Sábado 4 de noviembre de 2017, p. a16
En los estantes de novedades discográficas esplende una nueva manera de escuchar el piano.
El maestro Daniel Barenboim, quien este 15 de noviembre cumplirá 75 años, se regaló un sueño, que el constructor belga Chris Maene convirtió en realidad: un concert grand del siglo XXI: un piano que combina el poder de un instrumento moderno con la calidad de sonido, la transparencia y la distinguida elegancia en los registros de color del piano de Franz Liszt, de hace 200 años.
Llevó mucho tiempo a Barenboim cumplir su sueño. Ahora, que es una realidad y ese piano cobró vida, dice el maestro que es como enamorarse y lo único que quieres en la vida es estar con esa persona que amas
.
Dichoso él.
La buena noticia es que Daniel Barenboim comparte su felicidad y nos brinda un disco maravilloso, titulado precisamente En mi nuevo piano (On my new piano/ Deutsche Grammophon).
Escuchar este disco a distintas horas resulta una experiencia de gran intensidad. En la fresca de la mañana, bajo el sol radiante y especialmente en la quietud de la noche, conduciendo un automóvil, como el personaje de Paul Auster (Poloster).
El sonido que nace en los altavoces es increíble: transparente, terso, poroso, contundente, potente como un géiser, suave y noble como las mejillas de una sirena, sinuoso como su nado bajo el agua, sonriente, dorado. Un sonar esplendoroso.
La piel se pone chinita al escuchar el nuevo piano de Daniel Barenboim.
Por cierto, algo fuera de serie también: en el lugar del piano donde tradicionalmente dice Steinway
, ahora dice Daniel Barenboim
.
Todo comenzó en septiembre de 2011, cuando el maestro argentino estaba de visita en Siena y tuvo oportunidad de tocar el piano, ahora restaurado, que perteneció a Franz Liszt, quien es considerado el más grande pianista de la historia.
En ese momento su vida cambió. Daniel soñó su nuevo piano. Lo diseñó en su mente. Sabía cómo debía sonar. Sabía cómo tocarlo. Sólo faltaba fabricarlo.
Y acudió a las oficinas de Steinway, proveedores de su piano de toda la vida.
Daniel Barenboim ha tocado Steinway durante 65 de sus casi 75 años de su vida.
Y se enamoró.
Y encontró el amor en un sueño.
Soñó que llegaba a las oficinas de Steinway. Se vio a sí mismo en su sueño moviendo los brazos, los antebrazos, las falanges, dibujando en el aire los contornos de su sueño, dentro de su sueño.
Los contornos del piano que soñó no son diferentes del Steinway con el que ha vivido toda su vida.
Lo distinto es cómo suena. Su risa es cristalina. De hecho, se convirtió en su música favorita. Su risa.
Por eso eligió tres sonatas de Scarlatti para iniciar su nuevo disco. Eligió una música que ríe. Esa risa, su música favorita.
La Sonata en Do mayor es una pastoral. Danza, nada bajo el agua. Sonríe. Siempre sonríe. Y también sonríe la siguiente pieza, la Sonata en Re menor. Y llegan al clímax en la siguiente, la Sonata en Mi mayor, que es un poema musitado en el oído, un beso de hada. Una caricia de sirena.
¿Cómo consiguió Daniel Barenboim hacer sonar su sueño?
Durante un sueño caminó y caminó y caminó y llegó a las oficinas de Steinway, donde explicó con vehemencia la naturaleza de su sueño y con los brazos y los dedos dibujó en el aire la silueta, el encordado, los puentes, las clavijas, los pedales, la anatomía de su amor. El cuerpo de su sueño.
Los fabricantes de Steinway lo entendieron a la perfección. Tanto, que lo mandaron a otro sueño. Como cuando uno está soñando un sueño donde uno busca conseguir un anhelo y logra el éxito cuando le dicen: sí, pasa por favor al siguiente sueño.
Y el siguiente sueño ocurrió en Flandes, en el taller del laudero, constructor de pianos Chris Maene. En este nuevo sueño, Daniel Barenboim se mira a sí mismo dibujar con vehemencia en el aire al laudero la silueta del cuerpo de su amor, de su sueño y el mago, es decir el laudero le dijo: sí, pasa al siguiente sueño.
Las siguientes escenas del sueño se suceden traslapadas, como ocurre en todo buen sueño: el mago, es decir el laudero, el constructor de pianos que se conciben en sueños, acude a Steinway, donde trabajó toda su vida antes de regresar a su patria, Bélgica e instalar su taller en Flandes, y el mago, es decir el constructor de sueños se ve a sí mismo en su sueño dibujar con sus brazos en el aire ante los expertos de Steinway el cuerpo del amor de Barenboim, que es tan sólo un sueño, porque será hasta el siguiente sueño, porque como dice un párrafo del libro mágico Las Mil y Una Noches: la verdad no está en un sueño, sino en la suma como resultado de muchos sueños
, cuando el amor de Barenboim cobre sinuoso cuerpo.
En esas escenas traslapadas, soñamos que vemos otros fragmentos del mismo sueño pero en un caleidoscopio: Barenboim entra a la fábrica de Steinway y busca y encuentra piezas de piano para mostrárselas al mago y éste comienza, durante el siguiente sueño que soñamos, en Flandes, a fabricar el nuevo amor de Barenboim, que es como un amor de Swann, narrado por Marcel Proust, a quien vemos sonreír durante nuestro sueño.
El mago, es decir el constructor de sueños, hizo realidad el amor de Barenboim: a diferencia del Steinway de toda su vida, que tiene el encordado en diagonales, su nuevo piano las tiene paralelas, las venas de la madera de la caja de resonancia apuntan hacia varias direcciones. Los puentes, costillas y abrazaderas las diseñó de manera muy especial, los martillos y cuerdas (metal amarillo en vez de rojo) los reposicionó y todo quedó de tal manera que el intérprete, el pianista, el que sueña, debe tocar de manera muy distinta este piano.
En sueños, Daniel Barenboim musitó lo que soñaba: hay una relación diferente entre la punta de los dedos y el teclado, y la transparencia del sonido te obligan a replantear el uso de los pedales
. Así habló, dormido, muchas noches.
Y nosotros, ahora, soñamos que escuchamos, después de las Sonatas de Scarlatti, 32 Variaciones en Do mayor de Beethoven y enseguida la Primera Balada de Chopin y nos estremecemos con la Marcha Solemne hacia el Santo Grial, fragmento de Parsifal, de Wagner, en la versión que escribió Franz Liszt, de quien escuchamos enseguida en este disco que es un sueño auténtico, las estremecidas notas Funérailles, para culminar en nuevo clímax con el Vals Mefisto.
Sueño profundo. Estremecedor. Revivificante.
Ahora que ya estamos despiertos, además de recomendar este que es el nuevo disco de Daniel Barenboim, titulado En mi nuevo piano, recomiendo otro sueño vuelto realidad: el recital que ofrecerá el pianista belga Florian Noack mañana, domingo 5 de noviembre, a las 13:30 horas en el auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes (Río Churubusco y Calzada de Tlalpan), en la culminación de excelente Festival Internacional de Piano En Blanco y Negro.
Noack intepretará partituras de Bach, Brahms, Borodin (tres Bes), Strauss Segundo y Rimsky-Korsakov. Se trata de transcripciones que hizo Noack (Noack) a partir de obras originales de los autores mencionados, como el Concierto para Cuatro Clavecines de Bach, al inicio, distintos valses vieneses de Strauss, las célebres Danzas Polovetsianas de Borodin y la Suite de Scheherezada, esa semidiosa que inventó el arte mágico de contar historias, que es lo mismo que narrar sueños.
Porque, como dice Daniel Barenboim, soñar es como enamorarse.