El local quedó semiderruido y encontraron la mejor forma de apoyar a los suyos
Sábado 4 de noviembre de 2017, p. 13
Juchitán, Oax.
Minutos antes del terremoto del 7 de septiembre, el restaurante bar Coco Bongo atendía a sus clientes. Esa madrugada la mitad del establecimiento quedó en ruinas; sin embargo, hace un mes sus dueños lo convirtieron en escuela. De las 8 a las 12 horas se imparten clases, y después de las 14 horas se vuelve un espacio de entretenimiento familiar.
Delmi Roseli Trejo Paz y Carlos Antonio López Antonio, dueños del local ubicado en la avenida Juárez de este municipio, son damnificados y padres. Hacer de su espacio de trabajo una escuela ha sido la mejor forma de solidarizarse con los suyos.
Coco Bongo nació en mayo pasado y sus propietarios sólo pensaban en vender y obtener ganancias
. Pero la desgracia causada por el terremoto les permitió tomar conciencia y ahora su bar es un espacio de aprendizaje para los niños de la comunidad.
La idea surgió luego de caminar por las calles de Juchitán, donde observaron que los menores que no iban a la escuela, por las afectaciones en los planteles, jugaban entre los escombros de las viviendas derruidas, bajo la lluvia y en los refugios habilitados por sus familias.
Delmi Roseli solicitó por Facebook la ayuda de profesionales que apoyaran el proyecto y encontró a la sicóloga Evelyn Carrasco, quien además es maestra, por lo que a diario atiende a los 35 menores de tres a 12 años que acuden a Coco Bongo Bar.
Además de Evelyn, que enseña español, matemáticas y ciencias, el profesor Vicente Marcial imparte lengua zapoteca, Rey David Luna les enseña inglés y el pintor Delfino Marcial les da clases de artes.
La puerta del bar se abre a las 7:45 horas. Los alumnos de primaria se sientan del lado derecho y los de prescolar, a la izquierda. En el frigobar colocan el pequeño pizarrón de vinil. Los niños se han acostumbrado a ese espacio, que alberga una mesa de billar y una rockola que se habilita como karaoke para los visitantes de la tarde-noche.
Los padres ven con mucho alivio este espacio para que sus hijos tomen clases, porque ahora están más animados y con menos miedo por los sismos. La mayoría se han olvidado de preguntar sobre un terremoto y ahora se ocupan de sus tareas o trabajos de arte.
Los niños han cambiado mucho, mis dos hijos ahora están más activos, se levantan por las mañanas con más ánimos. En las cuatro horas y media de clases se sienten aliviados, nada tensos. Y nosotros como padres igual; ha sido una bendición que este espacio se haya habilitado, gracias a Delmi y Carlos
, expresaron.
Los alumnos pagan 10 pesos por clases como forma de ayudar a la sicóloga. El resto de los profesores brinda su servicio totalmente gratuito.
La sociedad civil también se ha unido y obsequia desayuno y comida a los menores. Y aunque los alimentos disminuyen, los impulsores del proyecto sigan privilegiando las clases en su espacio. Los vecinos nos donan sopas, atún y frijol. Ahora han escaseado, pero seguimos con nuestros propios recursos. Nos hemos encariñado mucho con los niños, y cuando regresen a clases, si los padres quieren, tenemos la idea de seguir reuniéndolos para que refuercen los conocimientos
, dijo Delmi Roseli.
A las 12 horas llaman a la puerta: son los padres. Es la hora de la salida, los niños se van y minutos después el bar abre sus puertas para que comience la diversión.