Detrás de la máscara que muestran las personas hay aspectos sórdidos, oscuros y siniestros, considera el escritor Eugenio Aguirre (Ciudad de México, 1944), quien desde su pluma dibuja a Carlos Thorton, carismático asesino y protagonista de su novela más reciente, El subastador. Cuidado al levantar la paleta para comprar sus delicados y bellos objetos, están marcados por una impronta sobrenatural o perversa. En entrevista, habla sobre esta historia homicida, con sesgos insólitos.

El ser humano tiene una parcela de violencia y salvajismo muy fuerte. Por eso suceden estos crímenes que leemos hoy en los periódicos, de gente desmembrada y decapitada. ¿Por qué tanto, si basta con matarlos?, ¿por qué colgarlos de los puentes? Hay un exceso en el ejercicio de la violencia, opina el autor, mientras el ruido de las sirenas llega hasta su penthouse con transparente vista a la gélida ciudad.

La sique criminal

Frente a la ventana, en el escritorio que mira a la urbe, esta novela fue construida como una radiografía del sicópata, con la urgencia de comprender cómo se generan en la mente las tendencias criminales. Es desde la visión del asesino, con un narrador externo que va lanzando las pistas.

Aficionado a la criminología desde antaño, ha tomado muchos referentes de los asesinos seriales, tan en boga en estudios, libros, películas y series de televisión. Me llamó mucho la atención las razones para desarrollar tanto salvajismo. Lo vemos todos los días. Si tu comparas a mi personaje con lo que está sucediendo ahora, hasta sería un ser sumamente amable.

Thorton, el subastador, es refinado, atractivo, culto y carismático. Desde la sala de pujas elige a sus víctimas, a quienes hará adquirir costosos objetos que encierran algún efecto sobrenatural o mortal. Te seduce, no esperas que un hombre de estas características tenga tendencias asesinas tan marcadas, soslayadas y ocultas, que ejerce con sumo placer.

Aguirre, con más de 50 libros en su historial, aborda esta novela negra después de trabajar muchos años en el género de novela histórica, por lo que este es un nuevo acercamiento a su creación.

La intención también se dirige hacia la dimensión de los objetos, comenta el escritor. Vivimos rodeados de ellos y muchas veces no sabemos sus historias. Por ejemplo, cuando heredas algo de tus abuelos o vas con un anticuario, compras un mueble, una lámpara o un enano de cristal, no sabes por qué están marcados y abandonados, los objetos son como los humanos, tienen su historia. En este caso puede ser macabra, perversa, nociva. Estos atributos en algún momento se reflejan en sus dueños y provocan situaciones inesperadas.

Aguirre acepta que, situada entre una clase adinerada, la novela también implica una crítica a la frivolidad de la alta burguesía y las actitudes de soberbia. Los que asisten a las subastas de Christie’s o Sotheby’s algunos son comerciantes, pero muchos otros pertenecen al jet set, son vanidosos y egocéntricos a los que les gusta adquirir objetos suntuarios para ostentarlos. Son arquetipos de la vida real, con los que he tratado, me han contado sus experiencias en el mundo de la riqueza, del dispendio en el mundo del exhibicionismo.

En las calles, sugiere el autor, habría que preguntarnos con cuántos sicópatas convivimos, no sabemos si esa mujer o aquel hombre tienen instintos asesinos. Y advierte: El trasfondo de la violencia es una especie de radiografía sutil, tramposa si quieres, del ejercicio de la violencia y las mentes criminales.

Eugenio Aguirre presentó El subastador en la Feria Internacional del Libro en Minería el viernes pasado.