Partidos millonarios
vitar la autocomplacencia, disentir y debatir, incluso entre miembros de un mismo gabinete, son acciones necesarias para una democracia sana. Por ello, desde este modesto espacio, que quiere ser Ombudsman press por los derechos de la infancia, convocamos al doctor José Narro, secretario de Salud, a pronunciarse públicamente frente a la iniciativa del gobernador del estado de México, Eruviel Ávila, para despenalizar la venta de alcohol a menores, a petición de la Cámara de la Industria Restaurantera y Alimentos Condimentados, Canirac; como si el alcoholismo no fuera un lastre en el país y como si la salud y el desarrollo de niños y adolescentes fueran menos importantes que los negocios, sobre todo en el estado de México con sus altos índices de feminicidios y delitos en general.
También aquí pedimos al secretario de Salud y al doctor Enrique Graue, como rector de la UNAM, expresar públicamente su desacuerdo con el despilfarro (6 mil 745 mdp), que el INE dice necesario dar a partidos políticos para las elecciones de 2018. Porque ese dinero hace más falta en hospitales, en instituciones de educación superior y en los demás niveles educativos. Porque es la obscenidad de esos presupuestos y de los salarios a funcionarios lo que ha hecho de la política el epicentro de la corrupción y de los corruptores en México.
La verdadera democracia no es cuestión de dineros, sino de ideas, de proyectos inteligentes de gobierno. Sólo si se otorga un mínimo presupuesto a los partidos, la contienda se basará en méritos de candidatos y en mejores proyectos para la sociedad.
Es inaceptable que mueran niños y adultos por no tener acceso a un hospital o porque, incluso ya dentro de algún nosocomio, no haya suficientes médicos, equipo o medicamentos para darles atención oportuna, mientras se despilfarran millones en el circo de las campañas políticas, que conllevan, además, la compra de votos y los fraudes.
Para algunos lectores inconformes con la fatalidad de hechos sobre la niñez que aquí se comentan frecuentemente, quiero decirles que la realidad no mejora si se cierran los ojos; que la buena paz interior resulta del pensamiento sincero acerca de verdades dolorosas y del reconocimiento de nuestras limitaciones para cambiar la realidad, pero sin permitir que el silencio sea otro cómplice de las injusticias contra los más desamparados.
Tomamos ejemplo del preclaro poeta español Miguel Hernández:
Que mi voz suba a los montes/ y baje a la tierra y truene/ Eso pide mi garganta/ desde ahora y desde siempre
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