Desesperada carta al Ejército de un trabajador del campo en Guachochi
Viernes 20 de octubre de 2017, p. 5
Guachochi, Chihuahua
Las redes del narcotráfico aprovechan la pobreza y necesidad de la gente del sur de Chihuahua para obligarlos a cultivar amapola. La producción de un kilo de capullos que procesarán se paga en 25 mil pesos en áreas rurales y hasta 30 mil en urbanas.
Esto explica por qué durante un operativo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) en Guachochi –enclavado en la Sierra Tarahumara– para erradicar e incinerar la planta, un campesino dejó una carta clamando para que los militares no destruyeran el cultivo que localizaron en un paraje solitario.
La carta, que publicamos con la ortografía usada por el campesino, dice: ‘‘Por Fabor no me tunben no tengo en mi casa nada ni piso ni comida Para mi familia ni dinero Para vestirlo. Ni sapatos tray mis ijas no tengo nada lo pido por Fabor que me comprendan y me dejen por Fabor sacar dinero. Les pido una disculpa por estel papel’’.
El Ejército enfrenta un arduo combate contra la siembra de amapola en este municipio. De acuerdo con autoridades militares, la zona cercana al Triángulo Dorado (región comprendida entre los estados de Chihuahua, Sinaloa y Durango) es de ‘‘alta incidencia’’ de plantación. Una hectárea del precursor del alcaloide genera ganancias hasta de 2 millones de pesos a los cárteles de la droga de la región.
Pero no sólo eso, el general de brigada diplomado de Estado Mayor, Martín Salvador Morfín Ruiz, señala que las familias continúan siendo despojadas de sus tierras para la siembra de amapola, que ha desplazado a la mariguana. Indica que, en época de siembra, al día destruyen hasta 250 plantíos y sólo 50 son de cannabis.
‘‘Ciudadanos denuncian que de pronto les sembraron (la planta). Ellos no se quieren inmiscuir en problemas porque están en la sierra, por eso denuncian y hasta nos mandan fotos de Google Maps con coordenadas, y nosotros las atendemos’’. Pese a que la gente se opone a la invasión hay a quienes les arrebataron sus tierras, ya que los terrenos ejidales donde fue plantada la droga no tienen dueño.
‘‘En el presente año no hemos localizado laboratorios, ya que algunos son móviles. Los ponen, elaboran la droga y los desaparecen rápido, precisamente por los operativos. Lo que regularmente hacen es tomar un cuarto o un kilo de goma de opio, que es redituable, y por tráfico hormiga se lo llevan a las ciudades donde encuentran los medios más propicios para poder acondicionar un laboratorio clandestino’’, dice el militar.
La Jornada visitó Rocheachi, municipio de Guachochi, uno de los rincones de cultivo de amapola a 45 minutos en helicóptero Black Hawk de la 42 zona militar. Desde la altura apenas se observan pequeñas casas de lámina que se pierden entre cerros y barrancas.
Antes de llegar al área, el Ejército realiza la búsqueda de sembradíos vía satélite, por reconocimiento terrestre o vuelos de inspección. Durante la destrucción de estas siembras un militar extrae la savia que se utiliza para elaborar el opio, mientras sus compañeros lanzan los manojos de amapola al fuego. Toda la labor se realiza antes de que anochezca.
‘‘A los grupos delincuenciales es raro encontrarlos. Ellos en cuanto saben que estamos ahí abandonan el lugar. Esta es la tercera operación Sierra Madre.’’ Por cada hectárea de alcaloide se obtienen 11 kilos de goma opio; de éstos se produce uno de heroína (con valor de 700 mil pesos), de donde se extraen 6 mil 666 dosis, generando a las organizaciones criminales ganancias de un millón 999 mil 800 pesos.
Morfín Ruiz, también comandante de la 42 zona militar, indica que de enero a octubre de este año, la Sedena destruyó más de 100 mil plantíos de amapola a escala nacional; de ellos, 14 mil 836 plantíos de amapola y 2 mil 757 de mariguana en los 41 municipios de Chihuahua, incluido Guachochi, que comprende la zona sur del estado.
Esto evitó la producción de 15 millones 91 mil 824 dosis de heroína en la localidad. Los métodos son por medio de la erradicación e incineración, así como fumigación con herbicidas.
‘‘Elaboramos un informe de destrucción, se levantan las actas y se realizan vuelos de reconocimiento para verificar que efectivamente se haya llevado a cabo la destrucción. El control que llevamos de que se está cumpliendo con la misión se hace diario. Los comandantes de batalla recaban todo y lo envían a la sección séptima de Operaciones contra el Narcotrafico del Estado Mayor de la Defensa Nacional.’’
De forma semestral, Sedena lleva a cabo una confronta de los resultados obtenidos, las actas y verificaciones, ‘‘de tal manera que la información sea correcta, verídica y no se reporten resultados falsos ni maquillados’’