l tambor de Bernardo Esquer sonaba y sonaba llamando a los habitantes y visitantes de Cohuirimpo, en el municipio de Navojoa, Sonora, a que se juntaran en la ramada construida especialmente para llevar a cabo la reunión. Eran cerca de las nueve de la mañana del 18 de noviembre y en este pueblo mayo se encontraban representaciones que varios pueblos del norte del país que habían elegido la fecha para encontrarse, conocerse y dialogar sobre los problemas que enfrenta en esta época de capitalismo salvaje. Entre los presentes se podían mirar representantes de Huetosachi, San Luis Majimachi y Repechique, del pueblo rarámuri, de Chihuahua; yumanos –kumiai, kiliwas y paipa– de Baja California, makurawe, yaquis y mayos, de Sonora. También había representaciones de organizaciones no gubernamentales y académicos que acompañan los procesos de resistencia de los pueblos, pero la que se escuchó fue la voz de los pueblos. Cuando escucharon el llamado del tambor anunciando el inicio de las actividades dejaron lo que estaba haciendo y se concentraron en la ramada para iniciar el diálogo.
El primer tema que se trató fue el del territorio, su importancia para los pueblos y la manera en que ha sido afectado por el capital y la forma específica en que lo hace en la actualidad. La doctora Cynthia Radding, experta en historia del norte del país, dio un contexto de cómo esto ha sido una constante histórica. Después de su intervención se expusieron diversos casos, en todos ellos la palabra más pronunciada fue despojo, con ella los denunciantes no sólo se referían a los megaproyectos que los están afectando en la actualidad sino a lo que ha sido históricamente, desde que llegaron los españoles, los mestizos que los sustituyeron en el poder después de la guerra de Independencia, los estadunidenses desde la época nacionalismo en México y el capital trasnacional en la actualidad. El doctor Everardo Garduño, explicó que todos estos procesos representaban cuatro ciclos de conquista, que a través de los años han adquirido diversas formas pero el fin es el mismo: despojar a los pueblos de sus riquezas para que los dueños del capital se enriquezcan.
En la segunda parte del diálogo se analizaron casos concretos donde la afectación del territorio es una constante: los kiliwas expusieron el caso de los parques eólicos que ya comienzan a invadirlos, las del pueblo kumiai la invasión de sus territorios por el avance urbano y las empresas comerciales que las acompañan; los yaquis expusieron su resistencia al acueducto Independencia y el gasoducto que ponen en peligro su existencia; los makurawe hablaron de la afectación de sus territorio por la construcción de la presa Pilares, obras impulsadas por el hoy preso ex gobernador de Sonora Guillermo Elías Padrés; en el mismo caso están los mayos de Capomos, Sinaloa, y los de la comunidad anfitriona. Por su parte los rarámuri explicaron las afectaciones por el proyecto turístico Barrancas de Cobre, que desde hace décadas vienen promoviendo los gobiernos federal y estatal en apoyo a empresarios turísticos, quienes no han dudado en dejar sin vivienda, y sin servicios básicos como alimentación y agua a las comunidades que se localizan en esa región, con tal de lograr sus propósitos.
Las conclusiones que se iban perfilando de esta situación es que los pueblos indígenas en la actualidad viven un situación de colonialismo interno, tal como lo explica el doctor Pablo González Casanova en el primer tomo de sus Obras Completas, que ya anda circulando en las librerías; que para superarlo no es suficiente luchar contra los problemas concretos sino marcar una ruta que lleve a la transformación de las relaciones económicas y políticas entre la sociedad mestiza dominante y las sociedades indígenas dominadas; esto, se dijo, se llama emancipación y su forma concreta es la construcción de autonomías indígenas. En esta parte alguien propuso apoyar la movilización del Concejo Indígena de Gobierno del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, para que su vocera sea registrada como candidata a la Presidencia de la República, lo cual, se dijo, es muy importante, pero es mejor si se hace creando gobiernos regionales con base en los gobiernos comunales. Es decir, crear verdaderamente el poder desde abajo.
El encuentro terminó al día siguiente. Cuando el sol comenzó a asomar la cara tras la montaña, las delegaciones de los diversos pueblos comenzaron a levantar sus cosas y a emprender el camino de regreso a sus lugares de origen. Junto con ellos llevaban la palabra escuchada durante el encuentro, la experiencia compartida con otros hermanos, que les aclaró que los problemas que sufren son los mismos, que las razones son iguales y que necesitan unir sus esfuerzos si no quieren ser derrotados. Entre sus arreos cargaban también la convicción de que no se trata de resolver sólo sus problemas inmediatos, que eso es importante, pero también lo es trazar una ruta para cambiar la situación de dominio que sufren. Algunas ideas de cómo hacerlo se llevaron. Nuevos encuentros para seguir dialogando, tal vez más regionales, donde puedan valorar los elementos que cuentan para su lucha y los que tienen que conseguir en alianza con otros pueblos u organizaciones; las fortalezas que éstos les dan y las debilidades que tienen que superar. Si esto sucede tal vez volvamos a escuchar los tambores llamando la gente a organizarse para defender sus derechos.