La aparición (fugaz) del pueblo de México
asta antes del terremoto del 19-S la opinión que tenían los observadores de nuestra realidad era negativa. Decían que la población era una masa inerte, que vendía su voto, dejándose presionar y conducir por los mensajes de la televisión, es decir, indiferente ante la realidad política y social del país.
A partir de la acción milenaria de 85 por ciento de la población en la que participaron todos los estratos socioeconómicos en el rescate, auxilio y protección de los damnificados, los comunicadores cambiaron de opinión y ahora ven la posibilidad de salvación del país en esta nueva ciudadanía emergente, sobre todo los millennial (nacidos a principios de los años 80 y finales de los 90).
El fenómeno de solidaridad ya se había producido en 1985, con el primer 19-S. Quizás en lo profundo de la sociedad estos desastres produzcan cambios de fondo. La acción gubernamental no fue tan desastrosa como hace 32 años, a pesar de que falló la información y hubo confusión. El 73 por ciento de los damnificados de la CDMX se sienten poco o nada apoyados por el gobierno capitalino, en cambio, dicen que la mayor ayuda la recibieron de la ciudadanía en general.
Probablemente la gran movilización vaya reduciendo sus efectos. Es probable que tenga un gran voto anti-PRI, porque el desempeño de ese partido, desde hace 50 años, es cada vez peor y la gente se exaspera oyendo las mismas promesas, las mismas deslealtades, la misma demagogia, la misma corrupción e impunidad.
Hay pocas esperanzas de que un movimiento generado por la respuesta a un desastre se consolide en alguna forma y se convierta en un actor político importante en las próximas elecciones. Sin embargo, aproximadamente 17 millones de jóvenes votarán por primera vez en 2018. Se necesita una organización sólida que promueva y defienda el voto, máxime que tenemos la certeza de que el gobierno tiene los medios para manipular la votación y presentar las cifras que le convengan con la complicidad del INE. Es una amarga y útil lección, aprender que sin organización política no se puede hacer política.
La gente que respondió tan bravamente ante el terremoto puede buscar por quién votar, pero ellos mismos no podrán constituir una organización nueva: no hay tiempo, no hay líderes, no hay formas de articulación. Sólo un trabajo paciente de muchos años y una dosis de buena suerte podrán generar un gran partido nuevo. La experiencia práctica demuestra que no será fácil.
Twitter: @ortizpinchetti