Opinión
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Poder en la sombra
H

an lanzado varias tentativas para llegar al poder central de la República desde la Secretaría de Hacienda. Ninguna de ellas fructificó como hubieran deseado a pesar de constituir un trabuco de profesionales financieros con ambiciones de largo aliento. Lo más cerca de coronar los esfuerzos se dio cuando Ernesto Zedillo entró de emergente tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Ese tecnócrata no salió de tal institución pero recibió, previamente, un entrenamiento semejante. Lo improvisado de su candidatura y el escaso tiempo que tuvo para preparar el asalto a la silla principal no le permitió sembrar la ruta de manera adecuada. Para tal cometido es preciso una construcción cuidadosa y dilatada que el bajacaliforniano no labró. Eso no le impidió intentarlo una vez empotrado en Los Pinos mediante una operación trastabillante pero, finalmente, regularmente exitosa. El cuerpo burocrático previo para que la aventura pudiera consolidarse fue ralo y con medianas ambiciones generacionales.

Mientras todas estas peripecias electorales se sucedían, un manojo de tecnócratas, completaba su formación en universidades extranjeras. Al mismo tiempo y de manera consistente, fueron rellenando los entresijos directivos de las variadas instituciones del entramado financiero del país. Los egresados de la escuela de economía del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) en CDMX se dieron a la tarea de formar un grupo compacto de amigos que acomodó dos generaciones sucesivas. La primera abrió una brecha suficientemente ancha por la que pudieron ascender los de una segunda y más nutrida camada. Estos últimos, con ambiciones concretas y habilidades ciertas en sus quehaceres. Es decir, más avezados en las lides del dominio cupular para orientar la economía y la defensa de posiciones adquiridas. Tan han coronado sus desvelos que hoy lanzan, apoyados en la siglas del PRI, su tentativa más robusta para llegar a despachar en Palacio Nacional. Cuentan, para este prometedor cometido, con toda una extensa, aceitada maquinaria de resortes de poder que les puede dar el sustento requerido para la conquista de la presa mayor. Esta enorme red, integrada con empeño, sin embargo, no alcanza para atraer el voto masivo de los mexicanos y ganar la elección del año que entra. Necesitan otras muchas palancas –medios de comunicación afines– que les permitan asegurar el triunfo.

Eso que buscan creen haberlo hallado dentro de un partido, otrora lleno de fuerza pero hoy en decadencia evidente, que no les abrirá las puertas de manera gratuita, segura, legal y fácil. En esta dura actualidad se les impone, como mal necesario, la disposición de evitar cualquier escrúpulo legal. Tendrán que ir con tiento, intercambiando favores y extendiendo promesas y amasar complicidades en cada uno de los pasos del complejo proceso electoral. La cerrada competencia que se avecina a ello les obligará. Parten en un lejano tercer sitio y la remontada no les dibuja un panorama halagüeño.

Para salir a la luz pública y ganar adeptos, la tecnocracia financiera se enfrentará al creciente escrutinio ciudadano. Conducta nada fácil para su acostumbrado sigilo. Sus modos, maniobras y decires los entonan en voz baja y dentro de lujosas oficinas. Habitan, con parsimonia notable, los llamados pasillos de palacio. Ahí todo es confidencial, delicado, selecto. Los acuerdos negociados usualmente se acompasan con el uso de amplios recursos y las consabidas condicionantes de letra chiquita. La lucha electiva exige, bien se sabe, otras muchas modalidades que no están a su alcance por ahora. Tendrán que encontrarlas a marchas forzadas. La ventaja que el puntero –en las encuestas– les saca es, por ahora, amplísima.

Los primeros pasos que ha dado José Antonio Mead, ya bien entronizado como el candidato del mermado trabuco del oficialismo priísta, apuntan a una continuidad rigurosa del gastado eslogan: sabemos cómo hacerlo. El modelo vigente tendrá, de triunfar el año que entra la acometida hacendaria por la Presidencia, otros seis años de duración asegurada. El acendrado neoliberalismo, no sólo del grupo de itamitas y el de todos aquellos que ocupan puestos elevados en el aparato financiero nacional, a muchos les parece suficiente garantía. Aún en caso de que la alternativa de Morena prevalezca en las urnas, la influencia que ejercerá esta tecnocracia financiera será, sin duda, apabullante. Son estos personajes endurecidamente resistentes a cualquier variante de cambio que toque el modelo. Bien puede decirse que tan apretujado enclave es un efectivo poder en las sombras. Los réditos de tan exclusiva red de financieros estarán, como lo han estado durante ya muchos años, al servicio de la plutocracia del país y sus contrapartes del exterior. Para todos los demás se deja un ancho mar de desigualdades y exclusiones de variado tipo.