tro 25 de noviembre quedó atrás. Como a la distancia, hace 57 años, las Mariposas dejaron de volar.
¿Quiénes eran las Mariposas?
Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, opositoras férreas a la dictadura del presidente Rafael Leónidas Trujillo.
Las hermanas Mirabal nacieron en el municipio de Salcedo, República Dominicana. Asistieron a un colegio de religiosas, y es aquí donde por primera vez conocieron las historias de sus compañeras de pupitre que perdieron a sus padres o fortunas con motivo del régimen opresor que imperaba en la isla.
Más tarde, la familia Mirabal también fue víctima del caos. Minerva y María Teresa se integraron a un grupo político antagonista al régimen. Patria, aunque no fue militante activa, participaba guardando armamento y organizando reuniones en su domicilio.
Los esposos de Minerva y María Teresa también lucharon contra el dictador. Sus actividades los llevaron, junto con sus cónyuges, a la cárcel. Ellas fueron torturadas y violadas reiteradamente durante su estadía en prisión. Más tarde, en aparente acto de buena voluntad, fueron liberadas. Tiempo después se sabría que su excarcelación fue el móvil para eliminarlas.
Las Mirabal acostumbraban visitar a sus esposos una vez por semana, lo que implicaba un largo viaje por una carretera peligrosa. La trágica tarde del 25 de noviembre de 1960 fueron emboscadas después de abandonar La Fortaleza, como se conocía a la cárcel ubicada en Puerto Plata. En el auto viajaban Minerva, María Teresa y Patria, acompañadas por el conductor Rufino de la Cruz.
En el tramo conocido como Puente de Marapica, lugar sinuoso y con curvas peligrosas, las bajaron del auto en que viajaban, las condujeron a un domicilio donde las asfixiaron y apalearon, para después subirlas a su vehículo y simular un desafortunado accidente
automovilístico.
Ha pasado más de medio siglo desde entonces. En República Dominicana su muerte fue punto de unión y despertar de conciencias que terminaron con la vida del dictador.
En el mundo, cada año en esa fecha, se conmemora el Día Internacional de la no Violencia Contra la Mujer, que nace en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado en Bogotá en 1981. La Asamblea General de la ONU, en 1999, designó esta data como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, del que derivan obligaciones concretas para que los estados prevengan, investiguen y castiguen a quienes ocasionen cualquier tipo de violencia contra las mujeres.
Pese a todo, la violencia no desaparece.
A principios del siglo XX, las feministas luchaban por el derecho al trabajo y por el reconocimiento pleno de sus derechos políticos. La batalla continúa por idénticas causas que, aunque reconocidas desde la formalidad de la ley, todavía no son prerrogativas absolutas en el contexto cotidiano.
Nuestros afanes también exigen la presencia paritaria de las mujeres en todos los espacios de la vida pública. No obstante, a algunas voces les asusta hablar de paridad fuera del ámbito electoral, sin reflexionar que es sinónimo de igualdad.
Desafortunadamente la violencia va en escalada. Hoy niñas, adolescentes y adultas luchamos por nuestras vidas. Unimos esfuerzos para sobrevivir en una sociedad donde la violencia feminicida crece porque todavía no se entiende que nuestro cuerpo no forma parte del imaginario colectivo.
A pesar de los esfuerzos, pareciera que se normaliza escuchar día con día historias de descuartizadas, violadas, desaparecidas y, en el mejor de los casos, golpeadas.
Seguimos exigiendo igualdad y consideración como personas receptoras de derechos humanos. A las autoridades corresponde la salvaguarda de esos derechos, evitando todo tipo de discriminación y violencia que vulnere nuestra dignidad e integridad.
Entonces ¿por qué resulta tan problemático lograr la igualdad y el respeto absoluto? Son muchas las razones, pero lo que es cierto es que la formalidad de la ley no basta y que deben incrementarse los esfuerzos para eliminar los estereotipos y roles que tanto daño social provocan. El reto es grande. Resulta prioritario construir sociedades incluyentes que abriguen a todos los grupos históricamente desaventajados, donde resuenen las voces de mujeres y hombres unidos frontalmente contra toda clase de violencia y discriminación.
Requerimos familias, comunidades, pueblos y países con un nuevo espectro de vida que no únicamente tolere, sino que defienda las fronteras de la diversidad. Donde las mujeres estemos seguras porque se dignifica nuestra persona y potencial.
La espera debe terminar. Es indispensable actuar para frenar y acabar con la violencia y la discriminación. Deconstruir y construir otros patrones de conducta. Generar nuevas prácticas y políticas públicas efectivas. Una nueva educación en el seno de la familia, en la escuela, en la colectividad.
Las mujeres aspiramos, como las mariposas, a continuar el suave vuelo de la libertad.
¡Que los 16 días de activismo contra la violencia de género, que culminan el 10 de diciembre, día de los derechos humanos, no pasen sin pena ni gloria! Construyamos una realidad donde el lema: Que nadie se quede atrás: Pongamos fin a la violencia contra las mujeres y las niñas
, no sea una campaña más, sino una inminente realidad. Y usted ¿está dispuesto a unirse?
*Magistrada federal y académica universitaria