Miradas magistrales
uando el niño era niño, no sabía que era un niño. Cuando el niño era niño, se hacía preguntas: ¿Cómo, por qué yo soy yo? ¿Por qué estoy aquí y no allá? ¿Cuándo empezó el tiempo? ¿Dónde termina el espacio? ¿Acaso la vida bajo el sol es sólo un sueño? Acaso lo que veo, oigo y huelo ¿es sólo la apariencia de un mundo?¿Cómo es que yo no existía antes? ¿Cómo es que en algún momento, el que soy ahora ya no será el que soy?(Parte del poema de Peter Handke que aparece en Las alas del deseo, cinta de Wim Wenders/ voz en off).
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Cada día se niega a los niños el derecho de ser niños. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura; a los niños ricos como si fueran dinero y a los de en medio el mundo los tiene bien ataditos a la pata del televisor, para que temprano acepten como destino la vida prisionera. Oriol Vall, que atiende recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a alguien. Otros médicos dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos. Y así es la cosa: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje.
Al hijo de Pilar y Daniel le enseñaron en su bautizo lo sagrado. Recibió una caracola: para que aprendas a amar el agua
; abrieron la jaula de un pájaro preso: para que aprendas a amar el aire
; le dieron una flor de malvón: para que aprendas a amar la tierra
; y también le dieron una botellita cerrada: no la abras nunca, nunca, para que aprendas a amar el misterio
. (De La vida, según Eduardo Galeano).
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Por curiosidad y sin sospechar la respuesta, la maestra Patricia hizo a su nieto la pregunta que acostumbra hacer en clase a sus alumnas normalistas: ¿Para qué crees tú que sirven las matemáticas?—preguntó al niño de 12 años. Con toda naturalidad, inmediatamente él contestó: Para tomar decisiones
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Estos episodios hacen reflexionar en lo complejo de la vida, en la infancia. Se suele pensar en ella como la edad de oro y, en cierto modo, lo es. Pero también hay en ella angustia y sufrimiento. El pediatra y pedagogo polaco Janusz Korczak insistía: los niños no serán personas, ¡porque ya lo son¡
. Y escribió que para tratar con ellos no hay que descender, sino por lo contrario elevarse: ponerse de puntitas para estar a su altura
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Como todos los niños, los mexicanos merecen una escuela que realmente comprenda lo que es un niño y que esté diseñada para las grandezas de su mente y de su espíritu.