n el monasterio de San Isidoro del Campo, Sevilla, los monjes habían estado leyendo la Biblia y obras de autores protestantes. Casiodoro de Reina, Antonio del Corro y Cipriano de Valera, entre otros, se identificaron plenamente con los postulados evangélicos y se distanciaron de las enseñanzas de la Iglesia católica romana. Ante el peligro de ser capturados por la Inquisición, Reina, sus padres y otros 11 condiscípulos del monasterio decidieron salir de España hacia finales del verano de 1557.
Los prófugos acordaron tomar caminos distintos y encontrarse en Ginebra, ciudad en la que Juan Calvino encabezaba la reforma religiosa (Raymond S. Rosales, Casiodoro de Reina, patriarca del protestantismo hispano, Concordia Seminary, Saint Louis, Missouri, 2002, p. 83; Enrique Fernández Fernández, Las biblias castellanas del exilio, Editorial Caribe, Miami, Florida, 1976, p. 110). Reina llegó a Ginebra a finales de 1557. Inicialmente entusiasmado con la reforma teológica y eclesiástica ginebrina, se unió a la iglesia de feligresía mayoritariamente italiana que pastoreaba Juan Pérez de Pineda, quien había salido de Sevilla en 1551, temeroso de ser apresado por el Tribunal del Santo Oficio (Jorge Ruiz Ortiz, La confesión de fe de Casiodoro de Reina, ¿una confesión reformada?
, Aletheia, núm. 2, 2003). Pérez de Pineda clandestinamente enviaba libros de autores protestantes a los monjes de San Isidoro del Campo. Se refugia en Ginebra, donde en 1556 publicaría su traducción del Nuevo Testamento al castellano, tarea en la que le fue de gran ayuda la traducción que del mismo libro realizó en 1543 Francisco de Enzinas.
Poco a poco Reina va marcando distancias con Calvino y sus discípulos. No permaneció mucho tiempo en Ginebra, porque no estaba de acuerdo con Pérez de Pineda, quien “seguía las directrices oficiales de la Iglesia de Ginebra en lo que respecta a los anabautistas. Reina rechaza el rigor contra otros protestantes y seguramente por ello persuadirá entonces a algunos miembros de la congregación española –entre otros, sus padres, sus hermanos y el prior del monasterio de Sevilla, Francisco Farías– a irse con él a Londres. A causa de este episodio, el pastor Juan Pérez llamará a Reina, tal vez con cierta ironía, el Moisés de los españoles” (Jorge Ruiz Ortiz, p. 3). Y es que en Casiodoro reinaba una conciencia autónoma como en Servet. Reina llegó a ejercer en Ginebra cierta influencia perturbadora entre el grupo de refugiados españoles, diciendo que Ginebra era la segunda Roma, provocando aun al mismo Pérez a disputar con él
(José C. Nieto, El renacimiento y la otra España. Visión sociespiritual, Librairie Droz, Ginebra, 1997, p. 469).
Mientras estuvo en Ginebra, Casiodoro de Reina conoció de la cruenta pena de muerte que sufrió Miguel Servet el 27 de octubre 1553, y aunque no estaba de acuerdo con, por ejemplo, la doctrina unitaria de Servet, consideró errada la acción de haberle llevado a la hoguera acusado de herejía (por antitrinitario y contrario el bautismo de infantes). Reina lloraba cada vez que pasaba cerca de la colina de Champel porque le traía a la memoria la muerte y la intolerancia sufrida
por el teólogo y médico español (Raymond S. Rosales, op. cit., p. 90).
Pocos meses después de la ejecución que tanto conmovió a Casiodoro de Reina fue publicado un opúsculo de autor anónimo, bajo el título Historia de la muerte de Servet. Después se sabría el nombre del escritor: Sebastián Castellio. Él consideró cómplice del escándalo de escándalos
a Juan Calvino. Para refutar el señalamiento, Calvino redactó Defensa de la fe ortodoxa, que salió de la imprenta en febrero de 1554, donde el reformador de Ginebra justificó el asesinato de herejes como Servet
(Perez Zagorin, How the Idea of Religious Toleration Came to the West, Princeton University Press, New Jersey, 2004, p. 97).
En la estancia ginebrina de más o menos un año, Casiodoro de Reina se documentó sobre la tragedia de Servet y el papel jugado por Calvino. Conoció las críticas de Castellio y estuvo de acuerdo con ellas. Además quedó gratamente impresionado por la traducción de la Biblia al latín clásico realizada por Castellio. Incluso le escribió una carta para darle a conocer su admiración por el trabajo literario. Llegó a la conclusión de que era pertinente salir de Ginebra, lo que hizo a finales de 1558, con rumbo a Inglaterra, previa escala en Fráncfort. Abandonó el territorio ginebrino convencido de que se había convertido en una nueva Roma
(http://www.servetus.org/noticias-y-/noticias/158-serveto-en-la-vida-de-casiodoro-de-reyna.html Enrique Fernández, op. cit., p. 113).
Casiodoro de Reina salió de Ginebra hacia Londres, con la esperanza de tener mejores condiciones para su ministerio. Llegó a la capital inglesa a finales de 1558. Isabel I había ascendido al trono el 17 de noviembre, y coronada como reina el 15 de enero de 1558. El cambio político en la corona inglesa atrajo al país refugiados protestantes de muchas partes de Europa, Casiodoro, entre ellos.
Es probable que Reina haya iniciado la traducción de la Biblia al español antes de huir de la nación ibérica o ya refugiado en Ginebra. La tarea le llevó 12 años y debió sortear múltiples obstáculos para evadir a sus perseguidores. Finalmente, la conocida como Biblia del Oso (por llevar en la portada dicho animal tratando de alcanzar un panal) fue publicada en Basilea el 24 de junio de 1569. La traducción de Reina contravenía las disposiciones del Catálogo de libros prohibidos de Valladolid de 1559, y las disposiciones del Concilio de Trento dadas en 1563 sobre la prohibición de traducir la Biblia a lenguas vulgares
, es decir, a las habladas por el vulgo.