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ací entre libros. Mi padre fue librero toda su vida, mi abuelo también; a mí me llega por herencia. El amor que tengo por los libros me fue dado como si fuera leche materna
. Estas palabras las expresó Miguel Ángel Porrúa cuando recibió el Homenaje al Bibliófilo, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en 2013.
Ese amor lo ha demostrado como editor y coleccionista de libros notables, los cuales conforman su biblioteca personal, que generoso comparte con los amigos e investigadores. Apasionado de la historia de México, ha logrado conjuntar alrededor de 18 mil volúmenes con obras desde el siglo XVI hasta la actualidad. La semilla fue una serie de bibliotecas personales que la familia adquirió a lo largo de los años; entre las primeras, las de José Rojas Garcidueñas y la de Francisco Monterde, ambas especializadas en literatura virreinal.
La vasta biblioteca ha sido lugar de encuentro de intelectuales, escritores y aficionados a los libros a lo largo de los años. Carlos Monsiváis, Fernando Benítez, Juan Rulfo, Eulalio Ferrer Rodríguez, José Rogelio Álvarez, José Luis Martínez y Andrés Henestrosa eran asiduos visitantes a reuniones que solían concluir con una deliciosa cena.
En 1978 siendo un joven de 27 años, Miguel Ángel fundó su propia librería en el corazón libresco de la ciudad: la calle de Donceles. Tres años más tarde emigró al sur, donde se estableció en una hermosa casona que a la fecha continúa, en el número 4 de Amargura, en el viejo San Ángel.
Aquí comenzó a publicar libros y a la fecha su acervo rebasa los 3 mil títulos, publicados en diversos campos del conocimiento con especial interés en México y su área de influencia.
Un aspecto a destacar es el rescate de documentos históricos publicados en ediciones facsimilares de gran belleza, que se orientan a la difusión de lo mexicano. El cuidado personal que pone Porrúa en esas ediciones nos permite acercarnos al disfrute de la belleza de los originales, en el diseño, la letra e imágenes, muchas de ellas finos grabados, que las convierten en obras de arte.
Entre mis favoritos se encuentra Los mexicanos pintados por sí mismos. Esta magnífica obra de la literatura mexicana publicada entre 1854-1855 fue redactada por algunos de los más famosos escritores mexicanos de mediados del siglo XIX. Los grabados que ilustran los textos fueron realizados por dos de los más notables grabadores de la época: Hesiquio Iriarte y Andrés Campillo. La edición sobresale por la belleza y precisión de las imágenes originales, coloreadas a la usanza de la época. La obra nos presenta la riqueza del pluralismo ideológico de los mexicanos en una sola identidad.
Otro facsimil extraordinario es Don Quijote en dos tomos, que editó la famosa imprenta de Ignacio Cumplido en 1842. El prefacio de Luis Arroyo Zapatero, rector de la Universidad Castilla-La Mancha al momento de la publicación, nos ilustra acerca de la historia de la obra de Cervantes y de las ediciones más relevantes.
Porrúa escribe una nota bibliográfica sobre Ignacio Cumplido que descubre a un interesante personaje, apasionado de su oficio, que conjugó al periodista editor con promotor de las letras nacionales. Nos enteramos que en su imprenta además de la pulcra edición de libros, publicaba varios de los periódicos liberales más relevantes. Deliciosas las reproducciones de las láminas en blanco y negro del siglo XIX.
Por la limitación de espacio, sólo nombraré uno más: El nuevo cocinero mexicano, en forma de diccionario, de 1888, obra indispensable para los amantes de la cocina mexicana.
Seguramente se podrán adquirir en la 30 edición de la Feria Universitaria del Libro de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), que se celebra en la ciudad de Pachuca.
Hoy a las 13 horas, la feria organiza a Porrúa un homenaje por su destacada labor como librero y editor a lo largo de 39 años.
Después seguro vamos a saborear una rica barbacoa, con un buen pulque y a comprar unos pastes para llevar a casa.