultura, idioma, desempeño y estrategias de las naciones que son de interés para China. No hay mano invisible ni en comercio ni en análisis.

Entre 1980 y 2000 China avanzó en ese sentido. Su entrada a la Organización Mundial de Comercio formalizó su membresía al intercambio comercial, pero ya contaba con la aplicación de una política industrial previa que había favorecido el desarrollo y suprevalencia global en sectores estratégicos tradicionales como la fabricación de acero, aluminio, cemento, textiles, vestido, calzado, muebles y juguetes.

A estas alturas, China domina 50 por ciento del mercado mundial del acero, aluminio y cemento. En el primer caso, el Estado participa en más de 70 por ciento de las empresas siderúrgicas, en la práctica no se puede separar la gestión privada de la estrategia del gobierno para desarrollar a sus empresas. Subsidios, financiamiento, facilidades fiscales y baja regulación ambiental son sólo algunos de los pilares que se complementaron con el acelerado desarrollo de la innovación tecnológica, la formación de capital humano y la construcción de infraestructura moderna. Todo orientado a resultados: crecer 10 por ciento anual, sin pretextos.

Cuatro décadas después de iniciados los cambios, China, ya como potencia económica y política, pelea el primer lugar mundial con Estados Unidos. México dio el giro más o menos por la misma fecha y comenzó su transformación, pero sólo logró convertirse en un país maquilador, altamente dependiente del vecino del norte y anclado a 2 por ciento de crecimiento.

Las rebanadas del pastel

Un año ya del asesinato de Miroslava Breach y el gobernador Javier Corral se mantiene en el onanismo. Con resultados positivos, difícilmente alguien le reclamaría, pero no ha hecho nada, más que el ridículo.

Twitter: @cafevega