Los migrantes cambiaron y siguen cambiando la vida del sacerdote Alejandro Solalinde. Quien tiene 14 años de caminar junto a las oleadas de gente que cruza la frontera sur en busca de una vida mejor, expresa a La Jornada que las personas en tránsito hacia Estados Unidos cambiaron su visión, su relación con todo. La charla fue con motivo de la presentación ayer de Solalinde: los migrantes del sur, que escribió en coautoría con la antropóloga Ana Luz Minera, en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.

Aunque el libro aparenta ser una semblanza del sacerdote católico, para el entrevistado más bien describe lo que vive en el contexto de Ixtepec, Oaxaca, donde en 2007 fundó varios albergues. Solalinde entiende el volumen como una lección de vida, no para que se fijen en mi persona. No quiero que los demás me tomen como el centro de la vida, sino que puedan aprender algo como experiencia. Quiero que vean lo que he descubierto con los migrantes.

Para el fundador de Hermanos en el Camino los migrantes, nos enseñan que todos lo somos y que de alguna manera nos reflejamos en ellos. Solalinde, sin embargo, no sólo los ayuda, sino que trata de entenderlos: Empecé a observar y a analizarlos, a hacer muchas preguntas que con la experiencia pude contestar. Como historiador me documenté y me di cuenta de que realmente vivimos el fin de una civilización que se queda atrás.

Con los migrantes, asegura, se empieza una nueva era, en la medida en que ellos dejan sus raíces, su lugar de origen, porque ya no pueden vivir allí por la violencia, por el dinero o porque aspiran a una vida distinta que ven en los medios, las películas y la televisión. Profundizo en eso y digo que es un hecho que ya no nos sirve la vida que llevamos en esta civilización. Las cosas ya no nos llenan, ya no nos explican, nuestro pasado no justifica nuestro presente y tampoco previenen un futuro, mientras los migrantes sí.

Se habla de 240 millones de seres humanos moviéndose en el mundo. ¿Quién los mueve, sobre todo los de América? ¿Quién los pone de acuerdo? ¿Quién les dice como si fueran células programadas que tienen que ir a cierto lugar? Me he dado cuenta de que van a un futuro mejor. ¿En qué me baso? En los valores que ellos traen, porque el capitalismo neoliberal está cansado, han entrado en contradicciones sus mismas corrientes.

Me gusta comunicar

A la pregunta: ¿le gusta escribir?, Solalinde contesta: Me gusta comunicar, sin embargo, no soy escritor. Tengo facilidad para redactar, pero no tengo la elegancia, el lenguaje florido, toda la belleza que puede tener un escritor o una escritora. Me importa la claridad. Siento la necesidad de valerme de ese signo de la palabra hablada o escrita para comunicar ese caudal de cosas. Mi visión es como la síntesis de todo lo que he puesto en mi cabeza, conciencia, corazón, en mi práctica.

Por otra parte, “no puedo vivir sin la lectura. Me levanto como las cinco, cinco y media de la mañana, y leo de todo: poesía, historia, ciencia, aunque también me gustan los temas de espiritualidad. Lo que no dejo de leer todos los días es el Evangelio. Me gusta escribir para comunicarme con los demás. Siento que me daría lástima morirme guardando cosas que a otro le podrían servir.

Quiero mucho a las personas. Para mí, lo más valioso que Dios me ha regalado en la vida son las personas. A nadie siento como extraño. Quisiera compartir todo lo que tengo, lo que soy y lo que he llegado a descubrir.

De acuerdo con Solalinde, si leyéramos a Jesús en los evangelios, comprenderíamos lo que significa la migración, porque él fue el más famoso de los migrantes en toda la historia.