Sábado 24 de febrero de 2018, p. a16
El bardo, el intersticio, el espacio en blanco, el guiño, el rugido. La pincelada.
“Rousseau avanza sobre senderos, fanfarrias en trompetas/ como en safari hacia el corazón del all that jazz”: tremola la voz viril de Leonard Cohen.
Ese par de versos (de los que no ofrecí versión en español de la frase all that jazz por razones obvias al filme de Bob Fosse) forman parte de un poema de Joni Mitchell y ella convirtió, traviesa, irreverente hasta consigo misma, ese bello poema en una canción cuasi ámbar cuasi oro cuasi pop en un disco hoy legendario y aún incomprendido: The Hissing of Summer Lawns.
El Disquero, travieso e irreverente consigo mismo, inicia hoy la reseña de un disco desde el track final y no desde el inicio.
El disco se titula River y su subtítulo explica el orden desordenado de esta reseña: the joni letters.
Es del sello Verve, infalible, y así definió mi alma la categoría de esta novedad discográfica: “es un Disquero vintage”.
Data de 2007 pero está doquier: Spotify, YouTube, iTunes, Deezer, Apple Music…
Doquier.
Y de esta reseña también tiene la culpa mi hermano Hermann Bellinghausen, pues ¿se acuerdan?, sacó de su chaleco de reportero la vez pasada un disco maravilloso, así reseñado:
Esa reseña se llamó Ginger Baker pinta un óleo de Gauguin
y fue bien recibido con el nombre cariñoso de Disquero Gogán
, como continuación del Disquero Klimt
de la edición anterior:
Y ahí tienen ustedes que el Hermann regresa con una sonrisa: quedó bien chido el Disquero Gogán
y procedió a sacar de su chistera, digo de una de las bolsas de su chaleco de reportero, el disco que ahora nos ocupa y que se llama River y que el Disquero ya había mencionado, maravillado, en 2007, pero no logró reseñarlo cabalmente y es hasta ahora que lo intenta.
Luego de re-escucharlo y vuelto a saborear, fue hasta el track final cuando la gallina dijo ¡Eureka! (en homenaje a Les Luthiers), digo, ¡claro! Ahora, se dijo a sí mismo: estamos frente al Disquero Rusó
, el pintor, Rusó El Aduanero, porque trabajó revisando cosas en la aduana de París y los críticos de su época se burlaban de él porque pintaba “bien naif” y sus óleos no tenían relieves ni perspectiva, todos planos, pero eso sí, bien chingones.
Este óleo es monumental y se llama El sueño porque eso es: mi alma está soñando que sueña, desnuda a la izquierda de este óleo y suena el oboe del chamán que está en medio del cuadro, con su piel oscura dispuesta a deleitar la piel blanca y color de rosa de su amada, recostada en el diván, y bajo él se asoman dos felinos y hay flores de loto, bien budista el asuntacho, y follaje y helechos y el lecho, ay, el lecho, y entona Leonard Cohen:
Rousseau pinta una flor de jungla atrás del pabellón de su oreja
y luego:
pinta los helechos y las vides cual orquídeas
y pone una luna sobre las cabezas de una banda de cinco músicos
la tiende sobre la línea de la jungla
en gritos de ritual de tiempo y de sonido
y más adelante:
flotando, impelidas por la corriente acuosa sabor a babas deliciosas
hermosas mujeres se deslizan a través de válvulas y humo
tímidas y lascivas, salvajes y elegantes
y suenan sobre el agua el barritar de elefantes y el canto de esclavos que reman
en carga, en canto, sobre la delgada línea jungla
evaporándose, desvaneciéndose, lascivos todos sobre los contornos de la jungla
La voz carnosa, poéticamente sexual de Leonard Cohen pone en vida este hermoso poema de Joni Mitchell de la siguiente manera:
Y lo interesante es que el poeta Cohen es tan poeta, que rescata la poesía que Mitchell, con su muy peculiar sentido de la ironía, hizo de ese hermoso texto, la siguiente pieza, de la que pocos sospecharían encierra tantos secretos tan sexys, tan sedosos, tan bellos, tan salvajes:
Lo chido de la versión original, la de Joni Mitchell, es el inicio y el tapete continuo de tambores de Burundi, y un sonar inquietante que repta, babea, se desliza lascivo a lo largo de toda la pieza.
Y de todo eso y más magia aún está hecho el disco River, donde el maestro Herbie Hancock (Jerbi, pa’ los cuates) rinde homenaje a Joni Mitchell y le hace un favor al Disquero, que desde hace muchos años quiere hacerle un homenaje a esa semidiosa canadiense que para la industria del disco no es lo que de ella dicen: no es folk
, no es pop
; lo suyo es la magia y esa magia la expone en este disco Maese Jerbi quien, por cierto, y no es casualidad, es budista. Hermano en el Dharma.
Y ya que hablo de deudas, también debo un homenaje a otro de esos semidioses que pasan desapercibidos: Egberto Gismonti, a quien el Disquero no ha logrado aún rendir la pleitesía que se merece. Pero ya quedamos, mi alma.
Por lo pronto, este hermosísimo disco reúne, además de obras maestras de Joni Mitchell, a un trabuco de músicos: si Herbie Hancock está al piano es porque Wayne Shorter está en los saxos (y en los sexos, mi alma), Dave Holland acaricia las caderas del contrabajo acústico y Vinnie Colaiuta desliza sus sucias y magistrales manazas sobre los tambores. Jazzología, ciencia deductiva, diría Cortázar.
Además del track final, es decir el poema de Joni Mitchell que rescata Leonard Cohen, el Disquero se queda con los mohínes, el fraseo, esa irresistible manera de frasear en soul que aplica Corinne Bailey Rae a la pieza que titula el disco: River:
Esta bellísima manera de frasear en soul de Corinne pone cuerpo y corazón y sentimientos y concepto al espíritu sensual, místico y carnal al mismo tiempo de todo este hermoso disco, River, que recomiendo con todo entusiasmo y alegría.
Posee, y esa es su magia mayor, el poder del bardo, siendo bardo el término budista que designa el paréntesis que abrimos cuando pestañeamos, el tramo comprendido entre el momento en que nacemos y morimos, la trayectoria del sueño: el bardo es el sueño y eso pintó Rusó, el aduanero, no el que vendía enciclopedias, en ese cuadro que tituló así: El sueño y subtituló Reve exotique: mi alma duerme, sueña que sueña. Suena. Un ritual de tiempo y de sonido
It slithers away on brass like mouthpiece spit
and metal skin and ivory birds
go steaming up to Rousseau’s vines
they go steaming up to Brooklyn Bridge
steaming, steaming, steaming up the jungle line
y el ritual de tiempo y de sonido se desliza en tu sueño, mi alma, como mi baba en la boquilla del sax tenor, tener sex y sobre nuestra piel de metal y de aves de marfil y se evapora sobre los viñedos de Rousseau y allí va, flotando sobre el puente, evaporándose, desvaneciéndose, tendiendo su humus sobre la línea salvaje.
La línea salvaje del sueño. Un sueño río. Una novela río. Un poema río.
Rousseau walks on trumpet paths
safaris to the heart of all that jazz
Sueño. Soñemos. Un río.