n una visita al centro escolar Revolución para preparar un programa de la serie Crónicas y relatos de México, que conduzco para Canal 11, una vez más nos impresionamos con el proyecto que se realizó en 1933. Se construyó en el predio donde estuvo la trístemente celebre cárcel de Belén, en las avenidas Niños Héroes y Arcos de Belén. Ésta fue demolida para erigir en su lugar un símbolo del triunfo revolucionario, que permitiría cristalizar el sueño de la educación socialista. El país entraba en una época de estabilidad, tras el azaroso periodo posrevolucionario.
Alguna vez comentamos que la escuela Revolución cobró enorme importancia porque coincidió con la reforma al ar- tículo tercero constitucional, por lo que el entonces presidente Abelardo L. Rodríguez mandó levantar una imponente edificación. El ambicioso proyecto logró su plena realización en el gobierno del general Lázaro Cárdenas, quien propició que fuera un centro educativo de avanzada, en el cual los alumnos recibieran una educación integral, que contribuyera a modificar la ideología, las costumbres y el modo de vida para crear una nueva sociedad justa e igualitaria.
Para lograrlo se le dotó de las instalaciones más modernas: gimnasio, alberca, pista atlética, canchas deportivas, biblioteca y talleres. Como complemento, se invitó a varios pintores integrantes de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) para que plasmasen las ideas revolucionarias en los muros y vidrieras. Así, Raúl Anguiano, Fermín Revueltas, Aurora Reyes, Gonzalo de la Paz, Ignacio Gómez Jaramillo, Antonio Gutiérrez y Everardo Ramírez, pintaron paredes y diseñaron bellos vitrales.
En este marco se impartiría la mejor educación del país, complementada con talleres en los que se les enseñaba a los alumnos pintura y dibujo, y otros, en que se les preparaba como técnicos, propiciando su organización en sindicatos y cooperativas, incluso llevándolos a huelgas y manifestaciones sindicales. La Revolución se volvió la escuela modelo del país.
La enorme construcción que diseñó el arquitecto Antonio Muñoz aún funciona y alberga cinco escuelas. A pesar de cierto deterioro, destaca su impresionante vestíbulo, decorado con murales, y el interior, con un carácter como de escuela soviética de la era stalinista: construcciones macizas de concreto gris, grandes patios y piscina.
Ojalá algun día se restaure tanto su arquitectura y ornamentación como los ideales que le dieron origen. Es un símbolo de los mejores frutos que dio el movimiento revolucionario, que buscó la transformación profunda de nuestro país y vio en la educación el mejor camino.
Al terminar la visita fuimos a buscar el libro más reciente de Dina Comisarenco, Mirkin, Eclipse de siete lunas: mujeres muralistas en México, ya que una de ellas es Aurora Reyes, de quien acabábamos de ver un magnífico mural en el vestíbulo de la escuela. El tema es el ataque a una maestra por un grupo de hombres, que tienen ciertas características que los identifican como fascistas y fanáticos religiosos que se oponían a la educación socialista. Es una obra de una tremenda fuerza que revela la violencia que se ha ejercido contra las mujeres y que, desgraciadamente, continúa vigente.
Aurora Reyes es la primera mujer mexicana que pintó murales en nuestro país. Hubo antes algunas extranjeras que realizaron obra mural, como las estadunidenses Grace y Marion Greenwood, quienes trabajaron en el mercado Abelardo Rodríguez. Aurora era nieta del general Bernardo Reyes y una mujer de vanguardia, que además de artista era poeta; el título del libro es el de uno de sus poemas. En 1936 participó en la fundación de la LEAR, fue militante en el entonces proscrito Partido Comunista y participó en actividades sindicales.
Para comentar el excelente libro nos fuimos a la cantina La India, que desde hace un siglo se encuentra en la esquina de Bolívar y El Salvador. Ofrece una apetitosa botana de 10 guisados que cambia diario. Preparan buenos cocteles.