Opinión
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Aprender a Morir

Viejos, pero animosos

C

uando un sistema retorcido e incompetente está a punto de convencernos de que la vida es un valle de lágrimas y de que las cosas son como unos dicen que deben ser y no como la mayoría podemos hacer que sean; cuando sólo es noticia pero no justicia morir lentamente asfixiado en un agujero gracias a la corrupción, o en un tráiler acarrea-migrantes debido a la falta de empleo, o cuando la basura televisiva y cinematográfica permea los desquiciados hogares y el gusto de la gente, hay que celebrar la aparición de testimonios valiosos, sensibles y diferentes como el documental Aquí sigo, del cinefotógrafo y director Lorenzo Hagerman.

En este espacio hemos reiterado que en la actitud y aptitud de cada anciano inciden factores genéticos, biológicos, familiares, educacionales, sicológicos, sociales, culturales, económicos y religiosos, más otro poco conocido y menos practicado por los viejos del mundo: el sano hábito de descreer de lo aprendido y ordenado a través de jerarquías, costumbres, prejuicios y roles, por lo que cada vez más octogenarios rechazan la idea de que es dañino vivir en soledad y optan por practicar a diario el arte de convivir consigo mismos.

¿Podemos aspirar entonces a ser viejos y a la vez animosos e incluso solos a pesar de los engaños del sistema? El desfile de nonagenarios de distintos países que registra la cámara de Hagerman –sin que jamás se note su presencia para dejar que interactúe el espectador–, así lo confirma. Y es que ánimo, más que actitud positiva, es sobre todo energía valiente, temple de carácter y una soberbia suave, capaz de poner distancia entre lo establecido y el sujeto, entre su noción y capacidad de autonomía y las expectativas de los demás, entre la edad cronológica y el advenimiento de la puntual, pues el hoy puede estar tan presente o más que los recuerdos y las pérdidas.

Hablan ancianas que uno quisiera comerse a besos, no sólo por su sonrisa de sol y su dulce mirada intemporal, sino por la determinación que refleja el saber lo que aún hacen además de lo que ya han hecho. Y unos viejazos magníficos que en vez de darse a las lamentaciones, a los hubiera y a los ya no puedo, disfrutan de un vaso de vino sin tanque de oxígeno, de admirar a una chica en breves pantaloncitos, de ponerse a estudiar un instrumento o de atender a su mujer 14 años mayor.

Si usted ya superó el miedo a la edad, vea Aquí sigo y dese un baño de aceptación, optimismo y desafío.