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Por el libro
E

n la confluencia de las conversaciones sobre nacimientos, crianza, maneras de lecturas contemporáneas, autores, libros, revive en la memoria que en nuestro suelo corren en estos días las vísperas de la festividad más importante en su género, la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil, y recordé que Octavio Paz comentaba que siendo niño todavía conocí la atracción por las palabras; me parecían talismanes capaces de crear realidades insólitas. Al llegar a la adolescencia, la fascinación ante el lenguaje se convirtió en tentación: quise escribir poemas en los que cada palabra y cada sílaba tuviesen un color y que fueran capaces de generar emociones, sentimientos, sensaciones, que de otra manera eran inexpresables.

Quizá sea la casa donde mejor se puede vivir para que las niñas, los niños y los jóvenes de México también sean atraídos por las palabras. Por las palabras de la poesía y de los cuentos, de la historia y de la ciencia, de la narrativa y el ensayo para que potencien su creatividad y su libertad.

Y es que una de las competencias más importantes para la calidad en la formación del pensamiento crítico y la libertad es sin duda la lectura. Porque cada vez que abrimos un libro se abre ante nosotros todo un universo de oportunidades de conocimiento y aprendizaje, de información y reflexión, de imaginación y gozo. Los libros nos ayudan a vivir y nos hacen mejores personas; en otras palabras, motivan nuestra inteligencia, despiertan nuestra sensibilidad y amplían el alcance del pensamiento. Son elementos esenciales de la democratización de la cultura, del desarrollo social y del desarrollo de México. Los libros nos convocan a celebrar y a crear una comunidad universal a través de la lectura.

En 1931 Federico García Lorca lo expresó con claridad en su discurso por la inauguración de la biblioteca de su pueblo. No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

“¡Libros!, ¡libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras.” Quizá por eso, cuando Fiódor Dostoyevski estaba prisionero en Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, pedía socorro en carta a su familia y sólo decía: ¡Envíenme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera! Tenía frío y no pedía fuego, tenía sed y no pedía agua, pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir a la cumbre del espíritu y del corazón.

El libro es sin disputa la obra mayor de la humanidad. Es el instrumento más eficaz contra el autoritarismo y la intolerancia, porque en él transita la libertad de pensamiento y de expresión. El libro es condensación de diálogos. De allí que sea empresa de los caballeros andantes; decía don Quijote: deshacer tuertos y socorrer y acudir a los miserables. Sí, como nos lo recuerda Juan Goytisolo, “al héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales… como en el que actualmente vivimos. Si ello es locura, aceptémosla. El buen Sancho encontrará siempre un refrán para defenderla.”

Por ello es de felicitar a Paola Morán, quien contra viento y marea ha logrado llevar a buen puerto la apertura de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil. Por ello es de felicitar a todos los que han luchado por que se cumpla este compromiso a favor del libro y la lectura que está cumpliendo 37 años y que le permitirán seguir siendo una tradición y referencia cultural en la vida de México. Por ello es de felicitar a los editores, a los libreros, a los autores e ilustradores; a las y los miles de lectores que puntualmente acuden a su cita con los libros y la lectura. Pero sobre todas las cosas es de felicitar a las familias que sé que llegarán en caudal a la feria para refrendar el sueño de Octavio Paz de hacer de México un país donde cada niño, cada joven, cada adulto, hagan de la lectura una práctica cotidiana de gozo y conocimiento, un ejercicio de su libertad, una fortaleza de su capacidad crítica, una oportunidad para ser felices.