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Apuntes postsoviéticos

Problema común

L

os países que formaron parte de la Unión Soviética –15 repúblicas con camino propio, tres de ellas miembros de la Unión Europea; otras, que no ocultan su intención de serlo; algunas, que tratan de sacar provecho de su eventual adhesión a uno u otro bloque; vecinos, casi (y en dos ocasiones, sin el adverbio) en guerra por diversos motivos; regímenes centroasiáticos y caucasianos, prototipo de las desigualdades sociales, y el más grande, que quiere imponer su liderazgo en el espacio postsoviético– surgieron del mismo origen, comparten muchos rasgos y –además de las injusticias y abusos que definen el capitalismo en sus diversas fases de desarrollo– tienen un problema común.

Sin pretender hacer un análisis exhaustivo, salta a la vista que la mayoría de los países ex soviéticos no saben cómo revertir la sostenida tendencia a disminuir, por causas naturales, su población.

Para ilustrarlo bastan dos ejemplos: Bielorrusia y Letonia. En el primero, con sus 9 millones 200 mil habitantes, parece imposible alcanzar la meta de 20 millones, fijada por su gobierno como la más adecuada a su realidad socioeconómica. En el segundo, si se mantiene en Letonia la tasa de natalidad, dentro de 100 años sólo habrá ahí gatos y perros, se desprende de pesimistas pronósticos.

Cuando se disolvió la Unión Soviética, Letonia tenía 2 millones 600 mil habitantes, pero ahora son un millón 900 mil. En el mismo periodo, lo que parece un triste récord mundial, Ucrania perdió 9 millones de habitantes, y no sólo porque la mortandad supera la natalidad: en los dos años recientes, gracias a la confrontación armada en el este del país, más de un millón de ucranios han emigrado en busca de paz y trabajo a Rusia y Polonia, sumándose a los 7 millones que ya llevan tiempo viviendo fuera de su territorio.

En un cuarto de siglo –más ejemplos– la población de Georgia perdió un millón 700 mil personas y la de Moldavia, 800 mil. En ese contexto, sólo en Asia central, a pesar de la migración de trabajadores con papeles y sin ellos hacia Rusia, crece la población, en primer término en Uzbekistán, que cada semestre suma 500 mil nuevos habitantes.

Según los expertos, el decrecimiento poblacional en el espacio postsoviético se debe al impacto económico y social de la desintegración y otras muchas causas, pero no en menor grado es consecuencia de la erosión del concepto de familia.

Sobre todo, en Rusia. Para combatir la baja natalidad, el aumento de la edad de contraer matrimonio y de tener hijos o el incremento de los divorcios, factores que influyen de modo decisivo en la crisis demográfica, el presidente Vladimir Putin acaba de prometer una recompensa económica para las parejas que tengan un primer hijo.

El gozo de la noticia se vino abajo cuando se supo el irrisorio monto del subsidio, pero la oferta puede sumar algunos votos, ahora que empieza la campaña electoral. El problema común para Rusia y los otros países de la ex Unión Soviética, sin embargo, no se resolverá con ese tipo de estímulos.