levo una semana sin entender por qué estaban tan sonrientes la señora Violeta Bule y el señor Miguel Ángel Mancera en la foto que publicaron varios diarios el pasado 12 de enero. La señora Bule es la comisaria de Movilidad y Transporte de la Comisión Europea. Y el señor Mancera es jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Aparecen juntos, felices, luego de que se reunieron en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento. El motivo: la señora Bule vino a reconocer el éxito que las autoridades capitalinas tienen con el nuevo modelo de movilidad Pasos Seguros, la campaña Yo me fijo, yo respeto y el programa integral de seguridad vial Visión Cero.
Las dos últimas administraciones citadinas han recibido reconocimientos por la tarea que realizan contra la contaminación, en especial la atmosférica. Por los programas de sustentabilidad y lucha contra el cambio climático. Y ahora, por la movilidad. Seguramente las instituciones que los otorgan no han visitado la ciudad y su área metropolitana con detenimiento, no han recorrido las áreas de mayor contaminación ni se han trasladado del sur al norte o del oriente al poniente de la megaurbe, como un ciudadano común. Si lo hicieran, sus reconocimientos los dejarían para el año 2050. Extraña también que no hagan mención a la zona conurbada, la de peor transporte y mayor contaminación y que afectan a quienes viven en la ciudad capital.
Los datos oficiales mencionan que los casi 25 millones de habitantes de la megaurbe soportan una mala calidad del aire casi todo el año, lo que afecta especialmente a niños, ancianos y personas que realizan actividades físicas al aire libre.
Tepotzotlán, Ecatepec, Tlalnepantla, Tultitlán, Coacalco, tienen un aire más contaminado que la Ciudad de México. Esto se debe a los más de 5 millones de vehículos no siempre en buen estado que saturan las vías de comunicación de la megaurbe, y a la industria. Aunque existe un programa de verificación vehicular, deja mucho qué desear por los sistemas de medición de contaminantes y la corrupción que impera especialmente en las entidades limítrofes con la Ciudad de México, mismas que extienden su mancha de asfalto sin control alguno sobre áreas verdes y agropecuarias.
¿Mejora la movilidad en la ciudad y el área conurbada? No. Leo el monitoreo de la empresa Tom Tom Trafic y resulta que ocupamos el primer lugar entre 390 grandes ciudades del planeta en cuanto a pésimo tráfico. Por ejemplo, superamos a Bangkok, Delhi, Río de Janeiro, las megaurbes chinas y El Cairo en congestionamiento vehicular. El sistema de transporte público, rebasado por la demanda de una población que no deja de aumentar. Y el concesionado, en su mayoría obsoleto y peligroso para los que viajan en él por la inseguridad, los asaltos. Destaca al respecto, el estado de México.
El estudio, como muchos otros, no mide los daños que ocasiona a la salud de las personas que a diario deben trasladarse en los diversos sistemas de transporte y tardan horas en hacerlo por el congestionamiento vial. Desde la periferia hasta el centro de trabajo en la capital del país llegan a perder hasta cuatro horas diariamente. A escala nacional es además, la ciudad con peor movilidad: en horas pico, apenas 33 kilómetros en una hora. En una vía de comunicación normal el promedio es de 90.
Diversos estudios muestran que, si en realidad las autoridades de las cinco entidades que conforman la megaurbe tomaran las medidas adecuadas, no se perderían cerca de 34 mil millones de pesos cada año por atender las enfermedades relacionadas con la mala calidad del aire y el estrés, el ausentismo laboral y escolar y otras causas no menos importantes. Esa cifra aumenta porque cada día se suman al tránsito unos mil nuevos coches. Costaría menos modernizar el sistema de vialidad y el transporte. Pero, como hemos visto en la Ciudad de México, se hacen obras inútiles, que estorban la circulación y en nada protegen al peatón. Que expanden la mancha de asfalto y llenan de postes de pésima calidad a vías de circulación que antes eran fluidas y bellas. Ejemplos al respecto, las delegaciones Cuauhtémoc y Benito Juárez.
A propósito: ¿de quién o quiénes es el negocio de obras tan innecesarias y mal hechas?