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Nosotros ya no somos los mismos

Márquez

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La Catedral y la gran plaza de México, de Pedro Gualdi. Óleo sobre tela, 1848. Reprografía. Los pinceles para la historiaFoto tomada de Internet
V

arios lectores no quedaron satisfechos con lo que consideraron escasos datos sobre los últimos mexicanos incluidos en esta columneta y que son residentes, ya sea como inquilinos o copropietarios, de las torres que en el cielo se creyeron. Piensan que las referencias a la familia Sacal los deja en ascuas sobre muchas cosas. Igual, lo que se refiere a don Francisco Beckmann Vidal y por qué confieso haber contribuido en alguito a sus cuantiosas ganancias y sin mínimo beneficio para mi firmante persona. Reclaman algunos datos más sobre Alejandro Ramírez Magaña y la razón por la que mi familia contribuye semanalmente al acrecentamiento semanal de sus ingresos. Y, por supuesto, se presenta la protesta

Yo recordaba a la bella María Elena Marqués (S en lugar de Z, lo que obligaba al acento en la E y a su respectiva pronunciación: las palabras agudas cargan la fuerza de la voz en la última sílaba y llevan tilde cuando terminan en vocal o en consonante N o S). También al compositor Ramón Márquez, director de una famosa orquesta del tiempo de las grandes bandas, como la de Mariano Mercerón o Juan García Esquivel. He oído los domingos, a las 12 del mediodía, en las audiciones de Tv UNAM y Radio Universidad, interpretar a la OFUNAM una bellísima melodía que compendia los más destacados danzones de la época de oro. Me dicen que el autor es el maestro Arturo Márquez, compositor e intérprete de música clásica, nacido en Sonora en 1950, a quien en un principio creí hijo del danzonero mayor, don Ramón. Corregí a tiempo: Arturo ha sido merecedor de premios como el Nacional de Bellas Artes, el Distinguished Alumnus Award, del Instituto de Artes de California, y varios más. Es considerado uno de los grandes investigadores, directores y compositores contemporáneos. Si pueden, no se pierdan sus ocho creaciones sobre el danzón y sus homenajes a los estudiantes caídos en Tlatelolco, los niños masacrados en Acteal y el Ejército Zapatista.

Los primeros Márquez de los que recuerdo haber oído hablar se llamaron Francisco Márquez Paniagua, que no creo que sea en la actualidad el más reconocido. Murió a los 12 años y 11 meses, el 13 de septiembre de 1847. El otro, Leonardo Márquez Araujo (enero 1820), rebasó el siglo y murió en 1913).Por hoy contaré la breve y dignísima vida del primero.

La invasión (1847) del ejército estadunidense había llegado hasta la capital. La bandera de las barras y las estrellas, como ignominia en nuestra historia, ondeaba en el Zócalo, ufana de su poderío e indiferente de su vileza y truhanería. En la ciudad había numerosos puntos de resistencia, pero totalmente inútiles por la carencia del armamento y el parque indispensables para el enfrentamiento. Así, el Castillo de Chapultepec, sede del Colegio Militar, era la única trinchera, si es que llamar de tal manera a un puñado de soldados del diezmado batallón de San Blas y a una parvada de adolescentes (y algunos menores aún) no resulta un verdadero despropósito. Cuando a todas luces resultaba evidente que la batalla era inútil, por la desproporción de las fuerzas contendientes, el alto mando ordenó que los cadetes abandonaran el edificio, el cerro llamado del Chapulín y escaparan del absurdo e inútil enfrentamiento. Algunos de esos niños, huercos, pubertos, obedecieron al superior. Otros, a una voz más poderosa: la del amor patrio. Y eso que ésta tenía apenas unos cuantos años más de vida que el mayor de ellos. México era su contemporáneo. Habían nacido al tiempo: en los albores de la nación que anhelaban y querían construir: libre, soberana. México no lo era todavía. Estaba siendo. Utopía de sus padres y, para ellos, compromiso de futuro que habían heredado. El general Pourcet ordenó a los 40 alumnos, cuatro cabos y un sargento no entregar las armas. Depositarlas en el suelo: serían los invasores los que tendrían que agacharse para recogerlas. El niño Francisco Márquez no obedeció. Copado en un pasillo, al reclamo de rendición, subió su rifle y disparó. Cayó el primero en línea. Los demás dispararon de inmediato y el cadete Márquez, como se repite cada año, ¡murió por la patria! Bueno, eso pensamos algunos. Los distinguidos orgánicos insisten en que, como traía copas o su rifle se le resbaló, mató al invasor, al que ni siquiera le ofreció disculpas.

Ya tendré oportunidad de relatar la vida de dos jóvenes de igual apellido pero de diferente contextura anímica, moral. Hoy se diría, conciencia política.

Agradezcamos a Víctor Fuentes la información que parte de la multitud me requiere: el Márquez más conocido en la actualidad, o sea este joven dedicado con éxito indiscutible a correr y patear, adquirió un días antes de que terminara 2010 los departamentos 7-A y 7-B del edificio Steiner, ubicado en el 257 de la 17 oeste, en Manhattan, en la cantidad de 6.4 millones de dólares. Con gran puntería y mejor feeling, lo vendió cuatro años después en 8.6 millones. Esa cantidad, como ya lo comentamos anteriormente, bastaría para pagar los sueldos del rector de la UNAM y de los directores del IPN y el Colegio de México desde su fundación. Tratando de ser comprensivo, agrego: con el incentivo de la señora Jaydy Michel, como roommate, los más abúlicos y poco diligentes nos volveríamos en stajanovistas. Esperemos que las investigaciones no sean afectadas por los poderes políticos o mediáticos. Al final no se puede ignorar que este Márquez es más importante para muchos mexicanos que sus antecesores y, por supuesto, debe considerársele inocente hasta no comprobarle, en debido proceso, lo contrario.

Algunos breves y rápidos datos de las tres generaciones de la familia Sacal. Los informes comienzan con el abuelo Marcos Sacal Aspani. Iba en automático a decir que su origen judío hacía evidente su dedicación a la banca. Me arrepentí en el aire, porque a tiempo registré el estereotipo simplón y tonto al que iba más seguro que el paso exprés de Cuernavaca. He tenido y tengo amigos judíos escritores, poetas, cardiólogos y no se diga terapeutas. Retiro lo no escrito.

Don Elías se inició en el negocio textil. De seguro soñó con ser primer productor de kippás (el pequeño gorrito que cubre las nucas judías varoniles) y los talit (katán o godal) no sólo del país, sino del continente, y con el empuje que le es característico, penetrar los mercados de Jerusalén, Tel Aviv (Gush Dan), Haifa. Algo sucedió y don Elías cambió de giro: en 1996 fundó la Promotora Royal Pacific, hoy conocida como Bay View Grand. Hay grupos que le reconocen ser el hombre al que deben los desarrollos turísticos de Puerto Vallarta, Ixtapa, Acapulco, Cancún y Baja California. Otros lo acusan de ser un depredador de esas playas, propiedad de todos nosotros, no de su familia y muchos extranjeros. Estas construcciones ocupan miles de metros que evidentemente producen beneficios totalmente asimétricos entre los concesionarios y los pobladores originarios, y el entorno en muchos kilómetros. Los Sacal, ha registrado la prensa, tienen algunas demandas judiciales pendientes, por ejemplo la del dueño del restaurante Oasis en la playa Holy de Puerto Vallarta, Jalisco, quien acusó a los Sacal de amenazarlo de muerte y anticiparle una previa (obviamente) golpiza. JP Morgan, por su parte, lo denunció en México y Nueva York por un adeudo de 189 millones de dólares. En 2013, en cambio, ganó un proyecto de remodelación de la marina Vallarta. Miembros de la Asociación de Embarcaciones Menores de Puerto Vallarta denunciaron a los Sacal por haberles quitado, sin respaldo legal, la luz y el agua, hasta que renovaran los contratos con tarifas subidas en exceso. Las propiedades de los Sacal, en los pisos 57 y 58 de las TT, tienen un valor estimado en más de 10 millones de dólares. Como servicio a la comunidad, se informa a la multitud que las empresas Sacal dan a Mónaco como su lugar de residencia. Perdón, desconocemos el código postal.

Sé que algunos, sobre todo los amigos, insistirán en mi locura de que la mención de una sola palabra, como hoy Márquez, defina todo el contenido de una columneta. Lo entiendo y pido lo mismo. Hoy, por el pretexto de alguien que juega muy bien algún deporte, pude referirme a otros temas que pienso importantes y poco tratados. Ofrezco una columneta de un partido en el que juegue Pumas. Me va a costar ser mínimamente conocedor imparcial. Lo intentaré.

Twitter: @ortiztejeda