uentes oficiales nacionales (balance nacional de energía) o internacionales (balances de la Agencia Internacional de Energía de la OCDE, Anuario de British Petroleum) indican que para nuestra vida cotidiana requerimos energía primaria equivalente a casi 4 millones de barriles de petróleo al día (MBPED). El mundo requiere cerca de 270MBPED. De ahí se derivan las formas de energía secundaria. Y de parte de la primaria y la secundaria, la energía final que se consume y, finalmente, las diferentes formas de energía útil. Para la reflexión que hoy iniciamos –mercado eléctrico Mayorista– las fuentes internacionales nos permiten comparaciones útiles. Cuando se requiera nos detendremos en las diferencias entre ellas. Pero la reflexión global sobre estructuras y tendencias es similarmente válida.
Bueno. Sigamos. De esos casi 4 millones de barriles de petróleo crudo equivalente que se consumen en México cotidianamente, poco más de 90 por ciento proviene de fuentes fósiles y contaminantes. Sólo 7 por ciento restante es energía oficialmente llamada limpia. Con muy bajas emisiones de gases de efecto invernadero o sin ellas. En el México de hoy equivalen a poco más de 450 millones de toneladas de CO2 al año. Sí, sólo cerca de 6 por ciento de la energía primaria total proviene de fuentes renovables: aprovechamiento hidráulico, eólico y solar para generar electricidad hoy. Una electricidad –producida mayoritariamente por fósiles– que en conjunto sólo satisface cerca de la quinta parte de la energía final necesaria. Y de ella la útil, de acuerdo con equipos y procesos correspondientes. Nadie –decía nuestro brillante profesor Jacinto Viqueira, de la Facultad de Ingeniería de la UNAM– utiliza electricidad. La consume. Utiliza las formas de energía que su consumo permite: iluminación, calor de proceso, fuerza motriz, transporte de personas y mercancías, cocción de alimentos, calentamiento de agua, refrigeración, calefacción, entre otras. Y enseguida siempre: ¿qué es más eficiente y más barato, calentar agua en la estufa de gas licuado de petróleo o, alternativamente, en estufa de gas natural, estufa de leña, con resistencia eléctrica, en horno de microondas, en horno solar, en estufa de carbón o en estufa de queroseno?
. E insistía: es una pregunta básica de la relación economía y energía
. Sin duda.
Justamente hoy iniciamos una reflexión sobre señalamientos básicos orientados a identificar el comportamiento de la nueva industria eléctrica. La del dramático proceso de restructuración. La de la nueva arquitectura institucional. Y, sobre todo, la de las fases (generación y comercialización) sometidas a los mecanismos ideales de libre competencia. Y las fases (control, transmisión y distribución) reguladas. Y, sin embargo, la de las herencias
de la anterior Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica, como la subsistencia de permisionarios de autoabastecimiento, cogeneración y pequeña producción.
Sí. Hay números básicos que conviene recordar. La cuarta parte de la energía primaria se destina a producir electricidad. La eficiencia del proceso sólo permite –como lo comenté un poco antes– que la electricidad sólo atienda entre 18 o 19 por ciento de la energía final necesaria en México. En países como Francia –con transporte muy electrificado–, la participación del fluido eléctrico en el consumo final alcanza 25 por ciento. O más. ¡Envidiable! Pues bien, según datos oficiales, en México en 2016 se produjeron 319 Teravatios-hora (TWh, o sea miles de millones de kilovatios hora (kWh)) de electricidad. El 80 por ciento provino de las llamadas fuentes convencionales, vinculadas al consumo de fósiles. La tecnología del ciclo combinado (gas natural) fue mayoritaria con 50 por ciento. El 30 por ciento restante de otros fósiles (combustóleo y carbón). Apenas 20 por ciento (65TWh) fue producido por fuentes llamadas limpias. Sólo 15 por ciento (49TWh) de las oficialmente renovables: hidroeléctrica (31TWh), eólica (10TWh), geotérmica (6TWh), bioenergía (1.5TWh) y solar.
El complemento de las limpias, de la nuclear (11TWh) y la cogeneración eficiente (5TWh). ¿Cuánta de esta electricidad se entregó a las redes de transmisión o distribución? ¿Y cuánta, a su vez, entró en el juego del mercado eléctrico mayorista (MEM)? Concluyamos esta reflexión inicial con la estimación de esos dos números. A la redes (básicamente de transmisión y algo de distribución) ingresaron 299 TWh, una vez realizado el balance exportaciones e importaciones. Equivalen a 96 por ciento de la producción. El restante 4 por ciento no fue visto
por estas redes.
Y bien, ¿cuánta energía eléctrica ingresó al mercado mayorista? Solamente 270 TWh, si restamos 29 TWh que entregaron los Permisionarios tradicionales de la LSPEE para su porteo neto
. El artículo décimo transitorio de la nueva Ley de la Industria Eléctrica (LIE) señala que estos permisionarios pueden seguir en el antiguo régimen legal, incluida su bajísima cuota de transmisión. Podrían cambiar al nuevo régimen. Y –por una única ocasión– regresar al anterior. Concluyamos con un señalamiento. De los 270 TWh sujetos a las nuevas reglas del mercado, la Comisión Federal de Electricidad por medio de sus siete generadoras entregó 175 TWh. Los productores independientes de electricidad entregaron a la CFE 89 TWh. Los entregó al MEM. Y, finalmente, se estima que cerca de 6 TWh son de los nuevos generadores participantes del mercado. Un total de 26 registrados al 31 de julio pasado. Siete de CFE y 19 diferentes, cuyo comportamiento nos proponemos describir aquí. Se trata de proporcionar la energía necesaria. Y de atender una demanda máxima que en junio pasado alcanzó 43 mil 319 Megavatios (MWh) en el Sistema Interconectado Nacional (40 mil 816 MW en 2016). Y que muy probablemente experimenten moderado dinamismo los próximos años. Lo veremos. Sin duda.