esde hace casi medio siglo, el atelier de litografías Clot, Bramsen & Georges, instalado en la rue Vieille du Temple, ha tenido un papel excepcional entre los pintores mexicanos en París.
El primero de ellos en trabajar con Peter Bramsen fue Francisco Toledo. Después de él, casi toda una generación de artistas venidos de México pasarían por el legendario taller, cuya historia se remonta a hace más de un siglo, cuando fue creado por Clot en la rue de Cherche-Midi. Durante su primera época en el siglo XIX, la de los pintores impresionistas (Cézanne, Renoir, Munch, Matisse, Rouault o Foujita, entre otros muchos artistas), el atelier conoció una fama merecida como el más prestigioso e importante taller de litografías de Europa.
Con la llegada de Peter Bramsen, asociado con el nieto de Clot, el doctor Guy Georges, esta institución cobró una nueva efervescente vida, tan brillante como la primera, con pintores como Antonio Saura, Pierre Alechinsky, Roland Topor, Asger Jorn, Bram Van Velde, Arman, Tabuchi y tantos otros célebres artistas, venidos de Europa, pero también de China o de México, dando una dimensión internacional a la calurosa vida del atelier. El impresor, Peter, sabe tratar a todos estos talentos tan disímiles. Se lleva a cabo el trabajo, pero también se hace la fiesta alrededor de la comida diaria entre quienes forman poco a poco una verdadera familia, tregua indispensable a las horas de creación artística y trabajo manual.
A Francisco Toledo seguirán muchos otros creadores mexicanos: Juan Soriano, Alberto Gironella, Carmen Parra, José Luis Cuevas, Vicente Rojo, durante el mando de Peter, llamado capitán Nemo por Antonio Saura, en un magnífico texto sobre la vida del atelier-navío. La asociación y amistad entre el impresor y los artistas da no sólo obras litográficas, sino también sorprendentes textos literarios como los de Saura, Alechinsky y el propio Peter.
En 1988, Christian, hijo de Peter, toma el timón del barco. Una nueva generación de pintores llega al taller, cuando no es Christian quien se desplaza a otras ciudades de Europa y México. Se funda una editorial en Copenhague y se establece, bajo la dirección del pintor toluqueño Francisco Limón, un taller de litografías en la ciudad de Oaxaca, adonde Christian lleva una prensa de 1920 que pesa ocho toneladas, una prensa de brazos con rueda de madera proveniente de la época de Clot y varias piedras litográficas.
En París, otros artistas mexicanos suceden a la generación anterior. Llegan a trabajar al taller de la rue Vieille du Temple, Guillermo Arizta –quien reside en París–, Fernando Aceves, Francisco Olguín y Francisco Limón, entre idas y venidas a Oaxaca.
Christian introduce en el atelier la aleación digital y de litografía, lo cual le permite la producción de libros más accesibles al bolsillo.
Siempre en busca de nuevas aventuras, Christian Bramsen expone en estos días la más grande litografía del mundo, salida de las prensas de su taller, realizada por Lars Norgard, auxiliado por toda la tripulación del buque-atelier. Verdadera proeza del artista y de Christian, esta obra gigantesca por su tamaño y su colorido, explosión luminosa y ardiente como un géiser de lava.
Testigo de la vida diaria de este singular velero desde hace 40 años, un cocodrilo vigila el trabajo de artistas e impresores. Nada escapa a su mirada sagaz, pues se ha instalado en el techo, lugar que le permite observar cuanto pasa, sitio donde descansa de una vida errante que duró un buen tiempo cuando se me ocurrió prestarlo a Gironella, quien se encaprichó por mi saurio y logró convencerme de trasladarlo a su morada en Pigalle con el pretexto de pintarlo.
Me vi obligada a relatar la historia verdadera de los vagabundeos y avatares de un cocodrilo errante al escuchar equívocos, inventos y errores. Christian me pidió el texto de la historia. Su próxima edición con litografías de varios pintores se prepara actualmente en el atelier.