1945
os visitantes. La sorpresiva llegada de dos hombres judíos ortodoxos (uno maduro, el otro más joven, posiblemente su hijo) a un pueblo húngaro ocupado por el ejército soviético a finales de la Segunda Guerra Mundial, provoca un intenso malestar en la comunidad. Su presencia en el lugar es un misterio. ¿Se trata de mercaderes itinerantes de objetos valiosos o de antiguos ciudadanos deportados por los nazis? ¿Están ahí para reclamar sus bienes confiscados o para denunciar la cobardía de quienes en silencio, y por interés económico, avalaron años atrás su deportación? El paso de esos dos hombres por el pueblo representa, en todo caso, una situación molesta e inoportuna, sobre todo en vísperas de la boda del hijo del notario del pueblo acostumbrado a todo –a sonreír en el pasado a los invasores nazis, a congraciarse ahora con los nuevos ocupantes rusos–, menos a soportar a los judíos, la eterna minoría racial incómoda.
Filmada en blanco y negro, la cinta 1945, del húngaro Ferenc Török (Plaza Moscú, 2001; La isla de ningún hombre, 2014), alude en filigrana, pero de modo contundente, a algunas de las verdades más incómodas del periodo de la ocupación nazi de Hungría. El regreso inesperado de los dos protagonistas judíos es un recordatorio vivo de la culpa colectiva de quienes colaboraron con sus verdugos alemanes en las faenas de deportación masiva y en el drama de la solución final.
Lo notable en este largometraje de un director acostumbrado a tratar aspectos históricos y sociales de Hungría en un tono de comedia, es su elección ahora de atmósferas casi claustrofóbicas, y un punto de vista pesimista, para sugerir a través de esta vieja historia de un antisemitismo recurrente, la persistencia actual, en un país con un gobierno autoritario, de un rechazo muy parecido hacia otras minorías étnicas, los inmigrantes perseguidos, a quienes se les niega hoy hospitalidad y abrigo. Con un talento excepcional, el realizador y su guionista, Gábor T. Szántó, resumen en una hora y media el clima de turbiedad moral en que una población sometida tolera cobardemente una opresión mayor a sus semejantes, y que antes han plasmado, en duraciones más extensas, otros realizadores europeos, ya sea el documentalista alemán Marcel Ophüls en The sorrow and the pity (1969) o el también germano Edgar Reitz en la serie televisiva Heimat. La concisión narrativa y la sobriedad plástica que consigue este relato húngaro (filmado poco después de El hijo de Saúl, de László Nemes), son las distinciones estilísticas de una renovación muy saludable en el cine histórico de la Europa Central. Se exhibe en la sala 10 de la Cineteca Nacional. 12 y 18 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1