Mercenarios
a Compañía Militar Privada de Wagner (CMPW), eufemismo con que aquí se conoce al más grande y mejor equipado grupo de mercenarios al mando del teniente coronel retirado Dimitri Utkin que utiliza como alias el apellido del compositor alemán, sufrió la noche del 7 al 8 de febrero un bombardeo demoledor de la aviación de Estados Unidos cerca del río Éufrates, que separa las zonas bajo control de las tropas gubernamentales y la oposición en Siria.
La masacre se produjo en las afueras de la ciudad de Deir ez-Zor cuando alrededor de 600 hombres armados se dirigían hacia la refinería, construida por la petrolera estadunidense Amoco antes de la guerra y en manos de las milicias kurdas. Detectada la columna por sus satélites y sistemas de vigilancia en Siria, el Pentágono solicitó a su contraparte en Rusia frenar el avance, poniéndola ante el dilema de tener que reconocer que puede dar órdenes a los mercenarios o responder que nada tiene que ver con ellos. Optó por lo segundo.
Todo indica que la CMPW estaba cumpliendo una misión ajena a la lucha contra el Estado Islámico –oficialmente ya derrotado ahí y que ahora maneja el negocio del narcotráfico desde Afganistán– y pretendía hacerse con el control de la refinería. Imposible conocer quién está detrás de la fallida operación, pero la prensa local considera que los más interesados son el gobierno de Bashar el Assad y/o el empresario Yevgueni Prigozhin, de quien se afirma tiene el compromiso de Damasco de otorgarle 25 por ciento de la producción de cualquier instalación de petróleo o gas que libere de sus adversarios.
No se sabe cuántos hombres murieron durante el bombardeo –al comienzo se dijo que sólo cinco y luego la cifra creció hasta cerca de medio millar, según diferentes fuentes y testimonios–, mientras la cancillería rusa, en un gesto inusual por su hermetismo en este tipo de situaciones incómodas, reconoció en un reciente comunicado que, a consecuencia de ese ataque, decenas
de ciudadanos rusos perdieron la vida y otros reciben tratamiento en hospitales. Acorde con la línea oficial, no eran soldados del ejército ruso y se encontraban en Siria por voluntad propia y diversos motivos
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El grupo de Wagner, como también se ha dado en llamar, tras participar en los sucesos de Crimea y los combates del sur de Ucrania, comenzó a operar en Siria y se le atribuyó un papel protagónico en la liberación de Palmira. De acuerdo con una investigación reciente, contaba hasta este mes con 3 mil 602 efectivos, repartidos entre los campos de batalla y su base en el poblado de Molkino, región de Krasnodar.
Resulta evidente que –igual que los soldados de la fortuna de Estados Unidos o cualquier otro país– los ex militares rusos no exponen sus vidas por defender a Rusia: lo hacen por dinero y poco les importa a quién sirven.
Matar para mantener a sus familias es lo único que saben hacer y, para terminar con la prohibición en Rusia de ser mercenario, sólo hace falta legalizar su estatus. El proyecto de ley está ya casi listo.