Las niñas de Guatemala
ace un año, el Estado guatemalteco asesinó a 41 niñas desprotegidas. No eran niñas con una vida común. O sí. La precariedad y el abandono llevó a sus padres, familiares o conocidos a internarlas en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción. Algunas huérfanas también estaban ahí buscando cobijo. Y lo que encontraron fueron maltratos y abusos sexuales. Exigieron justicia el 8 de marzo, en ocasión del Día Internacional de la Mujer. Y ante la sordera se escaparon. Ojo: no se fugaron, pues no estaban presas ni recluidas. Huyeron de la violencia institucional y luego fueron aprehendidas, como si fueran delincuentes, y las encerraron en un cuarto de 45 metros cuadrados, donde se inició el fuego que las autoridades no quisieron apagar, ni siquiera cuando empezaron a caer los cuerpos intoxicados.
No hay 8 de marzo posible sin justicia para las niñas de Guatemala, quienes además fueron revictimizadas por un Estado que las mostró como criminales, no como lo que eran: niñas y adolescentes guerreras que no se conformaron con los gusanos que les daban de comer y se rebelaron. Armaron un motín y no callaron. Y eso, en Guatemala, les costó la vida.
La impunidad es lo que permite la continuación de hechos espeluznantes. La no justicia, la falta de juicio verdadero y castigo para los responsables no sólo de haber ordenado el cierre de las puertas, sino del sistema, que permitió una cadena de arbitrariedades que las arrojó a la muerte, cuando ellas escapaban de la misma.
Un año sin justicia. Un año en el que permanecen las muñecas de carbón en el altar que se mantiene en la Plaza de la Constitución. No hay avances en los juicios que se siguen contra los presuntos responsables. No hay nada que calme los corazones de los familiares. El juicio contra Carlos Rodas, ex secretario de Bienestar Social de la Presidencia; Anahí Keller, ex subsecretaria de Bienestar Social, y Santos Torres, antiguo subdirector del centro, no arroja paz, pues la investigación no avanza y son inexplicables los retrasos. En el banquillo no están las instituciones, sino nombres de quienes ejecutaron órdenes. Y ni siquiera ellos tienen condenas.
En Guatemala se ha querido invisibilizarlas. Pero en el mundo sus nombres recorren las plazas. Esfuerzos de colectivos como Prensa Comunitaria les ha dado nombre, rostro e historia. Por eso el #NiUnaMenos resuena aquí más que nunca. Porque hace un año ellas morían calcinadas exigiendo justicia, mientras nosotras marchábamos. #NosDueles56 fue el hashtag con que este año exigimos justicia. Porque el Estado encerró a 56 y sólo sobrevivieron al fuego 15, cuyos testimonios recrearon la barbarie.