Nuevo libro de Meghnad Desai, critica la teoría económica y a los economistas/ III
La revolución teórica de John M. Keynes domesticada por John Hicks
n Arrogancia desmesurada. Por qué fallaron los economistas al predecir las crisis y como evitar la siguiente (Siglo XXI editores, 2017), Meghnad Desai (MD), después de haber descrito las ideas de quienes analizaron en el siglo XIX las crisis capitalistas, particularmente Marx y Engels, aborda el pensamiento de dos economistas que postularon ciclos económicos de larga duración: Schumpeter, austriaco (1883-1950), y Kondratieff, ruso (1892-1931). El primero concibió los ciclos de hasta 50 años generados por conglomerados de innovaciones o destrucción creativa (las nuevas tecnologías destruyen las prexistentes) del capitalismo (pp. 63-64). El segundo identificó tres ondas largas (o grandes ciclos) entre 1780 y 1920. Los ciclos de corta o mediana duración (Marx había identificado ciclos de 10 años) se entretejerían con estas ondas largas. En el capítulo tres, presenta con detalle el papel de Alfred Marshall (1842-1924) en la institucionalización de la profesión de economista y de la enseñanza de la teo-ría económica de la corriente principal, basada en supuestos irreales como el de competencia perfecta (los productores como tomadores de precios). Más tarde se desarrollarían las teorías de la competencia imperfecta (los productores como fijadores de precios) y la teoría cuantitativa del dinero o ecuación de intercambio
. A. C. Pigou, pionero de la rama de economía del bienestar, rompió con la idea clásica y neoclásica de que el mercado ‘sabía mejor’ y si se le dejaba operar sin interferencias produciría el mejor de los resultados, y formuló el concepto de externalidad, explica MD. En este mismo capítulo narra la Gran Depresión que arrancó con el desplome de la bolsa de valores en Nueva York en octubre de 1929 y duró hasta 1941 en Estados Unidos. Los preminentes economistas de entonces pensaban que la solución estaba en los mercados y que sus teorías no te-nían que corregirse. Arrogancia desmesurada desde entonces, habría que añadir. Aborda las fallidas explicaciones de la Gran Depresión de Keynes (1930, Tratado sobre el dinero), Hayek (Precios y producción, 1931) y Myrdal (Equilibrio monetario, 1939), cuyos análisis y propuestas no tuvieron impacto en la política económica, y termina el capítulo describiendo el nacimiento de la econometría y como se ha vuelto parte esencial de la caja de herramientas de los economistas, y algunos ejemplos de su aplicación.
En el capítulo cuatro, el más extenso del libro, Desai aborda la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, el segundo intento de explicación de John Maynard Keynes (JMK), que ahora fue muy exitoso. Relata la esencia de la teoría de JMK que, empezó, nos informa, con el descubrimiento, por parte de su colega Richard Kahn, del efecto multiplicador del gasto gubernamental, lo cual le permitió a JMK ver el efecto negativo del ahorro (su efecto multiplicador negativo) e incluir el multiplicador en su teoría general. MD resume el argumento de JMK señalando, en primer lugar, que el nivel de empleo lo determina la demanda agregada y no la escala de los salarios reales. En segundo lugar, señala que las curvas de la demanda y la oferta agregadas determinan el nivel del empleo y del ingreso (pero no determinan precios, ni tasa de interés), destacando que una de las innovaciones de Keynes estaba presente en la forma de la curva de demanda agregada, que tendía a hacerse horizontal porque la propensión marginal a consumir era menor a la unidad y bajaba a medida que crecía el ingreso. El nivel de empleo resultante en la intersección de las dos curvas no sería, necesariamente, de pleno empleo. Explica la teoría de los determinantes de la inversión de JMK, incluyendo su innovación sobre la preferencia por liquidez que explicaría que los empresarios retuvieran efectivo, principalmente por razones especulativas. Esto lo discute MD en detalle.
El éxito de la Teoría general estribaría en que justificaba el aumento en el gasto gubernamental como el único elemento de la demanda agregada que podría aumentar de manera autónoma y elevar el nivel del empleo y del ingreso, lo que además lo hacía autofinanciable: al aumentar la producción y el ingreso, se incrementaba la recaudación fiscal. Luego relata el ‘abrazo paralizador’ de John Hicks, quien reinterpretó la teoría keynesiana en términos neoclásicos de dos curvas que se intersectan y determinan por una parte la tasa de interés (símil con precios) y, por otra, el nivel de ingreso (símil con cantidades). Las dos curvas, son: la IS (de inversión y ahorro, por su nombre en inglés) que representa la combinación de tasas de interés (r) e ingresos (y) que igualarían el ahorro y la inversión. La otra es la curva LM: las combinaciones de r e y donde se igualan oferta y demanda de dinero. Dice MD:
El triunfo de Hicks fue total. Los economistas ya no necesitaban vadear por la Teoría general y dejaron de hacerlo. Keynes habría desatado una revolución, pero Hicks domesticó su mensaje y lo hizo familiar para los economistas, al expresarlo en términos que les eran conocidos. El énfasis pasó del empleo al ingreso, y del mercado de trabajo al de bienes. El nivel de precios se supuso fijo... Pasó cierto tiempo para que los keynesianos se empezaran a sentir incómodos ante el abrazo hicksiano. Para empezar, todo el mundo, incluso el propio Keynes, aprobó la forma más digerible de Hicks que permitió que el mensaje de Keynes llegara a más economistas. Fue sólo después que algunos keynesianos fundamentalistas empezaron a objetar que el libro original hubiese sido ignorado y que la novedad del argumento de Keynes hubiese sido obliterada en la versión de Hicks. El de-sacuerdo con la simplificación hicksiana del modelo de Keynes se volvió desenfrenado durante los años 60 y 70, con amplias franjas de economistas argumentando que el enfoque IS-LM distorsionaba el mensaje original de la Teoría general. La teoría económica poskeynesiana nació en los años 60, con la esperanza de restituir el verdadero mensaje de Keynes, pero ha permanecido como culto minoritario.” (p.112; combino la traducción de Siglo XXI con la mía).
A pesar del predominio del keynesianismo bastardo, como denominó Joan Robinson la versión hicksiana, el triunfo de Keynes fue completo en términos de políticas públicas: la herramienta principal fue la fiscal y la política monetaria se consideró inútil para combatir la recesión, relata MD. El auge económico de la segunda posguerra se asocia con el keynesianismo. Parecía que Keynes había resuelto el problema del crecimiento económico para siempre. Las economías fueron dotadas de estabilizadores internos, como el seguro de desempleo y la seguridad social, que mantenían la demanda aunque el desempleo aumentara. Keynes también impulsó la filosofía redistributiva:
“Las ideas de Keynes sobre la amenaza planteada por los excesivos ahorros de los ‘ricos’ y por la resistencia de la clase rentista a las bajas tasas de interés, impulsaron la filosofía redistributiva. Ahora la redistribución era no sólo políticamente deseable para la izquierda sino económicamente eficiente”. (p.117; mi traducción)
Pero el periodo dorado del keynesianismo no duró mucho porque la macroeconomía keynesiana no fue acompañada de una nueva microecononomía que unificara la teoría económica y porque el estancamiento con inflación (estagflación) minaría sus bases. Eso lo describe MD en lo que sigue del capítulo cuatro.