Al menos entre 2 y 3 por ciento de la población que estuvo expuesta a eventos extremos, como los sismos del 7 y 19 de septiembre pasado, puede desarrollar trastornos graves en su salud mental, que incluye estrés postraumático, depresión y riesgos de intento de suicidio, mientras que entre un 20 a 35 por ciento podría enfrentar afectaciones leves como sensaciones de temor, angustia, falta de apetito y imposibilidad para conciliar el sueño.

María Elena Medina Mora, directora general del Instituto Nacional de Psiquiatría (INP), destacó en conferencia de prensa que es necesario establecer un programa de atención a la población que estuvo expuesta a eventos catastróficos, como el sismo, y cuya afectación dependerá de al menos cuatro factores.

Se incrementa la vulnerabilidad en quienes tienen padecimientos previos o han experimentado más de cuatro eventos catastróficos; impacta la cercanía que se tuvo con el evento, si fue sólo testigo, si sufrió daños o estuvo sepultado entre escombros; la magnitud de las pérdidas humana y materiales que sufra, y lo que ocurra posteriormente, como la pérdida de empleo, explicó la especialista.

Agregó que si bien los estudios poblacionales revelan que cuando hay un evento catastrófico puede duplicarse el riesgo de intento suicida, recordó que México tiene una de las tasas de suicidio más bajas del planeta, y agregó que lo más preocupante, y a lo que debemos poner atención, son aquellos personas que han venido acumulando pérdidas o eventos extremos, y que tras los sismos, pierden esa capacidad de superar el miedo y estrés, pues son quienes deben recibir ayuda inmediata.

Martha Ontiveros y Deni Álvarez Icaza, especialistas del INP, también destacaron la importancia de atender las necesidades de salud mental de niños y adolescentes, quienes han estado expuestos a zonas de desastre o a imágenes repetitivas de las hechos, lo que puede exacerbar la percepción de temor y zozobra.

Medina Mora, destacó que toda la población estuvo expuesta a momentos de mucho estrés, por lo que consideró normal que se sienta temor, pues a las 72 horas empezamos a ver crisis emocionales, después tristeza, duelo y nerviosismo. En los casos más extremos, explicó, se presenta hasta 2 o 3 meses después el estrés postraumático, entre 3 y 12 meses hay duelos y temas exacerbados.

Indicó que también se debe incluir a los brigadistas entre la población que debe ser atendida en su salud emocional, ya que han estado expuestos a días y horas de mucho estrés, por lo que subrayó que el INP ha desplegado su atención mediante líneas telefónicas y en línea, así como el desplazamiento de brigadas de siquiatras a las zonas de desastre y albergues.