rente a mi página en blanco me propongo lo imposible: hacer justicia a su vida. ¿Qué decir?

Ningún recuento puede expresar la pasión, la inteligencia y la grandeza que puso en todos sus proyectos.

Fue un amante de la vida, nunca dejó de admirarme su combatividad, su energía y su capacidad para reinventarse, así se definía y así supongo quería ser recordado.

No le quedaron saldos pendientes con la existencia…

Por todas estas razones pensé que sería eterno, personas así parecen serlo…

Siempre fiel a la persecución de aquel sueño que a veces parecía imposible, el de seguir buscando el camino para promover su incansable lucha para darle lugar a la ciencia y la importancia de ella para el desarrollo de una nación… lo que le ganaron la autoridad moral, el aprecio y la admiración de tanta gente.

A lo largo de su vida viajera, académica, social y hasta política se entregó con un espíritu siempre impreso de entusiasmo y oportunismo; nunca dejó de creer en sus ideas.

Enriquecía la vida de los demás, sus trabajos y sus proyectos marcaron varias generaciones de universitarios.

Debajo de ese hombre fuerte y musculoso había un hombre sensible, generoso y de una extraordinaria nobleza.

Hechas las sumas y las restas a mi papá le debo los sueños convertidos en realidad, la perseverancia, el esfuerzo y el talento que se requiere para conseguir lo que uno más quiere.

Le debo haber podido comprender los espacios de las prioridades, la perspectiva de las cosas grandes y no tan grandes, las aspiraciones de querer ser…

Este pequeño homenaje verbal, el cual hizo posible una amiga (Carmen Lira) me permitió respirar y tratar de alcanzar la paz que se pierde en estos procesos.

Nadie llenará nunca el vacío que deja y nadie podrá nunca consolarme de esta tristeza en que me deja que ya no esté.

Lo que me queda de vida ya no será lo mismo sin él, pero su esencia durará más que su generación, la mía y muchas más.

* Hija del científico René Drucker Colín (1937-2017)