n lo que yo llamo el mundo pan-europeo (América del Norte, Europa occidental, oriental, del sur, y Australasia) la opción electoral básica durante más o menos el siglo anterior ha sido escoger entre dos partidos centristas: centro-izquierda vs centro-derecha. Pero ha habido otros partidos más hacia la izquierda y más hacia la derecha pero han sido esencialmente marginales.
En la década pasada, sin embargo, éstos, así llamados partidos extremos, han ido ganando en fuerza. Tanto la izquierda radical como la derecha radical emergieron como una fuerza considerable en un gran número de países, necesitando remplazar al partido centrista o derrocarlo.
El primer logro espectacular de la izquierda radical fue la habilidad de la izquierda radical griega, Syriza, de remplazar al partido de centro-izquierda, Pasok, que de hecho desapareció por completo. Syriza llegó al poder en Grecia. Los comentaristas hablan en estos días de una pasokisación
para describir esto.
Syriza llegó al poder pero fue incapaz de llevar adelante el programa que prometía. Para muchos, Syriza fue por tanto una gran decepción. La facción más descontenta argumenta que el error fue haber buscado el poder electoral. Dijeron que el poder tenía que conseguirse en las calles y que entonces sería significativo.
Desde entonces hemos visto otros casos de una izquierda radical emergente. En Gran Bretaña, el líder de la izquierda radical, Jeremy Corbyn, se convirtió en el líder del Partido Laborista británico al obtener el respaldo de nuevos miembros que entraron al partido a votar en las elecciones primarias. En Estados Unidos, Bernie Sanders desafió a la candidata del establishment, Hillary Clinton, y obtuvo un sorprendente y fuerte grado de respaldo. En Francia, el partido del candidato de la izquierda radical, Jean-Luc Melenchon, también sorprendió al obtener más votos que el partido de izquierda de la corriente principal, los socialistas.
Hoy, en todos estos países existe un debate interno entre los militantes de la izquierda radical al respecto de las tácticas futuras. ¿Deben buscar el poder electoral o deben buscar el control de las calles? El dilema es que ninguna opción funciona bien. Si se hacen del poder del Estado, se encuentran con que deben hacerle innumerables arreglos de compromiso
a su programa para mantenerse en el poder. Si buscan el poder solamente en las calles, se encuentran con que no pueden hacer los cambios que quieren sin el poder del Estado, y además las agencias estatales los mantienen a raya utilizando la fuerza del mismo Estado.
¿Es por tanto inútil buscar hoy un programa de izquierda radical? ¡Claro que no! Vivimos en medio de la transición de un sistema capitalista moribundo a un nuevo sistema que todavía debe escogerse. Los esfuerzos de la izquierda radical hoy, afectan las opciones que hay en torno a un sistema de remplazo en el mediano plazo. El debate táctico es esencialmente uno sobre el corto plazo. Lo que hagamos en el corto plazo afecta el mediano plazo, aunque se logre poco en ese corto plazo.
Lo que probablemente tenga más sentido como táctica de corto plazo es usar ambas tácticas, la ruta electoral y la ruta de las calles, aunque ninguna reditúe mucho en el corto plazo. Pensemos el corto plazo como un campo de entrenamiento para el mediano plazo. Esto funcionaría si entendiéramos la distinción temporal y por tanto nos alentara cualquier cosa que logremos en el corto plazo (en lugar de desalentarnos). ¿Podemos hacer esto? Sí podemos. ¿Pero lo haremos? Ya veremos.
© Immanuel Wallerstein
Traducción: Ramón Vera Herrera