Este municipio fue uno de los más afectados en Oaxaca
El sismo nos destruyó por completo, dicen en Ixtaltepec
Lunes 6 de noviembre de 2017, p. 16
Asunción Ixtalpepec, Oax.
No se ha movido durante horas. Permanece con la mirada fija hacia el extenso solar donde se levantaba su propiedad: una casita que, relata, construyeron sus abuelos hace más de 80 años y hoy no es más que un montón de ladrillos destrozados, restos de vigas y pedazos de varillas acumuladas en el piso.
Don Delfino, de 74 años, nunca se imaginó que casi al final de sus días la vida se me iba a parar
. Lleva horas sentado frente a la que fue su vivienda, con su intensa mirada azul perdida. Suelta un suspiro y por fin verbaliza la reflexión que lo agobia desde hace días: ¿Por qué el sismo (del 7 de septiembre) le pegó más a Juchitán e Ixtaltepec? Hay otros pueblos con daños, pero nada como esto. Nos destruyó por completo
, asegura, a la vez que abre sus bronceados brazos tratando de abarcar la magnitud de la devastación.
Junto a Juchitán, este municipio fue uno de los más afectados por el terremoto de hace casi dos meses, con magnitud de 8.2 y su réplica del día 23, que alcanzó 6.4. Proporcionalmente es la zona con mayor número de inmuebles afectados por número de habitantes. Mil 607 casas son consideradas pérdida total (colapsaron o tendrán que ser derribadas) y casi mil 400 presentan daños que deben atenderse de inmediato. De la escuela, la casa de cultura, el palacio municipal, el mercado y el templo quedó muy poco.
Pueblo fantasma
Las calles de Ixtaltepec (que significa cerro blanco
en náhuatl) emulan un pueblo fantasma: lucen vacías, envueltas en una nube de polvo y, en algunos puntos, casa tras casa se vinieron abajo, como piezas de dominó alineadas, a las que un travieso dedo empujó para lograr una caída continua. Lo único que rompe el silencio es el potente viento que en esta época del año azota fuerte en el Istmo. Los lugareños no ven futuro, no encuentran solución.
Don Delfino fabrica huaraches para sobrevivir. Desde hace años hay una crisis
y no puede venderlos a más de 10 pesos el par. Deja navegar sus pensamientos una vez más y su expresión se rompe. Sus herramientas de trabajo quedaron bajo los escombros. Tengo que sacarlas, si no, ¿de qué voy a ganar?
El shu (sismo) fue implacable con este pueblo. La antigüedad de las construcciones no soportó el impacto. Se estima que entre 70 y 80 por ciento tenían más de 50 años de haber sido edificadas. El palacio municipal tenía 80 años y nunca fue reforzado. Era, dicen los pobladores, una comunidad pintoresca y llena de colores que hoy luce desolada.
Estamos en el olvido
Carolina Juárez Matus, sus tres hijos y su madre se quedaron sin nada. La casa que rentaban, al igual que cientos en este ayuntamiento –de 17 mil habitantes y 13 agencias municipales– se colapsó la noche del terremoto. Su vida está a salvo, pero no sus esperanzas.
Un árbol chicozapote es lo único que queda en pie en el solar donde vivían. Hoy es su refugio junto a varias lonas, cortinas y maderas instadas provisionalmente para pasar los largos días
en precarias condiciones.
Han enfrentado todos los obstáculos: unos días después del sismo las lluvias inundaron ese espacio; no hay empleo –es trabajadora doméstica–, porque cientos de casas cayeron; llevan días comiendo productos enlatados de las despensas que envió la población y cada noche lidian con cientos de mosquitos. Pero la mayor de sus dificultades ha sido el temible viento
, que inevitablemente destruirá las lonas que protegen su improvisado albergue.
No es propietaria del terreno que habita, por lo que no será beneficiaria de apoyos (ni de los otorgados por el gobierno federal ni del programa para la compra de bloques de concreto que echó a andar el presidete municipal, Óscar Toral). Varias ocasiones solicitó a éste el apoyo con materiales para levantar una pequeña casa en un predio propiedad de su madre, pero como no está en Ixtaltepec, sino en un municipio vecino, la respuesta ha sido negativa. La gente como nosotros nos quedamos en el olvido
.
La economía local es otra de las damnificadas. Los hornos son base fundamental de ésta y decenas quedaron destruidos. Los hay de cuatro tipos: totopero, panadero, alfarero y ladrillero. Desde hace años estos sectores vienen enfrentando severas crisis. No hay trabajo y los jóvenes se mueven en busca de oportunidades. La población es fluctuante; la gran mayoría vive fuera del poblado.
Contrario a las versiones de los lugareños, el presidente municipal es optimista. El reto es levantarnos de este sismo, recuperar las viviendas de quienes las perdieron y todo ello culminarlo en 2018
.
Asegura que poco a poco el pueblo comienza a superar el impacto y él mismo ha participado en las labores de reconstrucción: hace unos días estuvo en el colado de la primera vivienda que se reconstruye.
Víctor Jesús es el hijo mayor de Carolina, tiene 17 años y estudia el bachillerato en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Oaxaca. Aspira a convertirse en ingeniero civil. La tragedia que viven su familia y su pueblo no lo ha detenido. Se ha convertido en un referente de su comunidad. Fue voluntario para levantar el censo de hornos que mandó a hacer el secretario de Salud, José Narro, el funcionario federal encargado de la atención a este municipio. Su arrojo lo llevó a ganarse la confianza de Narro.
No conforme con dedicar largas horas al estudio, trabaja por las tardes o los fines de semana barriendo escombros, pintando alguna propiedad o recogiendo materiales en el monte. En él se mantienen las esperanzas. Su ímpetu y juventud lo hacen mirar hacia adelante: No me rendiré, seré ingeniero civil
.