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Ver día anteriorMiércoles 6 de septiembre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Discordias partidarias
U

na propuesta, aireada por Manlio F. Beltrones, recomienda al PRI inclinarse por la izquierda. Es, según este militante de élite, la oportunidad que tiene su partido para mantenerse en el poder central. De no hacerlo, sus posibilidades de prevalecer, ya bastante achicadas, caerán todavía más. Lo difícil de concretar tal deseo es encontrar entre los priístas un perfil que se apegue a tal distinción. Es casi seguro que, un análisis de las inclinaciones, preparación ideológica, historia personal y compromisos requeridos para rellenar la característica solicitada, quede en ilusorio deseo. Los hombres y las mujeres militantes de ese instituto, imbuidos en el más feroz y descarnado pragmatismo, abundan en todos sus rangos y categorías. Otros muchos, pelotones enteros, se cargan, con ansias inocultables de reconocimientos, riqueza y poder, a la dominante derecha. No se pueden olvidar tampoco aquellos que, sin disfraz alguno, se alinean con la extrema derecha. A ese instituto político lo domina la pasión por los negocios sin trabas éticas y la disposición de plegarse, incondicionalmente, a las órdenes superiores.

La crítica expresada en medios, sin embargo, es generosa, por decir lo menos. Persiguen y registran, con fruición notable, toda señal que flote en el ambiente, algún guiño del poderoso decididor para tornarse en augures de triunfos por venir y abanderados por definir. Inveterados y arraigados reflejos de tiempos idos. Esto es así a pesar de la escasa propensión de voto hacia el PRI, registrada en encuestas o las abiertas expresiones negativas hacia cualquiera de sus prospectos de candidatos. El desparpajo acrítico llega a asignarles hasta un tercio de los votos totales. Una cantidad suficiente, afirman, para levantarse con el triunfo cuando la oposición se fragmente. En ello coinciden también toda una gama de columnistas, de consigna o especializados en estas lides político-electorales. Un examen riguroso del caso, que se aleje de suponer maniobras ilegales para condicionar votantes, o chicanerías efectivas, arroja malas noticias futuras para los priístas. Poco hay en el próximo horizonte electivo que induzca a suponer que el PRI puede remontar la cargada fatiga ciudadana actual y presentar batalla a la creciente oposición.

Varios asuntos actuales gravitan sobre las esperanzas priístas. Empezando por el mismo proceso para designar a su abanderado. Han tenido que recurrir a un no militante para dibujar un perfil que pueda neutralizarlas abundantes antipatías populares. Y, al parecer, lo han encontrado dentro de las filas tecnocráticas, porque en el medio político tradicional los chances se les achican drásticamente. Han decidido jugársela con un prospecto pasable al voto conservador que, en pasadas contiendas, se inclinó por el PAN. Para que dicha estrategia funcione es necesario, de inmediato, empezar a golpear desde el poder mismo a los azules. Todo un proceso con esa tesitura está en plena ejecución. En todo caso, la oferta de campaña que ya trabajan hablará de nueva cuenta de un PRI renovado que apuntalará el prometedor siglo XXI.

Los tanteos que adelantan los panistas de rango con los jefes de corrientes perredistas para integrar una coalición están plagados de incógnitas y presagios malignos. El PAN se ha sumergido en una pelea, cuerpo a cuerpo, entre dos bandos irreconciliables. Cada uno apoyando a sus factibles adalides: Ricardo Anaya y Margarita Zavala. El primero lleva ventaja innegable: controla el aparato burocrático que elegirá, en oscuro cenáculo, a su preferido candidato. La segunda, muy a pesar de su delantera en las opiniones registradas, va decayendo en su afán de llegar al final deseado. Cualquiera que sea el triunfador del pleito así desatado, por ningún motivo cederá lugar a un factible abanderado sustituto dentro de la imaginada coalición. Las tribus perredistas remanentes en el mando de ese partido tendrán que plegarse a las ambiciones panistas o romper los endebles acuerdos. Un asunto totalmente distinto tendrá que ver con la disposición de los posibles votantes por el PRD. Tendrán que aceptar o distanciarse de la opción frentista conducida por un panista. Poco importará, en todo este rebumbio y disfraces con los famosos frentes amplios, que además se suban, a dicha coalición, coleros como Movimiento Ciudadano y anexas menores. El desgrane de militantes del PRD es constante y amenaza volverse una real sangría que lo dejará exhausto. A pesar de tan ominosas señales, los enquistados dirigentes siguen adelante, sólo esperanzados en conservar sus muy personales y pequeñas prebendas.