a espera ha sido bamboleante y prolongada pero, finalmente, se oficializa el nombre del señalado por el gran dedo: José Antonio Meade K. La aventura especulativa del aparato completo de comunicación masiva arrojó su acabado producto al mercado electoral. Ahora el PRI tendrá, en fecha próxima, un candidato no propio a la Presidencia y, también, otros varios adoloridos, decepcionados o enojados. Esas son las reglas y las consecuencias de un juego que bien puede calificarse como antidemocrático, si no es que perverso. El tapadismo no sólo lo escenifican los políticos iniciados con férrea disciplina. También participan en la tómbola, con fruición casi insuperable, todo un universo de la élite mexicana: investigadores, empresarios, críticos de variada índole. Todos cercanos o coincidentes con el modelo vigente. El entrenamiento mental de los oficiantes ha sido todo un espectáculo bien arraigado entre los estelares que atiborran los medios informativos.
El lunes pasado, y todavía el martes, el desfile de opinadores saturaron las ondas radiotelevisivas. La incidencia de la prensa fue lateral. Las cada vez más incisivas redes sociales han tomado, con todo el celo necesario del caso, su ya preponderante lugar. Aunque, al respecto hay que añadir que sus posturas han sido un tanto distantes de la versión esparcida, con grave acento, por la opinocracia. En días sucesivos la intensidad difusiva irá menguando dado que, los montes, ya parieron su creación. No faltaron en este desfile de voces, repetitivo de veras, quienes llegaron a calificar al proceso del famoso destape como un acto modernizante del PRI. Ningún destacado miembro de tal opinocracia, menos aún de los locutores o conductores de programas, incidió en lo que parecen ser los meros ángulos definitorios del suceso. El ungido por la decisión personalísima del presidente Peña va montado en toda una corriente de macropoder. Acarrea consigo el sello que lo hizo preferible respecto de los demás: el voto unánime de la comunidad financiera tanto global como local y la activa puja de los grandes grupos de presión nacionales. Esta realidad, poco explorada, fue definitoria para subyugar todos los demás pareceres, tanto del presidente como de aquellos que incidieron en este delicado proceso. Meade, tecnócrata de sólida formación y experiencia de alto nivel, fue la adecuada opción dentro del oficialismo para garantizar la continuidad del modelo imperante. Su preparación económica y perfil de funcionario probo, dúctil para las distintas facciones priístas y panistas, lo hicieron indispensable ante la interesada mirada de la élite. Un detalle significativo adicional lo introduce, sin duda y con fuerza actual, su pertenencia al grupo de egresados del Itam. Estos ex alumnos han formado un compacto clan que no sólo copa los niveles directivos de las finanzas nacionales sino que, ahora, lanza su intento para ganar, desde la plataforma de la SHCP, la misma Presidencia de la República.
El influjo sobre la desigualdad imperante que se esparcirá desde Washington con la aprobación de la propuesta fiscal de Donald Trump incidirá, de manera determinante, en México. Al ya de por sí grave desequilibrio que aqueja al país se añadirán presiones adicionales (vía TLCAN) para una vuelta de tuerca que enroscará este dañino fenómeno. Frente a tal situación, las opciones que se presentarán ante el electorado se aparecen nítidas. Una opta por el seguimiento de la ya marcada tendencia: empujar en la dirección esparcida desde el norte. Otra será la impulsada por una alternativa de cambio y posible corte de lo conocido y experimentado hasta ahora. Para solidificar la primera vía hace falta sumarle a la coalición del PRI lo que quede del tambaleante Frente Ciudadano por México. Es preciso, para visualizar los efectos de tan conocida ruta, revisar algunos indicadores que están disponibles y reflejan con precisión las consecuencias de la continuidad forzada. Las comparaciones han sido hechas por organismos internacionales. Eficiencia del gasto público, lugar 121 de 137 países. Tasa total de impuestos/utilidades, en lugar 116 de 137. Desvío de fondos públicos 127 de 137. Crimen organizado, lugar 134 de 137. Comportamiento ético de las empresas, 117 de 137 países. Calidad de educación primaria y en matemáticas y ciencias, lugares 114 y 117 de los mismos 137 países.
Se podrían citar varios otros indicadores, pero la repetición se torna grotesca. La segunda versión apuntada arriba ya es conocida y ampliamente criticada por el sistema de poder que patrocina la continuidad, Morena.