ste se lo dijo a aquel, aquel al otro, este mandó correos a cuantos conocía, y así fue rodando hasta llegar a mí, que me entero tarde de todo, la noticia de que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) entregó el título honoris causa a Leonardo Padura. Dicen que en la ceremonia el premiado dijo: Lo recibo no sólo personalmente, sino como escritor cubano que vive en Cuba y pertenece a la cultura cubana, este es un reconocimiento a la cultura de Cuba
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Me enorgullecen esas palabras de Padura, a la vez que pienso que no alcanzan verdadera dimensión si no las acompañan las nuestras, las de sus compañeros y amigos, sus compatriotas. Así lo siente él y así lo entendemos muchos en Cuba, con total convicción. Este premio es un honor personal, pero a nivel simbólico representa un gesto de amistad y reconocimiento hacia la cultura cubana en su conjunto y a una generación en particular, y no porque lo diga Padura, él sólo expresa su sentir.
Emociona, aunque no sorprende, que provenga de la UNAM, una de las universidades más prestigiosas y queridas del continente. La UNAM nos ha acogido siempre a los cubanos, nos ha brindado sus espacios, nos ha publicado y nos ha tendido la mano en los momentos difíciles sin hacer distingos entre nuestros conflictos y diferencias. Selecciona ahora, para honrarlo y honrarnos, a un digno e inequívoco representante de nuestra intelectualidad.
Conocí a Padura a principios de los ochenta, cuando dábamos los primeros pasos en la literatura y el activismo cultural. Justo porque somos amigos me sienta mal ponerme a elogiarlo. Prefiero invitar a revisar su bibliografía –tal como aparece en Wikipedia, por ejemplo–, porque esa simple relación de datos muestra la dimensión alcanzada por Padura como trabajador, escritor e intelectual. En mi opinión, él es el que mejor lo ha hecho de todos nosotros, los de su generación; el más completo, quien más temprana y tozudamente comprendió y se concentró en la escritura como el mejor ámbito de acción para un escritor, y quien con más afán y acierto la ha ejercido. Las valoraciones y preferencias literarias es algo aparte, un ejercicio de la crítica y el lector que unas veces lo pueden favorecer y otras no.
Padura ha escrito cuentos, novelas y guiones –creo que por ese orden–, en los que ha dado vuelo a su expresión artística y ha aportado un personaje que convive con nosotros como un ciudadano más, algo que pocos autores logran. Con igual pasión ha escrito ensayos, investigaciones y periodismo en diversos géneros, sobre temas que van desde aproximaciones novedosas y profundas a la obra de José María Heredia (siglo XIX), Carpentier (siglo XX) u otras zonas del alma cubana como el beisbol, la música popular o figuras míticas de nuestro imaginario y memoria colectivos. También, a través de la palabra, se ha metido en política. Y no son los éxitos, la popularidad y los medios –que también, y por qué no–, sino su obra la que ha hecho de él el más sólido escritor e intelectual cubano de estos tiempos, en el ámbito nacional e intelectual. Él no se ha encerrado en la torre de esos éxitos, cada uno lo ha compartido con los demás.
No siempre coincidimos con sus ideas ni con los presupuestos de sus obras, pero justamente ahí está la gracia y esencia de una cultura y una sociedad, y de eso se trata, de admirarlo, respetarlo, reconocerlo y sentir nuestro su trabajo y sus éxitos. Que conste para la UNAM que también nos ha premiado y que se lo agradecemos, y que no somos un grupúsculo sino muchos los que estamos celebrando.
* Escritor y guionista cubano